Un té con el tiempo
Esta noche, es como si el invierno estuviera tocando a mi puerta, anunciando su llegada.
Es increíble cómo cambia el clima en tan poco tiempo. Pareciese que fue ayer cuando el verano azotó su melancólico rayo dorado sobre mis vacaciones; y sí, digo melancólico, porque debo ser parte de la minoría a la cual el verano pone inmensamente triste.
Pese a que me congelo, me siento feliz.
Ésta noche, es como si el invierno estuviera tocando a mi puerta, y yo, para darle la bienvenida, me preparo una taza de té rojo, un té que calienta el cuerpo y el corazón.
Como de costumbre, es una noche solitaria, pero hace demasiado frío como para que sea una noche triste, así que me arriesgo, e invito a cierto sujeto, y le digo así, porque verdaderamente no sé si es mi enemigo o mi amigo. Siendo las 12 de la madrugada en punto, le abro la puerta a quién siempre estuvo ahí y a la vez nunca ha estado, limpiándose la suciedad que los años han dejado a sus botas nuevas, pasa el tiempo y me saluda como el caballero que es, con un cálido apretón de manos pero con una frialdad en el rostro. Él procede a tomar asiento mientras yo sirvo el té; elegí té rojo, pues sé que le encantará, es su favorito y nunca lo ha probado.
Bebe el té en silencio, lo saborea como quién ingiere la ambrosía que lo hará divino, pero a su vez, veo la mueca que dice que no le gusta. Pese a que lo conozco desde que tengo memoria, no sé quién es mi invitado. El tiempo es, sin duda, una dualidad, para algunos siempre esbozará una sonrisa y para otros siempre maldecirá, y yo, como un ávido observador, me percato de ambas cualidades.
– Entonces. ¿Por qué me ha invitado? No creo que sea por el amor a mi presencia. ¿Qué quiere? ¿Qué haga pasar tu triste vida cual relámpago surcando el cielo? ¿O que haga de tu plenitud una ola, que impulsada con la luna llena cabalgue por la bahía hasta el infinito? – preguntó el tiempo, como sabiendo mi respuesta, pero con la intriga de quién ignora totalmente lo que diré-
– Quiero una tregua – salen directas y fuertes las palabras de mi boca mientras la taza de la que previamente tomé té descendía hacia el plato que sostenía en mi mano- Siento que hay mucha hostilidad entre nosotros, y más que hostilidad, siento que estamos en guerra. Pasas rápido cuando mi felicidad está a tope, y cual caracol al sol reposas tus ojos mientras la melancolía devora mis carnes.
– ¿En guerra dices? Si estuviéramos en guerra, me habrías invitado para pedirme piedad. Soy un enemigo contundente y un aliado valioso. Yo quiero ser tu aliado, quiero ser el aliado de todos. Pero todos me ven como enemigo, porque hago sus infancias tan cortas en sus recuerdos, porque el éxtasis lo reduzco a segundos cuando tratan de rememorar aquellos hechos que los hicieron dichosos en otra época. Por otra parte, vuelvo sus minutos, horas cuando sufren…
– ¿Sus? – Lo interrumpo – ¿No soy el único con el que te enfrascas? ¿Acaso atormentas a otro desdichado con tus jueguitos?
– ¿Jueguitos dices tú? Tengo millones de años más que tú, siempre he existido, y a la vez soy un recién nacido, soy una ilusión y soy real por que tú me haces real. Y si, no eres el único a quién “atormento”, pero lo que tú llamas tormento, no es más que parte de mi trabajo. ¿Sabes qué soy? Un profesor. Soy sádico, soy exigente, te sacaré lágrima tras lágrima hasta que logres vencer a tu enemigo.
– ¿Y quién es ese supuesto enemigo? – pregunto, verdaderamente intrigado – no veo a ningún enemigo, y no creo que exista. Yo creo que estás intentando engañarme – y no lo culparía, a veces soy tan incauto que me dejo guiar por palabras bonitas sin meditarlas –
– El enemigo eres tú, incauto – dijo el profesor, esbozando una sonrisa- Puedes ver a la vida como tu enemigo, pero no lo es, es el escenario en el cual se desenvuelve la tragedia. Puedes ver a cualquier tipo como tu enemigo, pero no lo es, la gente solo intercede y luego se va, dejándote armas o dañándote para pelear contra ti mismo. Tu verdadero enemigo eres tú, pues tú eres el único protagonista y antagonista de tu vida. “Naces solo y mueres solo” dice el viejo cliché, y es verdad, porque en tu lecho de muerte, serás tú danzando con tu némesis al borde de la eternidad.
– Pero ¿ Cómo puedo ser yo mi propio enemigo? ¿No hago todo lo que puedo para mi propio beneficio? – sin duda el tiempo tiene una labia impresionante, pero no me engañará- digo, si hago ejercicio es porque quiero lucir bien, si me visto bien es por amor propio, pues me considero una persona bastante vanidosa, entonces dime ¿Cómo puedo ser mi propio enemigo si soy vanidoso? – esbozo una sonrisa, pues lo dejé en jaque -.
– ¿Tú? ¿Vanidoso? – el tono burlón con el que lo dijo, casi al borde de la risa, me hizo sentir avergonzado- quizás pienses que eres vanidoso, seguro te gustaría serlo, todos tiene un poco de vanidad, todos tienen una pizca de todas las cualidades, buenas y malas… pero tú realmente no te llevas bien contigo mismo.
– O sea es obvio que tengo problemas conmigo mismo, creo que todos los tenemos, pero eso no me vuelve mi enemigo.
– Si te vuelve, pues es la única persona que te acompañará siempre, la única persona que puede ayudarte a sopesar tus males y añadirles una tonelada más a tu cruz.
