Y yo también me voy

Y yo también me voy

 

Por primera vez llega
a consulta en hora. Me sorprende y me encuentra detallando en la agenda
actividades para la semana que viene. Me saluda en forma demasiado afectuosa,
un beso en el cachete y una simulación de abrazo. Sus ojos brillan, trae
consigo el encanto que le gustaría tener; el mismo que, como dos ciegos,
venimos buscando desde hace medio año con escasos resultados. Algo ha cambiado.
No evito mostrarle también mi sorpresa.

—Bueno. ¿Cómo andas?
—digo en ese tono específico que busca transmitirle que me alegra verla mejor.

Sonríe, casi como con
culpa.

Toma esa pausa de
siempre, que hace antes de comenzar a hablar, como para engañar a mis tímpanos.

—Sí. Lo que pasa es
que… Te acordás que te dije que mi madre había conseguido la tarjeta de una
mujer que… Je, je… Ta, esa que no sé cómo hace que te pasa la mano por la
frente y te dice lo que te pasa. Ta, fui…La vi…

Contrarresto el
movimiento natural de abandonar la sonrisa. A pesar de todo sigue siendo una
puñalada en el hígado, una patada en los testículos. Pero ya he aprendido a
torcer los labios hacia arriba con algunos pacientes, a petrificar el gesto.

—Me acuerdo,
perfecto. La vez pasada me lo contaste. Que tu madre te había conseguido… una
mujer, así, que hace eso…

—Sí. Al final no fue
mi madre— sonríe—. Después te cuento eso. Pero ta, fui. Y eso que a mí las
cosas raras tampoco me gustan.

Momento de abandonar
la sonrisa.

—No. A mí no es que
no me gusten… Es que me parecen… raras. Ya hemos hablado muchas veces de esto.
Para mí, la salud y la enfermedad tienen más que ver con la mente que con el
mundo exterior. ¿Viste el video que te mandé de Watzlawick?

Se ríe.

—No —respondo por
ella que niega con la cabeza —. ¿Y el de japonés de las gotas de agua? Tampoco.
Muy largos, un embole. Después cuando tengas diez minutos, y si podés, mirálos.
Así podemos charlar de eso.

—No, ta, no los miré.
Pero escúchame. Te dije que me salía tres mil pesos.

—Sí, un mes de
terapia —Se me escapa.

—El edificio re
lindo, al lado del faro. Valió la pena la plata la vista desde el edificio. Un
lujo.

—Mm…

—Me dijo que me
recostara boca arriba en una camilla. Yo me sentía re incomoda.

—Y sí.

—Pero después puso
una música como oriental y me fui relajando. Prendió un incienso re rico y me
dijo que respirara por la boca y soltara el aire por la nariz.

—Sí…

—Y me puso la mano en
la frente, una mano caliente, muy caliente. Sentí algo raro, como si pasara una
electricidad entre la mano y mi cabeza.

—¿Electricidad?

—Sí. No electricidad
como electricidad. O sea… —Se ríe—. No quedé electrocutada. Fue como te digo,
fue raro.

—Ah, menos mal.

—Dejó la mano como un
minuto, no sé —piensa—. Un minuto, minuto y medio. Después me dijo que cerrara
los ojos. Yo esperé como cinco minutos y sentía que no se movía, a pesar de que
la música estaba bien baja. Después hizo sonar una campana y me dijo: abre los
ojos.

—¿Abre?

—Sí, abre. Hablaba
medio raro. Es dinamarquesa o algo por el estilo.

—¿Y entonces?

—Entonces nada. Digo,
no sentí nada raro. Me pidió que me levantara y me hizo pasar a una salita
lateral, sin ventanas. Me dijo que me sentara frente al escritorio, se sacó la
bata y se sentó del otro lado. Después se puso a escribir en una libretita. No
sé, estuvo así como cinco minutos. Cuando terminó levantó la vista y se me
quedó mirando a los ojos. Me sorprendió y no pude bajar la mirada. Me empezó
latir bien fuerte el corazón. Nos quedamos mirando. Eso sí fue raro —y se ríe.

—¿Qué te dijo?
—Intento acelerar la conversación.

—Me miró y me dijo…,
yo no lo podía creer, me dijo: vos los ataques de pánico los tenés por temor.
Vos le tenés miedo a decir la verdad. Hay algo que tuviste que haber dicho, que
te quedó atragantado, que no podés tragar. Por eso te duele el estómago y te
dan vómitos. Además, sería bueno que le digas a tu padre lo que sentís. O sea:
que cuando se divorció y se fue, para vos fue como si te abandonara. Tenés
miedo a decírselo a tu padre, pero también tenés algo turbio que decirle a
alguien más; algo que podría arruinar una gran amistad.

Me mira como el perro
que acaba de hacer una voltereta.

