La Bailarina de Plata
Marie era una niña muy dulce y amable, una de las cosas, que más le encantaba era el ballet. Bailaba ballet desde pequeña y todos sus profesores reconocían su esfuerzo y dedicación para bailar. Con su vestido de danza color rosa y su rodete en el pelo, llegaba siempre puntual a sus clases, lloviera o tronara, Marie nunca faltaba.
Una tarde, al finalizar la clase, la profesora Estela reunió a todas las niñas para darles la noticia. La academia iba a realizar pruebas para seleccionar a los bailarines que participarán en el espectáculo del verano. Y por supuesto que Marie quería participar.
El día de la entrevista padres y niños se presentaron puntuales, todos tuvieron tiempo de mostrar sus pasos de ballet en el escenario y por supuesto todos tuvieron un papel dentro del espectáculo, excepto Marie, la profesora todavía no le decía a ella cual iba a ser su papal. Pero antes de terminar y despedir a los niños y sus padres, la profesora se paró en el escenario y anuncio a Marie que su papel era un solo de salto casi al final del espectáculo. Sus amigas fueron a felicitarlas por ella, pero, aunque Marie estaba muy feliz, tenía miedo de no poder, había podido hacer saltos largos, pero nunca en el escenario y con personas viéndola.
A la semana siguiente empezaron los ensayos para el espectáculo que sería dentro de tres meses. Todos los demás papeles ensayaron primero, y Marie pidió a su profesora ser la última en ensayar ese día. Su rutina comenzaba con una entrada en puntillas, para seguir con giros y saltos pequeños de un lado a otro, y para terminar con un salto Grand Jeté y una voltereta en reverencia al público. El primer, día por las que lo intento, solo lograba dar los giros y las vueltas, no lograba completar el salto. Su profesora trataba de darle alientos diciéndole que era el primer día de ensayo, tenía que seguir practicando. Pero Marie, se sentía aún más frustrada de no lograrlo a cada intento.
Para el cuarto día de ensayo, nuevamente no podía concretar el salto, por lo que su profesora, decidió pedirle que practicara toda la rutina, pero sin el salto Jeté. Para su sorpresa la rutina salió perfecta. Pero al incorporar el salto, nuevamente no podía terminar la rutina. Se profesora la trataba de animar diciéndole que solo era cuestión de práctica, pero era evidente que su gran problema era el salto. Marie no quería darse por vencida, pero aún se sentía triste por no poder lograrlo y sentía más miedo de fallar en el escenario el día del espectáculo.
Al terminar el quinto día de ensayo, cuando todos ya se habían ido. Marie estaba en los vestidores triste y llorando. Cuando vio algo que brillaba detrás de uno de los percheros, se levantó rápidamente para correr las cosas y ver que era. Su sorpresa fue grande al encontrarse una cadena de plata con la figura de una bailarina que estaba colgada en una tabla dispareja en la pared.
La tomo y corrió a buscar a su profesora para mostrarle lo que había encontrado, ella le conto que esa era la bailarina de plata de Dagnela Voncceco, una gran bailarina, y la historia decía que quien tuviera la bailarina de plata tendría mucha suerte. Marie se sentía feliz por haberla encontrado, y con la cadena de la bailarina en el cuello probó nuevamente de realizar su salto. Increíble, esta vez le salió, no del todo perfecto pero logró terminarlo.
El resto de los meses de ensayo, perfeccionó el salto que cada vez salía mejor. Y para cuando llegó la el día del espectáculo, tenía la confianza puesta en la suerte de la bailarina.
Todo el espectáculo fue impresionante, y cuando le tocó el turno Marie, salió a escena con toda la seguridad del mundo. Entre pasos en puntillas, vueltas, saltos pequeños y el gran salto jeté, terminó con su reverencia al público que le regresó los aplausos, y también desde atrás del escenario por parte de sus compañeros y profesores. La sorpresa mayor se la llevó al verse reflejada en uno de los espejos de la escenografía, donde vio que no llevaba la cadena de bailarina, la cual se había caído sin que se diera cuenta antes de que entrara al escenario.
Entendió que la suerte que le ayudó a realizar el salto no estaba en la cadena, sino en ella misma, la bailarina de plata le ayudó a recuperar la confianza y ahuyentar el miedo a la caída.
A partir de ese día usó la cadena como un amuleto, el cual le recordaba que “La magia estaba dentro de ella”