EN LA SOMBRA

EN LA SOMBRA

Como describir aquello que ocurrió. Aun no encuentro las palabras idóneas para describir los hechos. Un capitulo en mi vida que quiero olvidar para siempre pero del  que al final siempre asoman rescoldos en cuanto menos lo esperas. Me perseguirá toda mi vida por más que trate de olvidarlo.

Ir aquel lugar era un suplicio para mi solo de pensar que él se encontraría alli. Su sola presencia ya me imponía ahogando mi pecho. Todo pasó de la manera más inesperada e inocente de una riña de niños. Era el mayor, el líder innato para todos, y el temido para los débiles, para los introvertidos. No era el más bello, nisiquiera derrochaba simpatía ni un grado de amabilidad y mucho menos inteligencia. Sin embargo cuando se rodeaba de sus amigos y familiares era el más fuerte y poderoso y se hacía valer ante esa pequeña sociedad en la que convivíamos día a día durante años , 7 horas diarias. Un día se me ocurrió la “maravillosa” idea de responder a  sus insultos de la manera más inocente que alguien puede llegar a imaginar, pero esa desde entonces fue mi cruz añadida y la peor de todas.

El patito feo de nuestra limitada sociedad encerrada entre aquellas rejas era yo.  Cárcel de barrotes educativos, donde el mundo infantil y los problemas se debían de resolver, pero sin embargo, pasaban desapercibidos ante los ojos de mayores. Esas pequeñeces de niños que  tienen importancia cero ante ellos, eran una inmensa montaña sobre mi espalda.

Nunca me valoraron ni lo mas mínimo, dentadura deforme, y algún kilo de mas no ayudaban demasiado a mi involucración en la sociedad. Ya lo tenía asumido, lo único que deseaba era paz y tranquilidad aunque mi soledad fuera continua. Ese individuo lo agravó todo, mis días tranquilos se convirtieron en tormentas.

Sus aliados y él me perseguían a la entrada y salida de los barrotes, llenando mis oídos de insultos y bajando aun más mi autoestima. Me empujaban en aquellas filas interminables, me abucheaban. Así era mi rutina. Al principio intenté ponerme una venda en mis ojos y tapones en mis oídos, pero fue inútil. Tenía pesadillas por las noches y mi mayor deseo era no volver jamás a ese sitio,queria seguir siendo invisible para él como lo había sido hasta entonces para el resto. No era nada ético pero cuando enfermaba aquel individuo y no aparecía, su ausencia era mi felicidad, pues si él se ausentaba, sus cómplices tampoco insistían en su ahínco de exhibirse con sus degradaciones hacia mi persona. Callaba ante mis familiares pues pensaba que mi silencio sería la mejor manera de no empeorar  la situación. De noche gritaba en silencio, mis ojos se inundaban y mi pecho parecía que iba a estallar solo de pensar en el momento que amaneciera para volver a mi jornada estudiantil. Mi almohada se cansaba de esperar a que mis párpados  se cerraran. Caminaba por aquel trayecto con ojos hasta en las espaldas, me convertí en la mejor espía, trataba de esquivarlos y conseguir la mayor  información acerca de sus pasos, pues de ello dependía mi felicidad, si no los encontraba tendría más minutos en paz. Al final ellos fueron más estrategas y volvieron a ganar la guerra, ¿por qué? Averiguaron mi dirección.

Ya ni siquiera podía salir de mi hogar de paz, pues hallaron todas las salidas, estudiaron mis trayectos y mi día a día, de tal forma que allá donde iba, allí se encontraban con sus continuas faltas de respeto, insultos y miradas que me llevaban al infierno.

Deseaba estar sola, no rodeada de gente sintiéndome en soledad.

Sentía un gran nudo en el pecho cada vez que amanecía, tenía que continuar con mi rutina y aquella guerra en mi silencio pero conocida por la sociedad.  A mi alrededor todos eran espectadores, un buen público presenciaba las escenas y marchaban después de la función diariamente. Era una película de terror constante, un miedo que recorría todo mi cuerpo y en el que yo era la protagonista a la que perseguían, abrumaban, y me sentía como  un pájaro enjaulado rodeado de gatos.