—¿Y ta?

—Sí. ¿Pero te das
cuenta que me dijo todo?

—¿Todo qué? —Corrijo
mi gesto. Esa chiquilina hace tiempo pone a prueba mi paciencia y debo hacer un
gran esfuerzo para no manifestar todo el desagrado que se me desborda.

—Me dijo toda la
verdad.

Medito la siguiente
respuesta.

—Te habló de dos
temas con los que hemos venido trabajando en terapia… La relación con tu padre
y la infidelidad con el novio de tu amiga…

—Sí… ¿Pero te das
cuenta de que me dijo todo con sólo ponerme la mano en la frente unos minutos?
Esa tipa es una genia.

Me mira sonriente.

—Bueno. Yo en
realidad me alegro de que hayas encontrado respuestas a tus interrogantes. Es
positivo que alguien haya logrado hacerle un nudo a algunas cosas que andaban
sueltas. Si a vos te gusta, y te sirve, a mí me parece que está bien que vayas.
Yo por lo general no estoy muy de acuerdo con estas cosas, pero debo reconocer
que la mente humana no tiene límites y que cada cual encuentra las respuestas
en lugares diferentes. La verdad…, me alegro.

Ella lo piensa. A
veces se cree una ajedrecista hábil; no lo es.

—Esto lo podemos usar
en la terapia.

Sonrío.

—Sí, claro —respondo.

—Es bueno que alguien
vea las cosas tan claras.

—Por supuesto.
¿Cuántos minutos duró la consulta? ¿Media hora?

—No, ni eso.
Veinticinco minutos… A la media hora ya estaba en la calle. ¿Podés creer?

—Increíble. ¿Y qué
vas a hacer ahora? ¿Vas a seguir con las dos terapias?

—Sí… La mujer me dijo
que tiene a tope la agenda, y que no me puede atender todas las semanas. Recién
conseguí una consulta cada cinco semanas.

—Bueno. Podríamos
trabajar de esa manera…

—Eso pensé yo.

—Cada cinco semanas
ella va a sacar las conclusiones de lo que trabajamos acá todo ese tiempo…
¿Algo así?

—Sí.

—Bárbaro. Espero que
podamos algunas veces sacar conclusiones diferentes, así te vale la pena —Y
muestro una de esas sonrisas que no se contagian.

—Ah, me olvidaba.
¿Sabés que no fue mi madre la que me la recomendó?

—¿No? —Pongo cara de
sorpresa.

—No. Yo pensé que
había sido ella porque ta, santiguó la casa y todo eso; y es re mística.

—Perfectamente pudo
ser ella.

—Yo pensé que sí. Es
muy de su estilo dejarme una tarjetita en la cartera. Pero le pregunté y dijo
que no, que no tiene nada que ver. Ahora que le conté lo bien que me fue, está
juntando plata para ir ella.

Me río.

—Ella me dijo que iba
a empezar también terapia con la colega que le recomendé… —pregunto aún
risueño.

—No, terapia no. No
le da para las cuatro cosas.

—Bueno, te repito: me
parece bien.

—¿Sabías que ella hoy
me venía a buscar?

—No, no sabía.

—Me parece que ya voy
a ir bajando.

—Pero te quedan vente
minutos.

—No importa, porque
así no la hago esperar.

Hago una pausa.

—Está bárbaro. Si te
parece nos vemos el jueves que viene.

Me saluda con un
abrazo, abre la puerta y se va.

Cierro la puerta y me
vuelvo a sentar.

Espero un minuto y
tomo el teléfono. Marco un número y llamo. Suena tres veces, y atienden.

—¿Cómo estás? Soy yo.

Me responden.

—Sí… En el
consultorio, amor… Se acaba de ir… Sí, te dije que era una tarada. Sos una hija
de puta, le cobraste tres mil pesos… Y media hora…

Amenaza hablarme
largo y tendido. Intenta contarme con detalles todo lo ocurrido. Empieza en el
momento en el que le puso la tarjeta en la cartera en la cola de McDonald. La
voy entrecortando, busco meter una frase en los pequeños silencios entre las
palabras. Aminora el ritmo hasta que se da por vencida y escucha.

—¿Le pediste la llave
del apartamento al cuñado de tu hermana? Se la sacaste ayer de noche mientras
cenábamos, la última vez que se levantó para ir al baño. Que hija… Supongo que
todavía no se dio cuenta. Devolvesela… No, llevasela antes de que se dé cuenta.
No te preocupes… Yo busco a los nenes… Sí, mi amor… No, nena… Llamamos a la
confitería… Nos vemos en un rato… Besos… Yo también… Chau… Nos vemos.

Cuelgo.

Pago el alquiler del
consultorio a la muchacha que en forma disimulada mira una serie en la
computadora.

Y yo también me voy.

 

 

 

 




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