Marshall

Marshall

Y de pronto apareció de la nada ¿Cuánto había pasado, 2, 3, 4 meses?

Marshall no lo recordaba, pero Denise había llegado a iluminar un cielo gris, de la misma manera que siempre lo había hecho. Lo había tomado por sorpresa, con la guardia baja, como una ola espontánea y totalmente inexplicable en medio de la marea en calma, refrescante cuando golpea, feroz cuando te arrastra, pero tan enervante que solo deseas que vuelva a ocurrir, que vuelva a aparecer.

Marshall la miró con disimulo desde su asiento en el autobús, pero la mirada de ella atrapó la suya, sintió como un par de dagas se enterraban en sus cuencas hasta penetrar su cerebro, ella pareció vacilar ¿iría hacia él? No fue así, en cambio ella se sentó en la hilera opuesta de asientos, el chico no se había percatado del vacío que sentía en el estómago hasta que esté hubo desaparecido, eso era lo que quería ¿no? Que ella se mantuviera lejos de él, pero ¿Por qué se sentía ligeramente decepcionado? Como si en el fondo lo que más hubiera querido fuera que ella se sentara junto a él…

Eso no importaba, Marshall se colocó los audífonos y se perdió en la música, o lo habría hecho de no ser porque ella estaba tan cerca, casi sin notarlo, Marshall volteaba a ver a Denise con frecuencia.

Un par de veces ella había volteado al mismo tiempo que él y sus miradas se habían trabado por breves instantes, apenas segundos. El vacío y las dagas hicieron su acto de presencia en cada ocasión, si verla subir al autobús había sido una ola, entonces sus encuentros furtivos eran tsunamis capaces de borrar su cordura, todo a su alrededor estaba tenso, el aire era denso, casi liquido. Y aún así, se sentía demasiado vivo, sentía su presencia y eso podía hacerlo sentir como si viviera en el pasado, como si todo fuera como antes.

Su cama era suave y reconfortante, sentir como el colchón cedía bajo el peso de su cuerpo solía hacerlo más consciente de cada centímetro de su cuerpo, algo parecido había pasado esa misma tarde cuando Denise había bajado del autobús, las miradas de ambos se encontraron, pero en esa ocasión los ojos de ella mostraron una expresión rara, como si deseara que Marshall bajará junto con ella, obviamente Marshall había hecho caso omiso de ello, pero allí, tendido sobre su cama, no haber bajado junto a ella comenzaba a abrir una terrible incertidumbre en el chico, una incertidumbre que amenazaba con robarle el sueño durante muchas noches como ya había ocurrido antes.

Tenía que admitir que ver a Denise había sido demoledor y extrañamente nostálgico, como si, a pesar de todo el dolor, ella siguiera siendo la misma chica que una vez lo había hecho sentir en el cielo y no la que lo había hundido en el infierno de la incertidumbre sobre que había sido correcto o incorrecto.

Los recuerdos se arremolinaban desenfrenadamente reclamando un lugar en su mente, como una horda enfurecida intentando derribar las puertas de un viejo castillo con la fuerza de arietes, no importaba que tan duro luchara Marshall por mantener los recuerdos al margen, estos arremetía con más fuerza mientras las lágrimas pugnaban por escapar de sus ojos ¿Por qué todo tenía que ser así de complicado?

Súbitamente se levantó de su cama, una vez en pie se dirigió a su armario, hurgó entre su ropa y sacó una pequeña caja donde guardaba “cosas importantes”, entres esas cosas se encontraban algunos intentos de canciones para guitarra de su autoría, las cartas que Denise le había escrito, algunos dibujos hechos a lápiz, un par de pulseras y algunos tesoros menos significativos, pero de alguna manera importantes para el joven. Se dirigió de nuevo a su cama y releyó las viejas cartas de Denise, esta vez las lágrimas no fueron contenidas, lentamente dejó que resbalaran sobre su rostro, como el paso del tiempo y las palabras que antaño parecieran una nueva filosofía y un dogma de vida para el chico perdidamente enamorado que había sido Marshall, palabras cuyo significado había sido borrado al igual que el polvo de su rostro tras la estela de las lágrimas surcando sus mejillas. Todo eso era doloroso sin duda, pero de alguna manera también era extrañamente reconfortante, se sentía como el explorador que se encuentra con una antigua epopeya grabada en piedra cuyas palabras son totalmente desconocidas, pero que aún así no puede evitar maravillarse ante tal descubrimiento, en ese momento las cartas parecían ser iguales, increíblemente bellas, llenas de declaraciones de amor eterno y promesas jamás cumplidas, pero sin un significado aparente. Sentía la nostalgia sí, pero esta no amenazaba con derribarlo como de costumbre.

