Hogar
Caminaba por el Boulevard Y
cuando escuchó esa tonada aparentemente desconocida, pero con un cierto poder
que lo fue orillando con destino hacia aquel sonido armónico. El sonido fue
intensificándose y así mismo el sentimiento que ocasionaba esa melodía, de tal
manera que entre más avanzaba y se acercaba a ese destino que era el único
desde que la había empezado a escuchar, más rápido sus ojos se llenaban de
lágrimas. Giro en la esquina de ese boulevard y se halló en una plaza gigante,
jamás antes había estado allí, a pesar de llevar más de diez años en esa
ciudad; en el centro de la plaza había una especie de concierto, varias sillas
formaban un círculo alrededor de la tarima de dónde provenía el sonido, ahora
mucho más intenso y claro, no así la razón de esa creciente melancolía que lo
hallaba ya viendo borroso por las lágrimas que no cesaban y con una extraña
sensación en el pecho, casi como que podía ver su corazón latiendo, como
intentando escapar de su humanidad e irse volando con las notas que transportaba
el viento y que lo golpeaban para en el siguiente instante abandonarlo.
Preguntaba para sí ese efecto aturdidor y avasallador que lo poseía y que
prácticamente lo había obligado a ir a ese lugar al que inicialmente no iba; es
más, ya ni siquiera recordaba hacía dónde se dirigía antes de haber escuchado
aquello indescriptible; sí, es música, decía para sus adentros, pero antes no
había sentido nada medianamente parecido habiendo escuchado mucha música en los
muchos países que había visitado. Se ubicó en una de las pocas sillas
disponibles en la parte trasera de la tarima, así que solamente podía ver la
espalda de los músicos que seguían tocando esa música lenta de cuerdas que le
evocaba tristeza y soledad y que ese cantante, con una voz casi inmutable arrastraba
las letras y construía palabras precisas que encajaban como cuando las almas
gemelas se entrelazan por sus manos, cada letra una falange, cada palabra un
dedo, esas dos manos abrazadas eran la música y la voz, perfectas.
Las personas aplaudieron cuando
terminó el concierto y fueron desocupando poco a poco la plaza hasta dejarlo
sólo, sentado en esa silla, aun acariciando las notas más en la memoria que en
el aire; intentando evocar esa sensación, ese sentimiento que ya no era de
tristeza ni de melancolía, más como una especie de añoranza; esa música había
llenado un vacío que no sabía que tenía pero que estaba allí, y por un leve
instante había sido llenado por aquella voz y por aquellas notas
indescriptibles. Todavía se hallaba meditabundo, intentando grabar en su
memoria cada tonada, cada timbre de esa voz, cada cambio, cada canción, cada
cuerda y cada armonía; sintió entonces un sabor en su boca que le quebró el
alma en mil pedazos. Una sola tonada ahora acompañada de un sabor familiar lo
llevó de nuevo a la desolación, y mientras pasaba saliva y lloraba intentaba
recordar de donde carajos había salido aquel recuerdo inconsciente de su
cuerpo; y mientras devanaba sus sesos hilando la música con la voz y ahora con
ese sabor, sintió también un aroma, claro e inconfundible; similar al del pan
caliente pero diferente a la vez, parecido al aroma de las tortas dulces, pero
a la vez diferente. Un solo recuerdo llegó y se instaló en sus memorias; estaba
él, pero tenía sólo seis años, vestía una camiseta a rayas y una pantaloneta
corta roja, se hallaba acurrucado en el armario, escondido mientras su hermana
mayor contaba, veinte… Veintiuno… Veintidós… Un olor que le encantaba lo
desbordó y salió de su escondite para asomarse a la cocina; ¡Vete para allá que
aún no ha estado! Dijo su madre mientras hacía ademanes con sus manos para
sacarlo. Era la torta de plátano con bocadillo, su postre favorito. Cuando iba
hacía el escondite escuchó a su hermana: treinta y cinco… Treinta y seis…
Treinta y siete… Y escuchó a su tío afinando su guitarra mientras cantaba “…y
los he visto llorando, y los he visto llorando cuando en las tardes escampa…” Y
entonces encontró la razón de sus sentimientos, una sincronía de sensaciones
ligadas todas ellas a una sola tonada. Y se envolvió en sus brazos mientras se
perdió durante algunos minutos más en ese recuerdo. Lloraba por su madre,
lloraba por su tío, lloraba por su hermana; perdido en sus más profundos
recuerdos se hallaba algo ahora desconocido incluso para él mismo: su hogar.