Mi Mendigo
A mi mendigo particular, que cuando llueve se moja como los demás.
Sintió de pronto desvanecer la fuerza en sus manos.
El frío de la noche se había colado en cada poro de su cuerpo, hubiese sido una noche más, un guarecerse más entre portales.
Pero no, hoy era un día especial, pues hoy cambiaría su suerte.
Pasaba el día esperanzado, esperante entre el demasiado cadencioso tintineo de los céntimos en su latilla de ahorros.
Tras la lluvia, el sol nuevo le trajo una luz y el calor perdido en la oscura travesía de la noche.
El recuento daba ya para un pastel y un cartón de vino. Dulce para el alma y vino para el corazón.
Volvió a sentir la cercanía de las horas muertas y sus pasos casi ajenos a su voluntad buscaban cobijo y el arropo helado de la soledad.
Cerró las cortinas de cartón y se volvió piedra… su boca sonreía por dentro…
Pues mañana cambiaría su suerte.