CARTA AL TERAPEUTA

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CARTA AL TERAPEUTA

Lo cierto es que no recuerdo el momento exacto en el que empecé con esta… no sé cómo llamarlo, ¿costumbre? Algunos lo llaman manía u obsesión. Otros han llegado incluso a referirse a ello como un trastorno. Calificativos demasiado
exagerados para algo que no hace daño a nadie.

Y es que, por raro que parezca, soy incapaz de continuar mi camino si paso al lado de un clip tirado en el suelo. Efectivamente, un clip. Esos objetos de forma tan exquisita y apariencia plateada que se usan en las oficinas. Supongo que si llegan al suelo es porque a alguien se le ha caído.

¿Quién sería tan estúpido como para deshacerse de un objeto tan perfecto y útil? Llegados a este punto me gustaría aclarar que no soy un demente. Ni tengo parafilias extrañas. Ni soy un desviado, ni un loco. Un clip perdido tiene alma y una historia que contar. Y eso le hace especial.

Si la gente levantara la cabeza de los móviles mientras anda por la calle y se fijara en el suelo, vería que hay decenas de ellos. Cientos. Miles de estos objetos tirados y esperando a que yo los encuentre.

Como decía, no recuerdo cuando fue la primera vez que recogí uno de estos clips. Años. Tal vez décadas. Al principio, los guardaba en un lapicero en casa. Pronto me di cuenta que los bolígrafos del lapicero debían ser desalojados y reubicados para dejar hueco a los clips.

En poco tiempo, el lapicero quedó lleno. Era maravilloso ver la forma tan curiosa que tenían todos los clips juntos, y cómo, a pesar de que entraban de uno en uno, se enganchaban unos con otros formando parejas, tríos e incluso cuartetos. Había algo erótico en aquellas uniones.

No puedo evitar pensar que aunque a nuestros ojos todos los clips son iguales, salvo tal vez por el tamaño, entre ellos se ven diferentes y se unen por afinidades. No obstante, el hecho de que la mayoría permanezcan aislados me da pie a pensar que los clips, por regla general, son objetos solitarios. Si pensabas que iba a decir seres solitarios en vez de objetos solitarios, te has equivocado.

Ya dije antes que no soy un maldito trastornado. Como decía, al principio usé un lapicero para guardar mis clips. Pero pronto tuve dos, tres, diez lapiceros llenos hasta arriba. Después llené mi primer florero. Ya tengo cuatro floreros igual de llenos. Hubo un tiempo en el que me dio por llenar menaje de hogar: calderos, vasos, tazas. ¡Ya llevo dos juegos completos de menaje usados para guardar clips! Es maravilloso.

Ahora tengo un proyecto ambicioso entre manos, pero lo cierto es que cada vez me cuesta más encontrar clips en mi ciudad.

Estoy planeando un viaje a alguna gran ciudad con el único propósito de recoger clips abandonados y perdidos.

Como decía, tengo un proyecto ambicioso en mente, que ya he iniciado y que tengo a medias. Estoy llenando de clips la funda de mi almohada. Mi almohada nunca ha sido demasiado cómoda, así que el proyecto es doblemente beneficioso.

También estoy pensando la forma de llenar el colchón, o al menos de crear un colchón de clips. Nada me haría más feliz que dormir con mis clips.

Sé que me llevará años conseguirlo pero, ¿quién tiene prisa? Soy un hombre sano de mediana edad, y mientras pueda, recogeré clips. Hay quien se dedica a coleccionar llaveros, y eso sí es de pirados.




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