La sesión de fotos

La sesión de fotos

– Chicos,
muchas gracias por venir a mi cumpleaños. La verdad lo agradezco un montón. Con
amigos así una se siente muy feliz.

– Venga
mujer, no te pongas sentimental y sécate esas lagrimitas. Toma, un regalo de
parte de todos.

– ¿Qué
es?

– Tú
ábrelo, no seas preguntona.

 

Con
las manos temblorosas y la mirada un poco borrosa por las lágrimas, abrí el
sobre que mis mejores amigos me acababan de entregar. Dentro del sobre había un
papel de tacto sedoso, de color plateado en el que se podía leer:

 

“Vale por una sesión de fotografía erótica en el estudio de fotografía de
Erika Enovic”

 

– Eh…,
no sé qué decir. Esto me parece demasiado. Además, no sé qué erotismo va a
sacar Erika de este cuerpo.

 

Erika
Enovic era una de las mejores fotógrafas de lencería y fotografía erótica
europeas. Hacía unos dos meses que había ido a una exposición suya y todas las
fotos, sin excepción, eran excelentes. Me quedaba mirando a las modelos y me
imaginaba a mi misma en ellas.

 

– Pues
primero, lo único que tienes que decir es gracias y segundo, que te calles,
cojas el vale y lo disfrutes. ¡Ah, eso sí! Después nos las tienes que enseñar.

– Ok,
os lo prometo.

 

Cuando
todos mis amigos se fueron después de la fiesta me quedé sentada en el borde de
mi cama mirando el vale y pensando si merecería la pena ir. Una chica como yo,
con unos cuantos kilos de más, recién salida de una depresión eterna y con más
de un complejo, seguramente no saldría ni medianamente bien en una sesión de
ese tipo.

 

Me
levanté de la cama con el vale en la mano y me dirigí al baño. Me miré al
espejo, me lavé la cara, respiré hondo y lo tiré a una pequeña cesta para
basura.

 

Me
fui a la cama llorando.

 

Por
la mañana, abrí los ojos, miré al techo y me dije a mi misma que no podía
permitir que la depresión volviera ni medio segundo. Me levanté rápido, me fui
al baño y cogí de nuevo el vale. Fui decidida hacia el salón, busqué mi bolso y
cogí el móvil.

 

– Hola,
buenos días, ¿es el estudio de Erika Enovic?

– Sí,
dime, yo soy Erika.

– Señorita
Enovic teng…– me cortó inmediatamente.-

– Por
favor, querida llámame Erika, que no soy tan mayor.

– Perdón,
Erika, tengo un vale para una sesión de fotografía erótica y me gustaría saber
cuándo podría ir.

– Ah,
muy bien. Pues si quieres puedes venir esta tarde sobre las 4 que acabo de
tener una cancelación.

– Ah,
pues…sí… Vale, esta tarde me paso. ¿Tengo que llevar algo?

– Pues
si tienes algún tipo de lencería sexy y te la quieres traer puedes. Si no, yo
tengo aquí vestuario.

– Vale.
Muchas gracias Erika.

– A
ti. Te veo por la tarde.

 

Solté
el teléfono y me puse a buscar en los cajones mis mejores conjuntos. Seleccioné
dos conjuntos, uno negro con bordados muy finos plateados con una bata a juego
y otro rojo con un cullote, que me quedaba bastante bien. Cuando iba a cerrar
el último cajón encontré una braga que me había regalado una amiga hace años
que estaba abierta justo por el pubis. No era ninguna maravilla pero decidí
cogerla.

 

Llegué
al portal del estudio de Erika. Un piso en el centro de Madrid en un edificio
antiguo pero muy bien conservado. Llamé al portero automático y me abrió. Subí
al ascensor y pulse el 5º. Al llegar a la planta podía oír una música que venía
desde el piso de Erika. Algo nerviosa llamé a la puerta.

 


Hola, ¿Erika? Soy Marta, que te llamé esta mañana.

– Sí,
sí, claro, pasa. Te estaba esperando.

 

Al
entrar en el piso me cogió del brazo como si fuésemos amigas de toda la vida y
eso me tranquilizó. Me fue enseñando el piso hasta que llegamos a la parte del
estudio.

 

El
estudio estaba dividido en dos escenarios. Uno con una cama preciosa con
cabecero de forja y unos cojines en blanco y negro enormes con formas y el otro
escenario era un sofá de piel con capitoné, boas de plumas y un empapelado en
la pared morado muy oscuro con formas también negras. Estaba fascinada por esos
escenarios.

 

– Querida,
¿quieres una copa de vino antes de empezar?

– Sí,
gracias.

 

Nos
sentamos en unos sofás tomando las copas de vino y mientras charlábamos le iba
enseñando lo que había traído. Le gustaron bastante, incluso las bragas que
estaban abiertas por abajo, dijo que esas podían dar mucho juego.

 

– Muy
bien, pues empecemos. Vete detrás de ese biombo y te puedes cambiar.

 

Salí
con el conjunto negro y el bordado plateado.

 

– Genial.
Estás preciosa. A ver, coge una boa roja del sofá y súbete a la cama. Ponte
cómoda y muévete a tu gusto.

Hice
lo que Erika me había dicho. Me subí a la cama y me movía tímida, con la bata
cerrada y sin dar juego a la boa. No sabía qué hacer.

 

Entonces
Erika se acercó a mí, me miró a los ojos y me dijo:

 

-No
importa que tengas kilos de más. Eres sexy. Eres sensual. Eres una modelo.
Pierde la vergüenza, el miedo y déjate llevar.

