INDECISIÓN

INDECISIÓN

Ahí estaba ella, parada, delante de él, sin saber qué hacer. Lo miraba de una manera que sabía no estaba bien, se lo había dicho Elena montones de veces: “No puedes ser tan débil”; pero siempre lo sería. La predisposición a “pecar”, la tenía desde los quince años y nunca había podido dominarla.
Ya era la tercera vez que se acercaba esa noche a él. Lo observaba inquieta. Pensaba en Juan y en cómo reaccionaría cuando se enterase, luego le entraba un tremendo remordimiento y volvía cabizbaja sobre sus pasos. El tiempo se agotaba, amanecería pronto y tenía que tomar una decisión. Y esta vez no lo dudó. Abrió animosa la puerta; lo miró; él, frío como siempre; estiró la mano; lo agarró con delicadeza, pero con deseo; y juntos se fueron al lado oscuro… de la cocina. Y ahí acabó la existencia de él; un pequeño pastel de chocolate que ella engulló con ansia. Elena, su amiga, la reprendería cariñosamente. Juan… era otra cosa. Acabar con su último capricho antes de empezar una dieta, no creía que le fuera a sentar muy bien.




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