Amelia

Amelia

Amelia creía en los milagros, creía en la humanidad y creía en que la fe mueve montañas.

Trataban de hacerle entender que sólo eran fantasías de niños y que ya estaba grande para eso, pero su voluntad era mucho mayor, sus sueños eran muchos más fuertes que cualquier crítica que pudieran darle.

Por ello, cuando Amelia se mudó a las orillas del mar en Baja California, sus padres le dijeron que no insistiera, que no podría hacer nada ella sola contra un mundo que ya estaba moldeado. No podía cambiar a las personas, no conseguiría hacer cambiar de opinión a nadie. Y así empieza la historia de Amelia, una niña con una voluntad tan fuerte, que nunca en el mundo se había visto algo igual. 

Había una vez, en las orillas de un mar de aguas que habían sido tan azules como el cielo mismo, una familia que acababa de mudarse a aquel lugar, y una joven que soñaba con la tranquilidad de un mundo mejor y más limpio. Un lugar que había sido tranquilo, pero que el turismo había cambiado. 

Amelia no se había rehusado a cambiarse de hogar, pues sabía que era necesario, además el lugar a donde iría sería muy hermoso, y de esa forma podría conocer otra ciudad y a más personas.  

El día que Amelia llegó a la playa, algo cambió dentro de ella, pues cuando era pequeña ella había estado ahí mismo, y lo recordaba realmente hermoso, todo limpio y con un paisaje verdaderamente espectacular; no obstante cuando llegó y vio el paisaje que ahí se ceñía, su ánimo se vino abajo. Las aguas no tenían el mismo azul que recordaba era transparente, la basura estaba presente y ahora estaba lleno de hoteles. 

Se sentó cerca de la orilla, tomó un puñado de arena y la dejó resbalar entre sus dedos, pensó en lo mal que actuaban las personas de aquel lugar, muchos pensaban en sólo vivir el ahora, y no se detenían a analizar que es lo que dejarían para las futuras generaciones, no se detenían a observar que en realidad la mayor destrucción la ocasionaban ellos. 

Dobló las rodillas y recargó su cabeza entre ellas, aún no se había dado cuenta del daño total que había en aquellas aguas, por lo que no se imaginaba lo mucho que le dolería descubrirlo. 

Durante los días siguientes Amelia pensó en algunas alternativas, en cómo podía ayudar a solucionar la contaminación del agua y la destrucción parcial de la naturaleza en ella. Comenzó una pequeña investigación, y se dio cuenta que muchas especies estaban en inminente peligro de extinción, y no sólo en donde ella vivía, en muchos otros estados también. Al contarle aquello a su mamá, no pudo soportar las lágrimas y rompió en llanto. 

—Solucionaré esto, mamá, lo haré. —Y acto seguido se encerró en su habitación con algunos libros y su laptop. 

Unas semanas después, Amelia habló con los directivos de su escuela, ella ofrecía hacer una campaña para que sus compañeros y ella pudieran ir a recoger toda la basura que se pudiera, pero estos, un tanto inaccesibles, se negaron, afirmando que era imposible lograr obtener el permiso de los tutores de aquella preparatoria. Amelia no dándose por vencida, pidió ayuda a los habitantes del pueblo y algunos accedieron a ayudarla, incluso uno de ellos, llamado Rogelio le ofreció su lancha para ir mar adentro y recolectar la mayor parte de desechos que pudieran. Los primeros días Amelia demoró horas y horas en su tarea, pero no desistió, su voluntad era mucho más grande. 

Cuando llegó el día de ir mar adentro, se preparó con ropa que le permitiera meterse al agua de ser necesario, sus padres se negaron a dejarla ir, pero al ver los ojos cristalinos de la joven, no tuvieron más remedio que acceder. Amelia presenció una cantidad enorme de basura en el océano, y pudo ver con claridad algunos cadáveres de animalitos entre esta basura, se aventó al agua y encontró a una tortuga muy pequeña atorada entre mucho plástico, ella agonizaba y Amelia sintió su corazón romperse, ¿por qué aquella gente era capaz de tal barbarie? 

Recogieron toda la basura en silencio mientras sus lágrimas se unían al mar, ella pudo sentir el dolor de todos y cada uno de los animales que habían muerto en aquel lugar. Recordó las noticias que había leído con anterioridad, la vaquita marina, algunas especies de tiburones, las ballenas, todos ellos estaban sufriendo, estaban extinguiéndose a causa del animal más peligroso que poseía el planeta; el humano. 

Incluso los osos polares estaban pagando nuestros errores, pues la basura viajaba, y los polos se derretían, el único alimento que encontraban era plástico, y más plástico. 

Amelia convocó a toda la gente que pudiera escucharla a hacer conciencia, a no tirar basura en las playas, a enseñar a los pequeños a conservar su patrimonio y a las especies que habitaban en ella. 

 ¡Gente! Debemos hacer algo, empecemos por tirar la basura en su lugar y separarla, un granito de arena contribuirá mucho. ¡Debemos usar menos plástico! ¡Menos venta ilegal! ¡Menos extinción! 

 A pesar de sus palabras eufóricas, sólo unas cuantas personas la escucharon, sólo unos cuantos lograron entender su mensaje, pero, ¿qué podían hacer unos pocos contra un mundo entero? 

 Ellos no perdieron la fe, y durante mucho tiempo Amelia luchó y luchó, y defendió lo que creía. 

 Una noche de verano, ella se sentó a observar las estrellas, a hablar con ellas, a pedir un consejo, nadie la escuchaba, nadie respondía a su petición. 

Y las estrellas le respondieron.

Ella con tristeza aceptó lo que le pedían, y al día siguiente organizó ir mar adentro de nuevo.

Sin embargo, fue la última vez que alguien la vio con vida, una tormenta azotó las tranquilas aguas de aquel océano, y la vida de Amelia se extinguió. 

Al funeral asistieron muchas personas, recordando su fortaleza y sus metas, la despidieron con dolor

El Sus amigos crearon un proyecto, un proyecto que llevaba el nombre de la joven que murió tratando de salvar a todos los animales que no tenían voz, y las autoridades viéndose obligadas accedieron, poco a poco, el plástico del océano se recolectó, la gente ya no tiraba basura y poco a poco, las tortugas, las ballenas, las vaquitas marinas, y muchas especies más le sonrieron a Amelia, quien se encontraba ahora entre estrellas, observando y esperando que aquel lugar fuese algo mejor algún día.




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