Sin descripción

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Marian estaba sola en su casa, había llegado agotada de su
jornada laboral en el restaurante, trabajaba de 2pm a 2am.

 

Ese día, a media tarde entro un hombre al restaurante, era
alto, muy atractivo, de cabello castaño claro y ojos verdes muy penetrantes,
llevaba puesto un traje negro rayado, con una corbata azul rey atada con un
nudo de flor. El llamativo caballero se sentó en la tercera mesa del, para ese
momento solitario, restaurante, Marian se aproximó a él algo curiosa de quien
era aquel extraño caballero, llevaba tres años trabajando allí y nunca lo había
visto.

 

El hombre se quedó viéndola fijamente mientras se aproximaba,
Marian se sentía intimidada por aquel hombre misterioso. El camino hasta su
mesa parecía kilómetros y kilómetros interminables. Al momento de llegar a la
mesa se quedó paralizada un momento, él estaba jugueteando con una pata de
conejo.

 

-¿Q-Que desea, s-señor?- pregunto ella nerviosa por la
imponente figura masculina sentada en aquella mesa.

 

-Tu nombre, eso deseo- respondió él con una voz gruesa y con
un tono muy tranquilo y sereno.

 

-¿Disculpe?-Marian quedo sorprendida por aquella inesperada
respuesta del caballero.

 

-Quiero saber cuál es el nombre de la dama que me presta sus
servicios esta fría tarde-dijo él con una sonrisa pícara y perfecta a la vista
de Marian.

 

-M-me llamo Marian, dígame ¿qué desea comer o beber?

 

-Solo un café, gracias-

 

Marian salió de inmediato en busca del café que le había
pedido el peculiar cliente.

 

Al entrar en la cocina, Sophie, una de sus compañeras, le
preguntó quién era aquel hombre. Marian no respondió, llenó una taza de café y
se la llevó.

 

De nuevo, la distancia hacia la mesa parecía interminable.

 

-Aquí está su café, ¿desea algo más?- Marian aún estaba
intranquila frente al imponente hombre.

 

-Sí, quiero que tú te sientes aquí y charlemos un poco-pareció
una orden dada por un general militar.

 

-D-de acuerdo, creo que no habrá problemas si lo hago- decía
mientras se sentaba en la silla forrada de cuero negro brillante.

 

Hablaron durante unas cuantas horas, luego de terminada la conversación,
el hombre e levantó, pago la cuenta y caminó en dirección a la puerta de cristal
del restaurante. Antes de salir, mientras abría la puerta, dio un leve giro
hacia Marian, que aun seguía sentada, sonrió, y se fue.

 

Ese día en la noche, Marian pidió salir antes, al llegar a
casa no podía dejar de pensar en aquel hombre sin nombre.

 

Se quedó dormida un rato. La despertó un mensaje que llego a
su teléfono, lo tomo y comenzó a leer.

 

”Hola Marian, soy el caballero del restaurante, me encanto
haberte conocido, eres muy amable y servicial, ese café estaba delicioso.

 

Por cierto, mi nombre es Arthur y quiero decirte que…

 

¡¡¡TE VOY A MATAR!!!

 

Marian se quedó atónita con aquel final del mensaje, no lo podía
creer lo que había leído. Trato de ver el número del cual había llegado el
mensaje pero, ¡¡¡NO TENIA NUMERO!!!




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