Ardiente locura:
Apagamos la última farola de aquella calle,
que sino recuerdo mal bautizamos como “calle del reencuentro”.
Nos dieron las seis después de mil besos por el mundo de la esperanza,
de volver a arropar tus mañanas.
Volvimos a creer en la nostalgia que no hace daño,
en los guiños sin segundas mitades,
porque con las primeras nos bastó para cogernos cariño.
Toqué tu alma en el primer roce con tu cuello,
al apartar con disimulo tu pelo,
ya sabían mis dedos que volverías a mirarme sin sentirme ajeno.
Borracho de ganas,
por susurrarte al oído tus sueños,
los que cada madrugá’ te cuentas con miedo.
Que tierna en ese instante,
un reloj paró el tiempo…
Tú creyendo que no serias capaz y yo incrédulo,
cuando me decías que no eras fuerte,
y ¡por acabose de la Luna de invierno!
¿Cómo vas a ser débil, tu cariño,
que la primavera me enseñaste desde tus ojos casi negros?
Y suspiras mientras el roce de piel con piel forma una caricia,