Un par de golpes gentiles en su puerta lo sobresaltaron, arrancándolo del hilo de los recuerdos y trayéndolo de vuelta al presente. Su madre volvió a llamar a la puerta antes de preguntar:

-¿Puedo pasar?-

Marshall se limpió las lágrimas y se aclaró la garganta antes de mascullar un sí apenas inteligible, como pretendiendo estar medio dormido.

La puerta se abrió a la mitad y el rostro de su madre se asomó por el umbral, su expresión era demasiado serena para tratarse de la madre de tres adolescentes.

-¿Cuánto tiempo va a estar esperando esa niña allí afuera?- preguntó sin preámbulos, y una vez lo hubo dicho volvió a cerrar la puerta.

Marshall se quedó estupefacto ante la escena que acababa de desarrollarse frente a él, instintivamente volteó hacia su ventana y la vio, Denise estaba parada frente a su casa, como un a aparición sobre la acera gris. Un espectro con vestido negro observando con paciencia, el cabello oscuro y corto enmarcaba su rostro, se veía tan hermosa como la primera vez que la había visto…

¡Joder!

¿En qué diablos estaba pensando?

“No, no otra vez” comenzó a repetirse dentro de su cabeza, estaba seguro de que dolería, pero aún así, por dentro, su corazón deseaba lo que deseaba y no importaba el resto.

Denise comenzó a caminar, Marshall apenas y lo notó, como si fuera realmente una aparición que por fin se marchaba. Normalmente esto debería de traerle calma, pero no en esa ocasión, la perspectiva de dejarla ir de nuevo lo aterraba, quizás aún más que volver a comenzar con algo que seguramente lo heriría, tal vez eso era lo correcto, dejarla ir. Seguramente ella sólo reclamaría o le diría que tan mal había hecho las cosas, pero no, ella no estaba allí para volver a victimizarse, de otra manera ella habría llamado a la puerta para dejarle en claro que él era el que estaba mal desde el inicio, sin embargo no había sido así, en lugar de ello Denise había esperado afuera sin atreverse a llamar a la puerta, simplemente había estado pensando “¿cierto?”. Ella se había limitado a observar y reflexionar, eso quería decir que ella estaba allí por alguna razón en concreto y aún así había decidido irse sin siquiera intentar hablar con él, la sensación de vértigo y vacío apareció en su estómago por enésima vez en ese día.

¿Acaso estaba sintiendo decepción por el hecho de que ella no lo hubiera buscado para decirle lo que quería? ¿o simplemente deseaba volver a tenerla cerca? ¿Acaso era una advertencia de que no debía acercarse a ella?

De cualquier manera eso no le importó, salió disparado escaleras abajo, abrió la puerta de la entrada sin molestarse en cerrarla de nuevo y corrió hacia ella, hacía su pasado, hacia la chica a la que más había amado. El viento revolvía su cabello, entraba en violentas ráfagas en su pulmones, los músculos de sus piernas se sentían tensas, a decir verdad todo él se sentía tenso,  La distancia parecía enorme incluso parecía como si el tiempo se alargará eternamente, como si cada segundo fuera un año entero. El miedo volvió, quizás debería dar la vuelta y dejarla ir, sin embargo, dentro de él sabía que era demasiado tarde para volver, había tomado su decisión y tendría que continuar, lo que pasará después no tenía importancia en ese momento. 

Ella no volteó, no había necesidad, la alocada carrerade Marshall había sido lo suficientemente ruidosa para delatarlo. Cuando el chico por fin estuvo al lado de Denise tocó el hombro de la chica con delicadeza, entonces ella volvio la vista atrás y lo miro a los ojos con firmeza. Algo se volvió a romper dentro de Marshall, ella siempre había sido un apoyo en sus peores días, pero ahora se sentía como si eso hubiera pasado hacia una eternidad, como si se tratara de la vida de alguien más y no la suya propia. A pesar de todo ello el chico esbozó una sonrisa genuina antes de decir entre toses y jadeos lo único que le pareció adecuado:

-Hola, cuanto tiempo…-




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