La más fuerte de las uniones

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La más fuerte de las uniones

Durante los últimos  años, habíamos sido tres en nuestra relación. Decidimos probar algo así, aún conscientes de los posibles riesgos que podría conllevar. En nuestro entorno, no todos fueron capaces de entenderlo, pero fuimos atrevidos. Yo, desde luego, y sin querer reconocerlo en su momento, más empeño le puse cuando lo nuestro pasó de estar consolidado a entrar en pequeños pero continuos baches. Pensé que podría ser la manera de darle a la relación el ímpetu que había ido  perdiendo. Más tarde comprendí que iba a errar de pleno.

 

Llegó a aceptar la situación de trío que acabamos creando en pocos meses, diría que hasta con alegría, pero un día, de golpe, asimiló que ya no habría vuelta  atrás, que el “tú y yo” formaba parte del pasado, y aunque no siempre ese pasado fue perfecto, le resultaba mucho más cómodo y tranquilo que lo que vivíamos ahora. Adjetivos poco afortunados para definir una relación, a mi modo de ver. El nuevo miembro quería acaparar demasiado, apareció con unas increíbles ganas de conocer y experimentar. Yo me mostraba más que dispuesta a dárselo. Me sentía ilusionada como tuve que reconocer hacía años no lo estaba; me descubrió sentimientos que no pensaba que pudieran darse; las probabilidades que se abrían con él eran infinitas. Al principio evitaba las comparaciones, pero surgían inevitablemente, pues veía el mundo con otra mirada. Ahora tenía a alguien que podía aceptarme tal cual, para quien no tenía que ser la mejor, porque simplemente ya lo era. Era nuevo y placentero que me dieran sin pedir nada a cambio. Con su sonrisa, una dulce mirada o cogerme desinteresadamente de la mano, me despertaba sentimientos que era incapaz de describir, pero a los que ya nunca iba a renunciar.

 

La vieja relación sufría. Quiso esconder sus sentimientos y yo me convencí pensando que eran celos, que ya pasarían, que se adaptaría. En momentos de tensión, yo tomaba aire y seguía avanzando, porque jamás pensé que hubiese otra opción. Que esta nueva unión era indisoluble. Y mientras aquel ocultaba su rechazo y yo seguía encontrando argumentos que mantenían la ilusión, un tercero se desvivía buscando la manera de satisfacernos a ambos. Aquello que iba a hacer que nos mantuviéramos para siempre unidos fue su excusa perfecta para dar por finalizado lo nuestro.

 

Resulta  tan difícil mantener un barco a flote cuando solo un marinero está dispuesto a resistir los envites del mar.  Le fue fácil desistir, aferrarse al primer salvavidas y abandonar todo lo construido. Yo en cambio, emerjo día tras día, pues sé que nunca renunciaré al orgullo de estar siempre al lado de quien me llama mamá.




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