 

Hacía
mucho tiempo que nadie, aparte de mis amigos, me daba tanta fuerza. Así que
cerré los ojos, respiré profundamente y me dispuse a posar.

 

Comencé
de rodillas en la cama, pasándome la mano por mi estomago y agarrándome un
pecho por debajo. Me abría la bata. Miraba sensual a la cámara. Erika en cada
movimiento me felicitaba y me decía que siguiera así. Me quité la bata. Seguí
acariciándome. Metía la mano por mis bragas. Las deslizaba un poco dejando
entrever mi recién depilado pubis. Cuando Erika me vio así me dijo:

 

– ¿Por
qué no te vas quitando la ropa?

 

Me
sonrojé un poco pero estaba dispuesta. Ella continuó disparando su cámara y yo
mientras me iba desabrochando el sujetador.

 

Con
mis pechos al aire seguía moviéndome por la cama. Me los agarraba fuertemente.
Me pellizcaba los pezones. Me acariciaba. Llevé una mano a mi boca para lamer
mi dedo índice y la otra la deslicé de nuevo por debajo de mis bragas para
después quitármelas. Cuando metí la mano me di cuenta que estaba muy mojada. Me
había excitado y no me había dado ni cuenta. Me quedé parada y completamente
colorada.

 

– ¿Te
pasa algo, querida?

– No,
no, nada. – respondí rápido -. ¿Te parece si me cambio de ropa?

– Sí,
como tú quieras. Como estés más cómoda. ¿Te puedo sugerir algo? Ponte esas
bragas abiertas por debajo y nada más. ¿De acuerdo?

– Ok,
de acuerdo.

 

Salí
de detrás del biombo solo con esas bragas. Entonces Erika me señaló el sofá y
me dirigí hacía él.

 

Me
senté con las piernas cruzadas y las comencé abrir según Erika sacaba fotos.
Extendí mis brazos y puse mis manos sobre las rodillas tirando de mis piernas
hacia afuera quedando completamente abiertas, encorvando mi cuerpo para atrás.
Me sentía muy sexy.

 

Me
acosté bocabajo en el sofá, subiendo las piernas, pasé mi mano por el elástico
de la braga y lo bajé un poco para dejar mi culo ligeramente al descubierto.
Erika se desplazó y empezó a sacar fotos desde mis pies. Aún bocabajo miraba
hacia la cámara que tenía detrás de mí. Jugaba con mis piernas, las subía y las
bajaba. Entonces Erika me dijo:

 

– Espera
querida, déjame que te coloque el elástico de las bragas alrededor de los
labios.

 

Suavemente
cogió uno de ellos y los puso por fuera de uno de mis labios exteriores. Sus
manos eran tan suaves y calientes, que al estar colocándome las bragas me
estaba excitando. Cogió el otro elástico e hizo lo mismo. Al tocarme de nuevo
tuve que hundir mi cara en el sofá para acallar un gemido de placer. Para
asegurarse que mis labios quedaban visibles para poder fotografiarlos, pasó por
ellos con dos dedos al mismo tiempo y ahí no pude aguantarlo.

 


¡Aaahh! – gemí de placer.

 

Me
sonrojé como nunca. Miré a Erika y le pedí perdón. A lo que ella me respondió:

 

– No
te preocupes, querida. Disfruta.

 

Y
esta vez pasó su dedo a lo largo de mi vagina extendiendo mis fluidos por ella,
hasta llegar al clítoris. Yo nunca había tenido una relación lésbica pero esto
me estaba encantando.

 

Erika
continuó acariciando mi clítoris y masajeando mi culo al mismo tiempo hasta que
me dijo que me diera la vuelta. Le hice caso sin rechistar.

 

Bocarriba
metió su dedo corazón hasta el fondo y con su pulgar hacia círculos en mi
clítoris. Esto me estaba llevando a un orgasmo. Continuó masturbándome, subió
la otra mano y toco mis pechos. Pellizcaba mis pezones. Yo jadeaba. Sacaba la
lengua y me mojaba los labios, me los mordía. Ella continuaba masturbándome,
hasta que me dijo:

 

– Y
ahora el orgasmo final.

 

Metió
otro dedo y masajeó mi clítoris como nadie, ni yo misma lo había hecho jamás.
Llegué a un orgasmo explosivo. Me temblaba todo el cuerpo. Estaba extasiada de
placer.

 

Me
quedé mirando a Erika, sin saber que decir.

 


Querida, en dos días tienes las fotos.

 

Me
levanté del sofá con las piernas completamente débiles. Me fui detrás del
biombo y me cambié.

 

Me
quité las bragas, me refresqué la cara en un grifo que había allí y me salpiqué
agua fresca en las piernas para recuperarlas. Me puse las bragas que había
traído puestas y al subírmelas notaba que aún estaba muy húmeda. Mi vagina
todavía seguía palpitando.

 

Salí
de detrás del biombo. Erika me cogió del brazo, tal y como había hecho cuando
llegué a su piso y me acompaño a la puerta.

 

Abrí
la puerta para irme y me dijo:

 

– Querida,
¿no me das dos besos de despedida?

 

Estaba
tan en shock que ni me había dado cuenta.

 

– Ah,
sí, perdona.

 

Cuando
Erika se acercó a mí para darme un beso en la mejilla mi instinto hizo que la
besara en la boca.

 

Fue
un beso húmedo, caliente, excitante. Notaba latir mi vagina de nuevo.

 

– Adiós.

 

Dos
días después recogí las fotos. Estaban estupendas.

 

Dentro
de dos meses tengo otra sesión de fotos con ella.

 

 

Caroline
Tales




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