“DESHOJANDO CARICIAS AL VIENTO”

“DESHOJANDO CARICIAS AL VIENTO”

La música de Mozart, danza en mis oídos. Mientras camino por los lunares de la fragante

luna, de tus volcánicos pezones de ciruela, mis manos tejen estrellas. Abrazos

imaginarios nadan en los revoltosos maremotos de tu piel cubierta de besos.

De tus ojos siderales, entre cúpulas de algodones y hierba fresca,

mojo tu sexo,

tatuado de guirnaldas y jazmines, con la savia almibarada del celestial rocío de

mis besos. Entre sueños.

De esos besos que diluvian en tu piel, que deshojan hechizos de volutas de cielo, que

calcinan el sol, como lenguas de magia,sedientas de fuego. Sedientas de amor.

Y subo a mi balsa de polvo de estrellas. Y recorro tus mares, de siluetas vacías. Mientras

el rosado pomelo del ocaso, se despide de mis ojos. Ojos que jamás volverán a

pestañear, bajo el apasionado rosa intenso de sus alas. Y punzó mi pecho el dolor y

sangró mi piel cobriza, el veneno carmesí de tu diabólica sonrisa. Y el río Pose devoró…

hasta los últimos vestigios de mis huesos. Cerré mis ojos, mientras moría. Y me perdí

entre las galaxias del frío sueño de Morfeo.

Y desperté, en un infierno de cristal, tan lejano y tan vacío, similar al Polo Norte. Y

caminé, bajo la prístina corteza de los cancerígenos cristales del silencio. Pero no te

hallé. Y súbitamente, el viento sopló. Como un huracán desgarrador y mortal. Y nevó.

Y una lágrima de nieve, arañó la investidura de el puto verano de mis labios. Y creí

divisar a lo lejos, un jardín de mariposas, que bailoteaban en el aire de los suspiros

de las diosas. Y corrí, como un potrillo desbocado rumbo a su encuentro. Pero al

llegar allí, ese dulce espejismo se derrumbó, como un Torre de Babel hecha de

naipes,o el vacío existencial de la sideral elipsisdel letal humo de un cigarrillo.

“¡Qué visceral dolor!”_ aulló mi alma como el demonio, bajo el gris caparazón de un

corazón vuelto cenizas.

“Y te lloré. Te lloré en blanco y en negro. E imaginé que volabas, como un barrilete con

destino a Marte, o la colorida pincelada de una ardiente supernova, galopando como

un beso tras un festival de arcadas, vomitando el epiléptico veneno de su adiós”.

En ese preciso instante, miré el cielo. Y los huracanes de mi alma, habían despellejado

pueblos y ciudades. Y justo en ese instante, un objeto inanimado, se estrelló cual

meteoro sobre la tierra. Se trataba de una paloma herida. Con una herida mortal. Y

Lucifer, se sentó en el banco. En el banco de granito de la plazoleta de mi vida. Y

acto seguido, tras mofarse en mis narices, lanzó un feroz escupitajo sobre sus alas

sin raíces y le dictaminó pena de muerte, tornando en sangre sus cicatrices. Y justo

en ese mismo momento, sopló mi paupérrima esperanza, con la potencia de un alud.

Y morí como un rufián alcanzado por balazos, moribundo entre las sombras y

adormecido en tu regazo, plantaron mis lágrimas su cruz, y el viento ahogó la luz del

alma. Y aquí estoy, deshojando caricias al viento. Pues esa paloma, mi dulce amada,

esa paloma… ¡eras tú!




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