UNA HISTORIA DE AMOR ENTRE UN GALLO Y UNA PERRA
Ella se llamaba América, porque de su lomo nacían bellos tonos marrón que se esparcían en un paisaje imitando la figura del continente americano. Era una perra dulce y bandolera y cuando corría entre las amarillas flores del cerro San Cristobal , se agitaba al viento su marrón pelaje como un ave que alza el vuelo en pleno suelo de un volcán en llamas … El se llamaba Gregorio y sus plumas compartían el color de américa, una turbulencia pacifica de tonos rojos negros y café, envolvían sus plumas que de tan suaves invitaban a la mano que acaricia terciopelos a soñar con sus plumas tibias entre las palmas
Ella vivía en el primer piso, él en el segundo
Ella era un dulce perrita
El un majestuoso gallo
Sólo la escalera los separaba, y una barrera interponía distancias que nunca fueron obstáculos para amarse…
Primero, América se asomaba desde esa barrera de metal, y con sus ojos de estrellas pasaba horas inmóvil ante la figura gallarda de Gregorio que desde la otra frontera después de la escalera emitía sonidos de gallo bravío, dando pequeños brincos de un mueble a otro, pero sin nunca desaparecer de la mirada de su amiga perra
Pasaron días, semanas, meses y un conglomerado de horas marchitas hasta que el destino entendió de ese amor sin fronteras y la mano noble, humana, amiga de ambas especies, confió en ese extraña forma de amar y quitó la barrera que separaba a perro de gallo.
Entonces ella lamió sus plumas, el devolvió con suaves piquitos en la cabecita de la perra el cariño que ese can le profesaba. Y seguían pasando las horas estáticas de uno frente al otro, y sus pupilas se encontraban como una danza de primavera, y a ratos el pelaje y la pluma, se perdían en un solo camino.
Luego se acercaron cuerpo a cuerpo… América reposaba sobre las patas curtidas de un gallo que amablemente bajaba la cabeza y la ponía en el lomo del perro
Cada vez que América subía rauda por las escaleras buscando a su amante gallo, el tiempo se detenía, y el abrazo profundo, imposible e incontenible de un ave con un perro , dibujaba poemas en las ranuras de sol que por la ventana entraba disparando luz a esa peculiar pareja
Luego Gregorio comenzó a bajar las escaleras en busca de américa, y por cada peldaño que descendía dejaba una pluma para no olvidar el regreso a su castillo construido de muebles viejos, plantas y sol
Nunca entendimos el lenguaje que tejían susurrando cuando acercaban sus bocas de perro bendito y gallo santo
Luego comenzaron los paseos en el jardín, y bajo el viejo álamo que les regalaba sombra y frescor se acurrucaban formando un solo cuerpo de plumas y pelos
No había pecado en ese amor
No había diferencias de agua turbia que apagaran la llama de amor que se encendía cuando sus ojos de pocas pestañas se miraban sin dejar que el tiempo capturara sus instantes
Desde esa primera mirada directa de gallo a perro, curiosa y austera , sublime y pequeña, nunca más dejaron de mirarse el uno al otro
Siguen pasando las horas , los días , los meses y los años y ese amor nunca acaba
Gregorio baja las escaleras buscando a América
América sube buscando lamer la cresta roja de Gregorio
Y ambos construyen una sombra que se propaga en el blanco muro, escribiendo una increíble frase de amor:
Yo Gregorio el gallo de la cresta roja y de plumas tricolor ama a esta perra
Yo América, la perra que tiene dibujado en su lomo al continente americano ama a este gallo
Epílogo: Nunca más se separaron estos dos amantes y hoy viven su idilio sublime y angelical bajo la sombra del viejo álamo, para siempre y por siempre.