un paseo por la galería
Por casualidad pasé por la galería de arte donde te conocí, esa que queda entre la esquina del Parque y las escalinatas donde hacen os conciertos de jazz. Había un cartel afuera anunciando la inauguración de una exposición conjunta, así que me dejé llevar por la curiosidad y entré.
Lo primero que vi fueron unos libros grandes suspendidos con un hilo de nylon, les crucé por el lado sin mucha atención, pero pude identificar que eran algunos capítulos de la Biblia, más tarde me daría cuenta que los artistas los había ilustrado con litografía.
Escogí el pasillo de la izquierda, como siempre, y me dejé llevar por las obras colgadas en la pared. Cada una era diferente en colores, texturas, ejecución y esencia, sin embargo, yo sentía que hablaban de ti.
De ti y tu sonrisa amplia, de tus ojos negros, grandes y soñadores que se la pasan escondidos tras esas gafas de pasta estilo “hipster” que te hacen lucir tan bien. De tus excéntricos gustos, de tus días lluviosos y de los felices.
Cada rostro era una mueca tuya, cada escultura me recordaba la cadencia de tu cuerpo al andar, tus manos huesudas, tu pisada firme y tu mirada fija en el horizonte. Cada cuadro con el que me cruzaba tenía una pincelada de tu carisma, de tu complicada existencia y tus ideas confusas.
Caminé cada rincón con la misma minuciosidad con la que me paseo por tu cuerpo en las noches sin luna, me detenía sin prisa y me tomaba mi tiempo en observar cada detalle mientras recordaba tus lunares y la mancha oculta que tiene tu cintura.
Después de recorrer cada tramo de la galería, de devorar todo pedacito de arte del recinto, decidí echar otra mirada al cartel de la entrada. Le toqué los bordes y levanté uno de ellos cuando escuché una voz detrás de mí, conocida, inconfundible y melodiosa para mis oídos: La tuya.
Para ver esta y otras historias visita: https://palabrasdetodoynada.wordpress.com/
