Insomnio
La literatura nace de los sueños, él lo sabe mejor que nadie, pero hace ya demasiado que el insomnio le ha privado de los suyos.
Soñó por primera vez con la biblioteca y se sintió tan impresionado por la viveza de sus imágenes que no reparó en la posibilidad de consultarla. Sólo en la siguiente ocasión se atrevió a tomar un libro y comprobó sin demasiado asombro que en el sueño mantenían intactas sus cualidades físicas: el peso, la textura, ese particular olor a viejo…. Aquellos eran libros extraños. No conocía ninguno de los
títulos ni había oído hablar de sus autores, pese a llevar años ganándose la vida como actor en Londres. Sin embargo cuando la soñó por tercera ocasión e inició su lectura, no pudo reprimir las lágrimas ante la intensidad con la que latía la vida en aquellas páginas llenas de reyes traicionados, de príncipes vengativos, de brujas arteras y sus auspicios engañosos o de amores adolescentes sin medida.
Ahora, sólo en su retiro, mientras espera paciente la muerte, lamenta que su torpe pluma no haya sabido transcribir más que una treintena de aquellos dramas y comedias. El resto, lo sabe, se perderá para siempre pasto del insomnio.