Encuentro pasajero
Nelson y Laura estaban en el aeropuerto; ninguno quería ser el primero en decir adiós. Minutos eternos pasaron sin hablar, sus ojos inventaron un lenguaje nuevo sólo para dos.
“Ayer conseguí un sol en aquel Café y hoy se convierte en estrella fugaz”, pensó Nelson empezando a sentir nostalgia.
-Aún recuerdo el olor y el sabor del café que nos tomamos anoche, gracias a la tormenta que nos juntó – dijo Laura rompiendo el silencio -. Olor a hogar, sabor a tierra… a familia.
“Regálame un poco de ese mundo que llevas dentro”, pensó Laura conteniendo el llanto. “Escríbeme un cuento, uno como los que me narraste anoche, donde una bailarina famosa deje de viajar para casarse con un romántico escritor”.
– Ya no importan las piedras de los caminos que he recorrido pues finalmente me condujeron a ti – dijo Nelson sin extrañar a su rosario errores.
“Regálame un poco de ese mundo que tanto conoces”, pensó Nelson conteniéndose las ganas de besarla. “Cuéntame otra anécdota, como las que me contaste anoche, donde yo grite ¡Ole! desde el público y te lance una rosa en el taconeo final”.
“Pasajeros del vuelo 75 con dirección a España pasar por la puerta número 3”, dijo una voz fría a través de un altoparlante.
La tormenta que los unió el día anterior no los ayudó hoy. Nelson se quedó sentado, Laura se dirigió a la puerta 3. Nelson vio el avión despegar y no pudo resistir más: corrió a la ventanilla de boletos y tuvo suerte en comprar un puesto en el próximo viaje a España que despegaría en una hora.
Laura no pudo abordar el vuelo, dejó partir a su compañía de baile y buscó desesperadamente a Nelson. Al no hallarlo se dirigió al lugar donde lo conoció: el Café de la calle central.
Allí está Laura. Baila por comida mientras espera que una tormenta le devuelva a su amado. Nelson sigue publicando historias exitosas en Europa sobre bailarinas perdidas esperando que su amada las lea algún día.
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