Famma
En la antigua Roma, de dioses y emperadores, de soldados y teatros. Pero nada se comparaba con sus coliseos y sus gladiadores, guerreros que lucharan a muerte, para el deleite del pueblo. De los miles que pasaron por la arena, hubo uno que se destacó del resto. Su nombre era Famma, antiguo bárbaro germano, aprisionado por un grupo de temibles centuriones romanos, a los cuales dio intensa resistencia, hasta que los dioses obraron en su contra.
Por su habilidad en combate, fue llevado al coliseo romano. En su primer combate tuvo miedo, el lugar lo hizo sentir ínfimo. Pero al derrotar a su infeliz oponente, escuchó el ensordecedor grito de los espectadores y desde ese instante supo cual era su vocación.
A partir de ese momento, dejó todo en la arena, mostrando su destreza e inteligencia, cobrando gran popularidad y aprecio, en el pueblo. Muchos recorrían grandes distancias para verlo, incluso el emperador, lo felicitó personalmente e incluso le dio voluptuosos regalos.
Tras varias peleas, como era la tradición, se ganó la tan ansiada libertad. Pero para sorpresa de todos, la rechazó, no una sino cuatro veces. Ya que su vida estaba dentro del coliseo, en el cual siguió Luchando, hasta que en el duelo treinta y cuatro (nadie había llegado tan lejos), cayó ante la diestra espada de un joven guerrero, dejando el coliseo en un largo silencio.
El luto por su muerte duró varios días, e incluyó homenajes y máscaras con su rostro. También se hicieron escudo y vasijas en su honor. Además apenado por su muerte, el emperador decretó un día festivo para celebrar las hazañas del guerrero.
Gracias a todo esto Famma no quedó en el olvido, como muchos otros, que el tiempo ha sepultado. Su historia fue transmitiéndose de generación en generación, hasta nuestros días. Y siempre será recordado como el hombre que rechazó la tranquilidad y la libertad, para poder seguir oyendo, los aplausos eufórico del pueblo romano.
Mariano Lena
