“¡NOS TRAUMÓ LA MANTEQUITA”

“¡NOS TRAUMÓ LA MANTEQUITA”

Angelito, era la “piel de Judas”. Llegó, (como acostumbran a desatarse las desgracias), sin previo aviso. Lucifer, digo, Angelito, llegó a nuestras vidas, un fatídico catorce de septiembre, del año dos mil seis. Apenas, un par de meses antes, de que tuviera sitio, una de las peores inundaciones de Santa fe, acaecida el año siguiente. Todavía recuerdo las canoas, juntando gente. Ayudándolas a rescatar, lo poco que les quedó. Aún recuerdo a nuestro abuelito “Japón” (apodado así, por sus ojos pequeños, como signo de coma). Cocinando grasosas y deliciosas tortas fritas, (mientras, la cocina con la que freía las masas, navegaba con alevosía, arrastrando consigo, todo lo que halló a su paso. Televisor, heladera, cinco cajas llenas de clásicos del tango, etc. Y allí estábamos, nosotros, Diego, Martín y Leandro, devorando esas tortas fritas, (ocultos bajo un cubículo de chapas viejas), mientras una lluvia implacable y bochornosa, caía con virulencia, como una diabólica balacera de penares, dolor y olvido. Acribillando a sangre fría, las luminarias de Cupido. A todo esto, un precioso ovejero alemán: apodado: “Osito”, nos abrigaba entre sus patitas, para protegernos del crudo frío. Como un imbatible Hércules canino, atrapando los fortísimos relámpagos, con su mullido pechito dorado, hecho de inagotables tormentas de estrellas. 
Recuerdo esa tarde, con gran dolor. Todavía nos hallamos allí, en el páramo de los sueños , atravesando esas bochornosas olas, vestidos como cirujas: con sacos viejos y apolillados, camisetas raídas y descoloridas, y un par de zapatillas, apretadas, (cada uno). Pues bien, Angelito era feo, pelado y rosado, (cuando nació). Era lo más parecido, a las crías de las ratas, cuando las segundas, dan a luz. Ni bien nació, se acabó la paz familiar. Era odioso, cabezón y llorón, (como un malévolo marciano, pero con apariencia humana). 
¡Jodido mocoso! 
¡No dejaba dormir a nadie! 
Es más, cuando chillaba, (que, en general, solía ser la mayor parte del día), lo hacía con un chillido tan agudo y potente, (que nos hacía salir humo por las orejas).  
“¡Como si fuese un maldito cerdo, y estuvieran a punto de llevarlo al matadero!” 
¡Para sacrificarlo! 
Tal es así, que los entrometidos de mis vecinos, salían corriendo, rumbo al quiosco más cercano, más rápido que correcaminos. Con el único fin de comprar tapones para los oídos, y, conseguir así, “el tan anhelado sueño”. Pero la historia, no termina ahí, el monstruito creció, y el número de diabluras, multiplicó por mil, su diminuta estatura. A saber, le mordió la nariz a “Osito”, le zarandeó las orejas a Poludo, (nuestro gato siamés), y hasta llegó a cortarme el pelo, (estando yo, dormido), (dejándome, casi pelado). 
¡Maquiavélico monstruo! 
¡Era la absoluta reencarnación de Chucky! : “el muñeco maldito”. 
¡Mierda! 
“¡Era más peligroso, que mono con navaja!” 
Y, como les conté: nuestra vida cambió; para bien o para mal, el día, que Angelito, nació. Hoy, el endiablado mosquito, tiene ya, diez años cumplidos. Y un mundo precioso, y un millón de travesuras por aprender. Además, aprendió a cantar en inglés, le encanta la matemática, “y a la computadora, la hace de juguete”. 
¡Condenado ratón cibernético! 
Y lo más importante, está dejando de ser “mantequita”, ya no grita, ni chilla como un puerco, para que le consientan los caprichos.  
¡Está aprendiendo a pedir las cosas! 
Y detesto decirlo: pero, creo que comencé a tomarle mucho cariño. Después de todo, es mi hermano, ¿no? 
Y si al principio, lo odié con el alma, y no lo quería ver ni en figuritas: “hoy miro al cielo, gozoso, y tras guiñarle un ojo a Dios, le grito a Señor, con todas mis fuerzas”: 
¡Gracias, Padre nuestro! 
 
“¡Bendito sea el día, en que nos traumó la mantequita!” 



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