A su lento paso las puertas se abrían. Era una fiesta: gente afuera de sus casas, niños corriendo, hombres con los brazos abiertos arrojaban flores, frases soleadas. Todo aquel cortejo cantaba la vida de Eusebio, el orate, el bohemio amoroso del pueblo.
Una sola puerta se cerró para iniciar aquella santidad: La del ataúd…
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