En el probador
Desde hacía más de medio
siglo no se registraba en Europa central una ola de frío tan intensa y en
Cracovia estaba siendo especialmente dura con unas temperaturas de unos 30
grados bajo cero aunque esto a Lilka no le impedía andar por su loft, con una
potente calefacción y chimenea, en calcetines, braguitas negras y una camiseta
blanca de manga corta que le llegaba justo por debajo del ombligo.
Después de estar varias horas delante del ordenador decidió tomarse un
descanso. Se fue directa a la cocina y se preparó un chocolate caliente. Camino
de vuelta al escritorio se paró en la ventana llena de condensación producida
por el frío exterior y el calor de la casa. Limpió con la mano la ventana para
poder echar un vistazo al exterior. Pasó su mano por el muslo izquierdo para
secársela y sintió un escalofrío que le estremeció e hizo que se apreciaran
claramente sus pezones por debajo de la camiseta. Observó sus pechos y soltó
una sonrisilla. Al volver a mirar por la ventana lo único que podía ver era un
manto blanco de más de un metro de espesor. La calle estaba completamente
desierta.
Tomó un trago del chocolate caliente mientras miraba los emails que le habían
llegado y descubrió uno que le llamó poderosamente la atención. Era un correo
de un chico con el que había tenido una tórrida aventura hacía casi 10 años.
“Hola Lilka,
¿Qué tal te va la vida? La verdad, no sé si estoy perdiendo el tiempo porque
puede que ni te acuerdes de mí. Soy Jedrek.”
– ¿Cómo ve voy a olvidar
de ti? pensaba Lilka.
“Estaba haciendo
limpieza de mis emails, encontré el tuyo, que creía que lo había perdido, y me
dije, voy a enviarle un correo a ver si hay suerte y me responde. Sinceramente
creo que es lo único que he perdido de ti, tu email, porque siempre has estado
en mi mente. Haciendo cuentas ahora mismo creo que hace casi 10 años que
estuvimos juntos. ¡Qué barbaridad! cómo pasa el tiempo. Yo ahora mismo tengo 32
y tú si mal no recuerdo debes de tener 30 ó 31, ¿verdad?
¿Qué te puedo contar de mi vida? Pues para no aburrirte, te hago un resumen.
Trabajo como contable, vivo en Varsovia y estoy soltero. Básicamente esa es mi
vida.
Te puedo decir que desde que estuve contigo no he encontrado otra mujer como
tú. Comparo al resto contigo y es cuando la relación acaba por hundirse. He
tenido varias parejas magníficas pero no eran tú. Si te tengo que ser sincero,
el sexo contigo era espectacular.”
– La verdad es algo que no
puedo negar.- Afirmó en alto Lilka.
“Me acuerdo
especialmente de la vez que tuvimos sexo en el probador…”
En ese momento Lilka
comenzó a recordar la ocasión que Jedrek mencionaba en su email. El simple
hecho de recordarlo hacía que empezara a excitarse. Recordaba, pasándose la
taza de chocolate caliente por sus muslos, como Jedrek los acariciaba con sus
manos cuando se estaba probando unos pantalones vaqueros. En el probador ella
le dijo en voz baja:
– Jedrek, estate quieto que la dependienta nos va a ver.- Le dijo con una
sonrisa.
Cuando Lilka intentaba subirse los pantalones, él tiraba de ellos hacia abajo
hasta dejarlos por los tobillos. Ella le miraba como pensando “eres un
poco travieso” y le besó cogiéndole por detrás de la cabeza y trayéndolo a
hacia ella. Eso a Jedrek, le excitaba.
Rememorando esa escena, Lilka siguió aprovechando el calor de la taza pasándosela
por el estomago y con la otra mano se acariciaba su formado cuerpo hasta llegar
al pecho.
Recordaba que él se acercó con cuidado al oído de ella y le dijo:
– Quiero que hagas un
striptease ahora mismo.- Ella lo miró y asintió con una mirada lasciva.
Aprovechando el hilo musical de la tienda, Lilka empezaba a contonearse
sensualmente mientras terminaba de quitarse los pantalones y quedarse solo con
la camiseta de tirantes rosa que llevaba, el tanga rojo con transparencia y los
zapatos de tacón negro.
Lilka se encontraba a si misma muy sexy en ese recuerdo y eso le hacía
excitarse más. Continuó tocándose el pecho y pellizcándose los pezones como
Jedrek lo hacía. Se tocaba, se acariciaba y se excitaba más y más. Se pasaba la
taza por la cara pensando en Jedrek. Posó la taza en el escritorio y se quito
la camiseta para tener más acceso a su cuerpo. Volvió a coger la taza, mojó el
dedo índice en el chocolate y se lo llevó a la boca. Recordaba el sexo oral que
había tenido con Jedrek mientras chupaba su dedo con ansia y pasaba la lengua
por la punta de su índice hasta limpiarlo por completo de chocolate.
Con el torso ya desnudo se pasaba la mano por los pechos, por el cuello y se
tocaba la boca. Volvió a bajar una mano por su cuerpo mientras con la otra
seguía sujetando la taza, la inclinó sobre sus pechos y dejó caer unas gotas
sobre ellos. El calor del chocolate le dio tanto placer que soltó un gemido.
Mientras bajaba la mano por su cuerpo hasta llegar a las braguitas con la otra
levantó un pecho y lamió el chocolate de sus pezones. Se sentía muy mojada.
Metió la mano en las braguitas y comenzó a tocarse. Siguió recordando como
Jedrek la tocaba en el probador mientras ella hacia el striptease. Comenzó por
acariciarse los labios con dos dedos. Dejó la taza en la mesa y se agarró
fuertemente un pecho y se esparció el chocolate por él. Seguía jugando con sus
labios cada vez más hinchados y calientes por la excitación. Deslizó un dedo
hacia dentro de su vagina y comprobó que estaba más mojada de lo que creía.
Empezó a jugar con su clítoris. Continuaba embadurnándose con el chocolate del
pecho.
Muy excitada se bajó las braguitas hasta las rodillas. Se imaginaba a Jedrek en
el probador de rodillas lamiéndole los labios y el clítoris. Se movía en la
silla. Se tocaba. Se encorvaba del placer que se estaba dando recordando a
Jedrek. Estaba caliente, excitada, mojada. Se mordía el labio inferior.
Continuaba jugando, tocándose y cada vez más rápido. Gemía, jadeaba y nombraba
Jedrek en alto. Notaba que estaba sudando. El calor del chocolate y de la
fuerte calefacción hacía que su piel brillara. Tenía los pechos completamente
llenos de chocolate, se pasaba los dedos y se lamía los pezones mientras seguía
tocándose. Introdujo el dedo corazón dentro de ella y con el pulgar seguía
dándose placer en el clítoris. Lo metía y lo sacaba, lo metía y lo sacaba. Era
Jedrek penetrándola en el probador. Ella contra la pared con las piernas
alrededor de su cintura y él empujando y penetrándola.
Gritaba, gemía, se tocaba. Cada vez más rápido y más rápido se penetraba ella
con su dedo. Se decía ella misma: – ¡Oh, sí, sigue Jedrek, sigue!
Llegó al orgasmo. Uno de los mejores orgasmos que había tenido. Estaba
exhausta, sudorosa y mojada. Se levantó de la silla con las piernas temblorosas
y se fue hacia la cocina. Se lavó las manos, se refrescó la cara y la nuca y se
apoyo con las manos en la encimera intentando recobrar el aliento. Giró la
cabeza hacia la derecha y vio su móvil.
– ¿Jedrek?
– Sí, ¿quién es?
– Hola, soy Lilka.