La Cafetera
Esta mañana conocí la cafetera de una amiga (hasta ahora no había conocido muchas cafeteras a parte de la mía).
Nos quedamos solos mientras ella fue al baño.
Aprovechando el momento y sabiendo lo calmadita que se queda mi cafetera después de haber hecho un buen café, me acerque a ella.
Me incline sobre la hornilla y la salude educadamente mientras disfrutaba del calorcito.
Paso un buen rato y ella no dijo nada.
Escuche la cisterna avisando de que volvía.
Me senté de nuevo en la silla frente la mesa extrañado de la actitud de la cafetera.
Seguí desayunando mientras charlaba animadamente con mi amiga esperando el momento más adecuado para sacar el tema de su cafetera.
Aprovechando el momento en que ella sorbía el café relajada, me atreví a preguntarle:
“¿Siempre es tan tímida tu cafetera?”
Ella siguió sorbiendo café y me miro con cara picara.
Dejo la taza sobre la mesa y me dijo con cara maliciosa:
“¡Que ya nos conocemos, Fran!”
Yo mordí la tostada y la mire extrañado.
Tomé un sorbito de leche y le volví a preguntar con cara inocente:
“Pero… ¿Siempre es tan tímida tu cafetera, o no?”
Ella cogió la taza, se la acerco a los labios, me guiño un ojo y volvió a sorber el café.
Yo me recosté en la silla con cara de no tener ninguna prisa, sabiendo que me iba a hacer esperar.
Dejó de nuevo la taza sobre la mesa y me dijo sonriendo de oreja a oreja:
“Mi cafetera no habla con cualquiera.”
Y los tres nos echamos a reír.