El reloj carmesí
Estrellé el vidrio que reflejaba mi imagen, las gotas de sangre corrieron por la superficie, pero yo no sentí ni un poco de dolor; en ese momento me sentía fuera de mí, con tanta rabia que no sabía si podría volver a ser yo, volver a ser la dulce niña que algún día fui.
Mi vida se rompía con cada pedazo de vidrio que caía al suelo, aquella perfecta existencia que llevaba hasta el momento se desvanecía entre recuerdos qué tal vez nunca volverían a ser recordados de la misma forma.
Caí con temblores recorriendo mi cuerpo, espasmos me azotaban hasta lo más profundo de mi ser, quería desaparecer, quería dejar de existir en aquel momento. Sin embargo, no pude, tenía algo más importante que hacer, tenía una tarea que me requería completa y con vida.
Tomé unas tijeras y recorté cada foto que encontré, todo volvía a tener el mismo matiz que en aquel verano, todo se oscurecía con carmesí que me ennegrecía la visión, cuando terminé, mi furia aún era demasiado fuerte, tanto, que no conforme con el destrozo que estaba a mi alrededor, clavé el filo en su piel.
Vi como sus vasos sanguíneos se rompían y el rojo de su sangre me inundaba, sólo así, sólo hasta que vi como su vida se iba entre mis manos, estuve conforme.
Sólo hasta aquel momento pude volver a respirar tranquila.
Sus ojos ya no se movían, la luz se desvanecía, se me escapaba entre las rendijas de las manos. Se esfumó y me derrumbé por fin, en la repisa el reloj de arena se detuvo, el tiempo había llegado hasta a mí, se había detenido para siempre.
—Dulce Herrejón. ⌛️🕯
0 Comentarios