No sabía si aquella película de terror tendría un final donde  ganan los buenos o un final donde los malos vencen.

En mi refugio, empezaron a sospechar que algo extraño sucedía, pero mis labios trataban de dibujar una sonrisa para no levantar sospechas. ¿Qué ocurriría si se enteraban? Un escalofrío recorría mi cuerpo solo de pensar en ello, pues los empujones, insultos continuos y degradaciones aumentarían y seria un final mucho peor de lo imaginado. Nadie debía saberlo,  tenia que continuar fingiendo normalidad, falsa felicidad, todo aquello que una niña ha de ser y de sentir.

Ocurrió lo inesperado. Un mero espectador reaccionó. Le relató a mis protectores mi vida en la sociedad.  No daban crédito a lo que sus oídos escuchaban, yo notaba como la ira se apoderaba de ellos y hasta el vello se erizaba. Supliqué que no actuaran, que no se inmiscuyeran, que yo me encontraba perfectamente y podría soportarlo, les rogué cuanto pude, pero mis plegarias no sirvieron de nada.

Mi cuerpo temblaba más que nunca, pues el miedo a lo que pudiera pasar era mucho más grande que cualquier día que había vivido.

El primer paso que dieron sin ni siquiera pensarlo fue ir a la escuela. Si, a esa sociedad educativa, donde se supone que estaba protegida por los otros adultos. Esas personas que se suponía que además de dar
lecciones, durante la jornada educativa debían cuidar también de sus alumnos.
Así que mi guerrera se enfrentó a ellos como siempre ha hecho ante la vida, sacando sus garras y no siendo la persona débil y cobarde que era yo. Dialogó larga y tendidamente con el jefazo de la sociedad. No podría explicar cuáles fueron sus palabras pues no lo presencié, solo puedo decir que el jefazo vino a la habitación donde nos encontrábamos todos (incluido aquel ser que hacia mi  vida un infierno) lleno de íra, íra que envió al ser, y éste a medida que el jefazo se enfurecía, se hacía cada vez más pequeño e insignificante junto con sus súbditos. Pero él no era el único que se hacía pequeño, pues yo, cada vez me escondía mas como una tortuga debajo del caparazón, ya que mi mente solo creaba imágenes aturdidas donde  era acribillada.

Mi protectora  también conversó con los allegados de uno de los implicados. Mientras  mi mente, se seguían repitiendo las mismas  secuencias una y otra vez.

Mis guardianes se enfrentaron al ser, eran como  un volcán en erupción, me quedé petrificada como una estatua  de hielo, siendo esta vez la espectadora aterrada igualmente, y el ser, casi nulo ante esos dos volcanes y huracanes con los que nadie podía.

Ellos podían leer mis pensamientos aunque lo ocultara, me aconsejaron que no volviera a callar y que a la más mínima que me hiciera aquel individuo, les informase.

Es cierto que una noche más no pude conciliar el sueño, pues por mucho que me dijeran el miedo era superior a mí. Sin embargo, a raíz de aquello mi vida dio un giro inesperado y satisfactorio. La tranquilidad de ir a la sociedad educativa empezó a ser algo normal. Podía salir de mi escondite sin necesidad de estar alerta, podía caminar con la satisfacción de disfrutar del entorno que me roeaba, y mi almohada comenzó apoderarse de mis sueños. Mi mente se pudo centrar en las lecciones del jefe, y mis  calificaciones mejoraron considerablemente.
Todo dio un giro a mi favor, pues aquel personaje y sus aliados jamás volvieron a degradarme ni siquiera con su mirada. Empecé a sentirme liberada de las humillaciones que creía interminables. Mi carácter se fue haciendo más fuerte y aprendí a valorarme como persona y creer en mí.

Aquel hecho cambio mi vida, pero también comprendí que no siempre es bueno callar, que hay que sacar fuerzas de flaqueza y valor para enfrentarse a los problemas y obstáculos  que  se presentan  en el camino.




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