– Pero si dices que somos enemigos ¿Cómo puede mi enemigo ayudarme con mis males? Se supone que el objetivo de un enemigo es destruirte.
– Quizás enemigo es una palabra muy grande;todos ustedes, humanos, son sus propios rivales, a los cuales deben vencer para crecer. Si hago más largo tu sufrimiento, es para que aprendas de él, si hago cortos tus momentos de dicha, es para que puedas recibirlos constantemente. El problema es que ustedes viven en un mundo tan corrupto, tan tergiversado, que esa dicha es escasa y los males que los atormentan son tantos, que por la más pequeña tontería se afligen. ¿El amor, el dinero, inserción social? Hay tantos humanos llorando por esas tres insignificantes cosas: ¿el amor? si, es necesario de cierta forma, pero nada es más importante que el amor que te tengas, ya que, como te dije, tú eres la única persona que te acompañará hasta la tumba; ¿el dinero? Un absurdo invento en el cual ustedes basan su vida; ¿la inserción social? Pasa lo mismo que con el amor, no importa cuánta gente te rodee, si no la calidad que ésta tenga y la calidad que tengas tú para con ellas y para contigo mismo.
Y eso fue como un balde de agua fría, ése ser etéreo que es el tiempo, tiene razón. Lo veo sentado delante de mí, o imagino verlo. Siempre ha estado ahí, y nunca lo ha estado. Hay quienes dicen que no existe el tiempo y sólo existe la ilusión de este; pero yo lo veo ahí, delante de mí, tomando el té, con una sonrisa burlona en su cara afilada, una barba de centenares de años con un rostro de adolescente, un ojo blanco por el cual no ve y un ojo azul cristal con el que está atento a mi cara que delata mi falta de argumentos para rebatirle, está delante de mí, con esa sonrisa burlona en su cara afilada, de quién se sabe ganador.
– Escucha – dijo el tiempo, con una voz amable, bien podría tenerme lástima, o bien podría darme la estocada final al roto cristal de lo que yo creía- te he visto tratar de salir delante de muchas situaciones, superar obstáculos, todo lo que hace todo el mundo a lo largo de su vida, pero el verdadero obstáculo eres tú, por eso dije que eras tú tu enemigo, la cultura del mundo es una basura, te han enseñado a darle importancia a cosas nimias, tu felicidad es tan efímera como el viento y por eso debes aprender a tener tantas como puedas, yo te ofrezco la posibilidad de que tomes el escenario que es la vida, y lo hagas una pasarela de dichas por las cuales puedas caminar, y enrollarte en una ventisca que haga tu existencia algo memorable.
Tiene razón, obviamente, para ser un ser omnipresente, sabe demasiado sobre la vida, sabe demasiado sobre mí. Trato torpemente de decirle lo que de verdad me aflige, pero las palabras salen débiles.
– S-si bien tienes razón en eso, – las palabras salen de mi boca en titubeos, casi conteniendo el binomio de mis emociones, esas locas ganas de reír y llorar a la vez – también tienes razón en algo que me mencionaste. Si, eres un sádico, tus intentos de enseñanza nos crean a los humanos un efecto inmensamente deprimente, ese efecto que nos hace creer que el pasado es el lugar donde queremos vivir. Siempre se ha escuchado la frase “todo tiempo pasado fue mejor” y es cierto que al mirar al pasado solo vemos las cosas buenas que tan poco nos duraron y queremos repetirlas, pero…
– Pero, mi estimado anfitrión, ustedes son tan cobardes que se conforman con las felicidades pasadas en vez de aventurarse a las infinitas posibilidades que les tengo en el escenario.
– El sueño me está atacando, me temo, así que debo pedirle que se retire, mi amigo – la verdad, necesito consejos de la almohada sobre todo lo que he hablado con el tiempo- me alegra al menos saber que usted es mi amigo, y no mi enemigo.
– Gracias a usted, mi estimado y no me iré sin darle un regalo por su hospitalidad.
Se puso de pie tan lentamente que creí que nunca acabaría de hacerlo, y se fue tan rápido que creí que chocaría con la puerta. Entre el caos en mi mente y la salida de mi invitado, no tuve tiempo de preguntar cuál había sido su regalo. Mientras pensaba en todo lo que mi amigo me dijo, no pude evitar pensar en cuántas veces miré al pasado con nostalgia, mi niñez, mi juventud; incluso la semana pasada parece ser tan lejana y a la vez tan cercana que llega a ser hasta paradójico. Siempre me gustó la vieja frase “el tiempo dará la razón”, pero nunca pensé que se tornaría tan literal en mi vida. Pienso en la visita que tuve hace un instante y ya me parece un acontecimiento tan inalcanzable, pero a la vez, tan presente, que llega hasta desbordarme un poco de miedo, miedo de lo tan extraña que es la realidad. Pero no importa, él tenía razón, si soy mi propio rival, debería luchar por vencer a quien fui ayer, pero más importante, romper mis propias barreras que me limitan.
Cuando terminé de meditar todo esto, sentado en la misma silla en la que he estado sentado toda esta velada, me percaté de que no había bebido casi nada de mi té. Tomé la taza pensando que el té estaría frío, pero para mi sorpresa, estaba caliente, como si estuviera recién hecho. Al ver la hora, veo que son solo las 12:05 A.M; Pensando que el reloj debía haberse averiado en esa hora, procedí a levantar la taza del invitado que se fue. Tomé la taza y encuentro una nota: ” el tiempo, mi amigo, es una ilusión. Toma un momento feliz y hazlo eterno, toma un día melancólico y conviértelo a un momento. Todo está en tu mente”. No solo es buen profesor, también es generoso con sus regalos, sin duda el tiempo es un amigo que debemos considerar más seguido.
Autor: Nicolás Candia (Necro)