Doncella y amante
– ¡Genial! ¡Ya tengo el paquete que pedí! ¡Al fin llegó!
Hacía casi un mes que había pedido un disfraz de doncella francesa y ya lo tenía en mis manos. En la página donde lo compré tenía muy buena pinta pero ahora era el momento de la verdad. Abrí corriendo el paquete sin ningún miramiento, rompiendo por completo todo el paquete. El disfraz estaba compuesto por un vestido negro hasta mitad del muslo, un pequeño delantal negro con borde blanco y un lazo para el pelo. El vestido es muy sexy con los laterales semitransparentes y en la parte de atrás tiene una tira blanca que cruza la espalda para poder ajustarlo. Me lo probé todo, me mire al espejo y me encontré muy sexy.
Después de probarme el vestido llamé inmediatamente a Luismi para pedirle que no hiciera planes para por la noche.
Cuando llegó a casa le pedí que cogiera dos copas, abriera una botella de vino, pusiera velas y algo de música para hacer el momento más acogedor. Mientras él acondicionaba el salón yo me estaba preparando en la habitación.
Me puse mascara de pestañas que hacía que mis ojos fueran más luminosos, me pinté los ojos para darles un aspecto atigrado y me puse un gloss en los labios que los hacía muy apetecibles, incluso para mí. Me enfundé las piernas en unas medias con liguero y un tanga negro de encaje y rematé mi disfraz con unos tacones infinitos que afilaban mis piernas y resaltaban mi culo. Me miré por última vez al espejo, me alisé el traje y me dispuse a salir de nuestro cuarto.
Según iba andando por el pasillo, a propósito, hacía sonar fuerte mis tacones al ritmo de mis caderas. Cuando llegué al salón, Luismi estaba sentado en el sofá fumando un cigarro, me miró y dijo:
– Wow, estás… estás… wow
Al mismo tiempo que balbuceaba esas palabras, su pantalón cobró vida. Una muy evidente erección se hizo visible.
Giré sobre mí misma para que me viera bien y pasé por delante de la mesa cotoneando mi cuerpo hasta sentarme a su lado en el sofá. No dejaba de mirarme de arriba abajo y su erección parecía que también quería mirarme.
– Veronika, estás tremenda. Estás muy sexy y muy guapa. A ver, levántate otra vez y déjame verte
Me puse de pie como me había pedido, me ajusté bien el pecho y le hice un pequeño pase hasta terminar con mi culo en pompa y levantándome la parte de atrás de la falda mostrándole el tanga y tapándome la boca con la mano como si hubiera hecho algo malo. Este último movimiento le provocó que se mordiera el labio inferior deseándome más si cabía.
Me volví a sentar a su lado. Le di un beso en la mejilla y me moví rozando con mis labios su cara hasta la oreja y le dije susurrando al oído:
– Hoy voy a tu ser cocinera en la cocina, doncella en el salón y amante en la cama.
Con la punta de mi lengua pasé por el perfil de su oreja lamiéndola por completo y Luismi se estremeció de placer.
Nos levantamos del sofá y nos fuimos a la cocina para preparar la mesa. Mientras cortaba las verduras para la cena, Luismi se acercaba a mí por detrás y pegaba su entrepierna a mi culo para que notara su enorme erección. Al mismo tiempo que se frotaba contra mi pasaba su manos por debajo de la faldita y el tul del disfraz y levantaba los elásticos de mi tanga para acariciarme el pubis. Con uno de sus pulgares jugaba con mi clítoris mientras que con la otra mano dibujaba mis labios que empezaban a mojarse. Sin que él me viera cerré los ojos de placer y me mordía el labio al tiempo que apretaba mi culo contra él.
– Luismi, déjame terminar de cortar esto porque como sigas me voy a cortar un dedo.
– Ok, ok, te dejo tranquila.
Me besó en la mejilla saco sus manos de mi tanga y se chupó el dedo corazón que se veía brillar untado por mis fluidos.
– Mmmm, que rico aperitivo.- y me guiño un ojo.
Con la cena ya lista nos dispusimos a disfrutar de la comida y del vino, sentados uno enfrente del otro para así poder mirarnos a los ojos. Sin que él se diera cuenta me quité un zapato, extendí mi pierna y comencé a subir por una de las suyas hasta llegar a su entrepierna. Me miraba sorprendido.
– Si quieres acabar de cenar, estate quieta
– ¿Qué! No estoy haciendo nada.- y acompañé esa frase con un viaje de mi lengua por mis labios para mostrarle lo caliente que estaba.
Terminamos de cenar y nos dirigimos de nuevo al sofá. Brindamos de nuevo por nosotros y le quite la copa de la mano y la puse en la mesa. Me subí encima de él y comenzamos a besarnos. Me puse el escote por debajo de los pechos para dejarlos al aire e inmediatamente Luismi empezó a lamerlo y chuparlos. Le agarre fuerte del pelo y tiré de su cabeza para atrás para volver a besarnos y jugar con nuestras lenguas en un baile muy mojado. Con él a mi merced me frotaba y me frotaba contra su pene a través del pantalón. Le oía gemir con mi boca pegada a la suya. Yo seguía y seguía restregando contra él, mi orgasmo iba a llegar. Me apretaba, fuerte, más fuerte y rápido, más rápido. ¡Oh sí, aquí está mi preciado placer! Me quede encima de Luismi, respirando hondo mientras me acariciaba. Me levanté y me percaté de que sus pantalones tenían una pequeña mancha como si estuvieran mojados. El orgasmo fue tan intenso que había traspasado el tanga y le mojo el pantalón. Le miré un poco sonrojada y le dije:
– Ups, perdón
– Veronika, no seas tonta, si llegas a moverte tres veces más los pantalones estarían manchados también por dentro. Por cierto, ¿A dónde crees que vas?
– Voy a…
No me dio ni tiempo a acabar la frase, me agarro del brazo fuerte y tiró de mí, me quitó el tanga, me inclinó contra el sofá y sin esperarlo, por lo rápido que se quitó el pantalón, me penetró fuerte, hasta el fondo. “Otra embestida como esta y me corro otra vez” pensé. Volvió de nuevo a penetrarme fuerte y grite de placer “Ah, joder, sí, que gusto”.
Estaba completamente desenfrenado, me embestía con fuerza, con mucha fuerza. Agarró una de mis piernas y la puso encima del sofá, estaba abierta por completo para recibirle de nuevo hasta el fondo. Salió y al tiempo que entraba de nuevo me dio un azote. Nunca lo había hecho antes pero el picor y el calor que se produjo en mi culo me excitó más. Le pedí que lo hiciera otra vez. ¡Plas, plas! Sonaban los azotes en mi culo.
– Sí, cariño, otra vez, hazlo otra vez, más fuerte.
Me penetró tres veces más al mismo tiempo que azotaba.”Dios, que placer me estaba dando”. De repente me cogió de la coleta y tiro de ella como si fuera las riendas de un caballo. Empujó fuerte de nuevo y se corrió, tirando de mi coleta y agarrando fuerte mi cadera. Gritamos los dos como locos del orgasmo que estábamos teniendo.
Agotados, sudorosos y con la boca seca nos dejamos caer en el sofá y nos bebimos de un tirón lo que quedaba en nuestras copas.
Me miró sonriendo y me dijo, con la respiración entrecortada:
– Si alguna vez te vuelves a poner ese vestido para limpiar no te doy tiempo a que cojas la escoba.
Nos reímos a carcajadas.
Un día hice la prueba. No me dio tiempo ni abrir el armario de la limpieza.
Definitivamente el dinero gastado en el disfraz valió la pena.
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