Mi razón de ser
Aquí estoy, frente a un gran abismo que me atrae hacia él con una fuerza descomunal, pero hay una sensación cálida que recorre mi cuerpo desnudo, agua que fluye lentamente con mi desesperación y lágrimas. Mi piel comienza a arrugarse, tiro el reloj al suelo, ya no me importa el tiempo que pase, no me importa el que quede por pasar, ya no lo necesito.
Ojalá todo fuera como antes, pero si fuera así, yo no estaría aquí; seré llamada cobarde por muchos, otros sorprendidos no encontrarán el sentido de esto, los desconocidos sentirán lástima, pero para mí es importante. Carmín en tu ropa, carmín en nuestra bañera.
Es curioso como la misma cuchilla afilada que solía acariciar su rostro cada mañana sea la misma que acabe con mi vida ahora, aunque sin que yo lo supiese acabase hace tiempo.
Quisiera que él viniera ahora como un caballero andante y lo evitase, que dijese que estoy loca porque no hay razón para dormir llorando, llorar durmiendo, pero no vendrá, no le veré cada mañana desayunando café con galletas, no sentiré sus manos enredarse en mi pelo, no escucharé su risa porque me llena de odio, porque ya no es mío, ya no es de otra, ya es de nadie.
El álbum de fotos de nuestra boda se hunde en la bañera, emborronándose cada página, cada rostro, como ahora: no sé quién es quien, no sé dónde fue la mujer fuerte de los días de ayer.
La calma que me dejó sin lágrimas desaparece, mi corazón comienza a acelerarse en un arrebato de rebeldía y mi respiración se acelera, me falta el aire y la habitación se hace cada vez más pequeña. Los recuerdos se mezclan mientras el corazón se golpea contra mi pecho como si quisiese escapar de tanto dolor.
Mi amor, mi vida, mi razón de ser, todo.
Me incorporo para salir de la bañera y mirarme al espejo. Estoy pálida, apenas puedo ver mi reflejo pero distingo que mis ojos están muy rojos. Rojo, carmín, ¡la cuchilla! ¿Dónde está? Paso mis manos sobre mis ojos y consigo ver un punto de luz plateado, consigo cogerla a duras penas.
Tengo miedo, no sé si seré capaz de cortar el interior de mis muñecas ¿Soy cobarde si me suicido o si no consigo llevarlo a cabo? Me tiembla el pulso pero una voz dentro de mí me dice que lo haga. La cuchilla ya ha dibujado un punto rojo en mi piel cuando escucho una voz desde la ventana.
-¡Mamá, abre la puerta!
Tiro la cuchilla al suelo y abro la puerta desesperada después de resbalarme:
-¿Pero que haces desnuda mamá? ¿Qué te ha pasado, has llorado?
-Nada hija, es que me dio tanta alegría el oírte que me olvidé de la toalla, los ojos es por la alergia, ahora vengo, voy a por la toalla.
Vuelvo al baño para taparme y tiro la cuchilla a la basura, tiene la cara de su padre, en realidad no he perdido a mi amor, mi vida, mi razón de ser, mi hija.
FIN