Un día más
El sol nace en el horizonte,
anunciando la llegada de un nuevo día. Diferente al anterior, sin embargo, a la
vez tan similar.
La sensación de rutina que a
veces quema mi piel se hace presente. Porque los días ya no existen, ya perdí
la cuenta de ellos. Las horas corren, pero pasan inadvertidas, porque no hay
sentido en prestar atención al tiempo cuando éste solo es un recordatorio de
que tu vida se acorta.
Un día más.
Arrastro mis grilletes, esos
que me atan. No aquéllos que puedes ver; los impalpables, pero presentes. Allí
están, porque los siento.
Observo al cielo, ahora
azul, pero no perpetuamente. Siempre en constante cambio.
Las nubes se alejan,
dejándose llevar por el viento. Buscando un mejor lugar donde plantarse a ser
contempladas.
Veo los pájaros volar en el
cielo, libres.
Y admiro su libertad. Porque
la envidio.
Cuando careces de lo único
que deseas, lo único que necesitas, ¿qué sentido tiene vivir?
El oleaje del mar se
acrecienta cada vez más, pero por más que los pensamientos invadan mi mente, es
inútil. No hay forma de huir, no hay forma de escapar de tu pasado. Él te
sigue, y te carcome. Lenta, dolorosamente.
Por eso lo acepto. Y cuando
un guardia se acerca a mí y me toma del brazo, sé que ya es la hora. Porque yo
no las cuento: es imposible. Las horas se sienten, se ven, se oyen, con
indicadores como éste.
Y por eso sé que ya es hora
de volver a mi celda, otra vez, a esperar, en completo silencio, un día más.