Atada

Atada


¡Qué barbaridad, las 3 de la mañana y yo aún despierto y mañana tengo una
reunión muy importante!

 

Desde
que ascendieron a Alejandro hacía más de 2 meses que no dormía bien. El ascenso
conllevaba un importante aumento de sueldo pero también una gran
responsabilidad por lo que se encontraba estresado y un poco desbordado.

 

Estaba
en la cama viendo los canales internacionales de noticias mientras su mujer,
una preciosa alemana rubia y esbelta, dormía plácidamente a su lado. Alejandro
comenzó a cambiar de canal ya que las noticias le estaban aburriendo. Su mujer
dio un pequeño suspiro en su reconfortante sueño, él la miró y le dio un beso
cálido en los labios seguido de un te quiero.

 

En su
afán de intentar ver algo que le entretuviera en su noche de insomnio, llegó a
un canal rumano en el que aparecía la chica del tiempo. No es que la
información meteorológica fuera muy interesante si no que la chica que estaba
en pantalla presentaba el programa en tanga y sujetador. Alejandro soltó una
carcajada y se quedó mirando el programa. Según iba hablando la presentadora se
iba desabrochando el sujetador y Alejandro comenzó a notar que tenía una
erección. Se estaba excitando con la chica del tiempo. Continuó observando a la
presentadora. Cuando esta cambió de mapa para hablar sobre Asia se agachó y
deslizo el tanga por sus largas piernas hasta dejarla caer al suelo. –
¡Ostia!-. Dijo casi gritando sin querer Alejandro. Esto le excito aún más. Miró
a su mujer por si la había despertado pero ella seguía disfrutando de su viaje
por las sabanas. Ese vistazo a su mujer y el comprobar que ella no se
despertaba le dio una idea.

 

Con
mucho cuidado se giro y abrió uno de los cajones de su mesilla. En él había una
gran variedad de juguetes sexuales. Algo que a los dos les gustaba bastante.
Movió con cuidado un bote de lubricante y un consolador y debajo encontró dos
pares de esposas. Las cogió y las puso encima de la mesilla. Alejandro se
levantó con cuidado y fue a buscar en el cajón de su ropa dos fulares. Ya con
ese arsenal estaba preparado para su plan.

 

Se
volvió a la cama, se acercó a su mujer y comenzó a acariciarla desde el hombro
izquierdo hasta la mano. Le cogió la muñeca, le puso un extremo de las esposas
y con sumo cuidado levanto el brazo hasta el cabecero de forja para enganchar
allí el otro extremo de las esposas. Sigilosamente hizo lo mismo con el brazo
derecho de su mujer.

 

Continuando
con la idea que le rondaba por la cabeza, empezó a deslizar sus manos por el
cuerpo de su esposa hasta llegar al tanga que tenia puesto. Por fortuna para
él, era de esos tangas que tienen enganches por los lados, por lo que no tuvo
que hacer mucho esfuerzo para dejar al descubierto el pubis rasurado de su
bávara. Empezó a bajar por las piernas con los fulares en las manos hasta llegar
a los finos tobillos. Cogió primero el tobillo derecho e hizo con uno de los
fulares un nudo. Deslizo más hacia la derecha la pierna y ató el otro extremo a
la parte de los pies de la cama, también de forja. Con el pie izquierdo hizo la
misma operación. Se incorporó un poco, observó a su mujer y la vio
completamente desnuda, dormida y con los brazos y las piernas atadas.

 

Con
esa imagen se agachó con cuidado y empezó a acariciarla muy suavemente las
piernas. Acariciaba una y besaba la otra. Cambiaba de pierna y hacia lo mismo.
Ya estaba por encima de las rodillas y seguía besándola mientras sus manos
tomaban la delantera y llegaban a la cadera de ella. Las manos eran como si
tuvieran vida propia y mientras él se entretenía en sus muslos, las manos comenzaban
a tocar el pubis, se movían hacia las ingles y rozaban los labios suaves y
rosados de la vagina de su esposa. Alejandro estaba ya muy cerca del sexo de su
mujer y pasaba la lengua por el interior de los muslos hasta tocar con la punta
de la nariz los labios exteriores. Alzó un poco la cabeza para ver si ella se
había despertado. Aun seguía durmiendo pero Alejandro apreció que ella se
estaba mordiendo el labio inferior como si lo que su marido le estaba haciendo
le estuviera dando mucho placer. Él se quedo pensando y se tuvo que tapar la
boca para no dejar escapar una carcajada. – ¡Está teniendo un sueño húmedo! -.
Pensó.

 

Volvió
a bajar la cabeza y allí tenía de nuevo el sexo de su mujer, se acercó y lo
besó apasionadamente, como si fuera un beso real. Pasaba la lengua por la
vagina de ella, succionaba los labios, los lamia. Ayudado por las manos, abrió
un poco la vagina y dejó al descubierto el clítoris. Se acercó poco a poco y
pasó suave, muy suavemente la punta de la lengua por él. Su mujer gimió. – Mmmm.-
Siguió pasando la lengua, jugando, haciendo círculos y saboreándolo. Notó que
su mujer estaba húmeda. Al ver que su esposa se estaba excitando por ese
“sueño” que estaba teniendo, Alejandro continuó.

 

Empezó
a subir por su cuerpo besando su estomago y sus manos, de nuevo, tomaron la
delantera. Esta vez agarraban con fuerza por debajo los pechos de la alemana.
Él siguió subiendo y sus manos coqueteaban con los pezones hasta que estos se
pusieron duros y erectos. Cuando Alejandro llegó a la altura de la cara, con
mucho cuidado la besó y al mismo tiempo y con mucho más cuidado comenzó a
penetrarla. Poco a poco, de manera muy suave. No quería que se despertara y
tampoco quería hacerla daño. Ella seguía mordiéndose el labio y gimiendo de
placer.

 

Al no
querer despertar a su mujer, Alejandro la penetraba despacio, salía y entraba
muy despacio, era algo nuevo. Notaba con más claridad lo mojada que estaba ella
y eso le hacía excitarse. La penetraba hasta lo más profundo y notaba como su
pene llegaba hasta el fondo de su vagina. Cada vez que llegaba al fondo, ella
soltaba un gemido. – Mmmm, mmm.- Alejandro no podía más, estaba a punto de
explotar dentro de ella. Paró un momento pues quería seguir disfrutando de lo
que estaba haciendo. Siguió con la lentitud y el cuidado con lo que la estaba
penetrando. Entró dos veces más hasta el fondo y observó que su mujer había
tenido un orgasmo. Ella estaba muy húmeda y muy caliente por dentro. Él aguantó
solo una vez más y se corrió. Tuvo que morder la almohada para no gritar por el
tremendo orgasmo que acababa de tener. El haber tenido sexo con su mujer
despacio, con sigilo y sin que ella se diese cuenta le había hecho tener uno de
los mejores orgasmos de su vida.

 

Exhausto
se echó a un lado, desató a su mujer y se quedó dormido.

 

A la
mañana siguiente, se levantaron los dos, se besaron y se pusieron a desayunar.

 

Ella
le dijo:

 


Sabes cariño, ayer tuvo un sueño, uuff, como te los explicaría… muy caliente

– ¡Ah
sí! ¡Cuenta, cuenta!

 

 

Caroline
Tales

 




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