David y el mágico mundo de las letras

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David y el mágico mundo de las letras

En las bellas montañas de los Andes vivía un niño de nombre David. Él era un pequeño muy travieso y peculiar, le encantaba revolotear entre la naturaleza y jugar con los animales, las plantas, el aire y el agua.

Sus amigos eran las vacas, las ovejas, los conejos y las tiernas gallinitas con sus pollitos, pero el preferido de todos era Chocolate, un perrito que creció a su lado y se convirtió en su compañero fiel.

En su quinto cumpleaños, David tuvo que empezar el colegio, lo que le causó una profunda tristeza pues por muchas horas tenía que separarse del encanto del campo y de todos esos seres maravillosos con los que pasaba tan felices sus días.

Lloraba por horas y horas y sus días de colegio ahora parecían interminables, los otros niños le sacaban la lengua y eran poco amigables y las maestras querían obligarlo a conocer las letras y aprender sus nombres, lo que para David era todo un tormento.

Cuando David regresaba a casa, Chocolate lo esperaba al inicio de las montañas y movía su cola muy alegremente, mientras casi lo tumbaba con sus saltos de emoción desmedida, pero David se sentía muy triste, no tenía ganas de jugar, ni de correr, ni de hablar con sus amigos los animales. 

Estaba tan triste aquel niño que en las horas de la noche cuando se quedaba dormido empezaba a tener pesadillas y soñaba con las espantosas letras, la “A” era una gigantesca avispa que lo quería picar, la “E” era un espantoso esqueleto que lo hacía correr muy asustado, la “I” era un viejo indio que se lo quería llevar,  la “O” era un gran oso que lo quería devorar y la “U”  era una urna que lo quería encerrar. Aquella noche David despertó muy agitado y no quiso dormir más.

Muy temprano en la mañana su mama lo vistió y lo preparó para disfrutar de otro día de colegio, pero David no hacía más que llorar, lágrimas y lágrimas caían por sus mejillas, así que al llegar a su salón su profesora se sintió muy conmovida y pensó que algo tenía que hacer para ayudar a su nuevo estudiante, así que cantó esta hermosa canción:

Cuando vamos al colegio
Es fantástico y genial
Aprendemos muchas cosas
Y también vamos a jugar
Amiguitos conocemos
Todo es muy especial
Porque a través de las letras
Viajaremos sin parar
Y la linda profesora
Es nuestra segunda mamá
Que nos enseña con ternura
Y nos cuida sin afán.
Pronto llegará la tarde
Papá o mamá nos buscaran
Les contaremos historias
Y mañana una vez más.

Luego la profesora se llevó a David al Rincón mágico del Ada Madrina, allí había una acogedora alfombra, muy suave y colorida la cual estaba acompañada de cómodos cojines de todas las formas, corazones, estrellas, conejos, osos, casas y muchas otras figuras más, que hacían aquel lugar muy agradable y placentero.

Y lo mejor de todo era que muy cerca de sus ojos había algo que David nunca había visto “una inmensa biblioteca” llena de los más encantadores libros. La profesora tomo uno llamado “el patito feo” y lo leyó con gran emoción y suspenso a la vez, ¡tanto!, que David no podía dejar de abrir muy grande sus ojos y sentir muy de cerca aquella interesante historia. Luego fue tomando confianza y conversaron acerca de la enseñanza que dejaba aquel bello cuento.

Cuando David se sentía más tranquilo la profesora lo invitó a hacer una ronda con los demás niños y le pidió a David que le contara a sus compañeros sobre su hogar y las bellas montañas donde vivía.

Todos los demás niños quedaron fascinados con la narración de David pues ellos vivían en la ciudad y no conocían el campo, ni las montañas. Así que a la profesora se le ocurrió una idea sensacional, les propuso a sus estudiantes que cuando todos aprendieran a leer, planificarían un viaje para conocer la casa de David. 

Todos los niños se sentían muy contentos pues querían vivir esa hermosa aventura y David se sentía muy orgulloso de poder mostrar los bellos paisajes donde vivía y dar a conocer a sus amigos los animales, las plantas, el rio, con los que tanto disfrutaba compartir y aquel aire tan fantástico que siempre le acariciaba la cara con delicadeza.

Aquella tarde al volver a casa David iba muy feliz, corrió a abrazar a chocolate que lo esperaba como de costumbre al pie de la montaña y meneaba su cola de un lado a otro al verlo venir.

Luego de la cena David alistó sus uniformes y sus útiles, muy ansioso de volver al colegio al día siguiente y se acostó pensando en lo divertido que se estaba tornando su escuelita, mientras poco a poco se cerraban sus ojos.

Al estar profundamente dormido, David nuevamente volvió a soñar con las flamantes letras, pero esta vez la “A” era una abejita amorosa que regalaba su dulce miel, la “E” era una entusiasta estrella donde podía subirse y divertirse, la “I” era una interesante  isla llena de los más deliciosos caramelos, la “O” era un obsequio sorpresa que con optimismo todos querían descubrir y la “U” era un unicornio colorido y mágico que lo paseaba por sobre las nubes.

De repente, los primeros rayos del sol alumbraron su cara y David salto apresurado a cepillarse, bañarse, vestirse y desayunar las deliciosas arepitas que le hizo su madre. 

Luego corrió montaña abajo con su padre que lo llevaría al colegio. Al llegar saludo a todos con una inmensa sonrisa, aquella mañana, cantó, jugó y aprendió los interesantes sonidos de las letras al combinarse las unas con las otras.

Su maestra le dijo que si le interesaba, podía tomar prestados libros de la biblioteca para llevarlos a casa, siempre y cuando los cuidara y los trajera de vuelta. Así que David se introdujo entre esa maravillosa biblioteca y escogió algún libro interesante.

Ahora cada día traía y llevaba un nuevo y magnífico libro a casa, pues descubrió que era fantástico leerlos entre las yerbas y flores del campo porque luego de leerlos, al quedarse dormido entre las piedras o sobre los árboles, podía soñar increíbles aventuras. 

Ahora David conocía mucho más allá de sus queridas montañas, había viajado por el mundo de Narnia, conocía las inmensidades del Océano, también había recorrido el bosque de caperucita, el país de nunca jamás y el país de las maravillas. Muchas e inigualables aventuras que vivía día a día.

David se había convertido en el ejemplo a seguir de todos sus amiguitos, quienes prontamente se sintieron contagiados de las inmensas ganas de leer y disfrutar de muchas nuevas aventuras. 

Las reuniones en grupo de los niños eran muy divertidas, cada quien contaba su historia y comentaban lo que más les había gustado. Ya pronto también comenzaron a inventar sus propios cuentos y la biblioteca del colegio fue creciendo cada día más.

La profesora de los niños les dio la buena noticia de que ya todos habían aprendido a leer y a escribir, así que había llegado el momento de ir de paseo a las montañas donde vivía David.



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