Dulces canciones para salir de la depresión

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Dulces canciones para salir de la depresión

Jamie tenía por lo menos media hora observando al joven chico del gorro gris al otro lado del patio.

Parecía incluso más joven que él, era increíblemente pálido y su lenguaje corporal destellaba opresión por donde lo mirara.

Estaba sentado en el crecido pasto del patio, arrancando la grama descuidadamente y con los ojos perdidos en algún lado, viéndolo todo y viendo la nada.

Jamie se balanceó ansioso mientras intentaba no sucumbir a sus sentimientos, definitivamente esa era una mala idea…

El chico al otro lado del patio pareció notar la insistente e inquietante mirada sobre él, ese reflejo natural que todos poseemos cuando sentimos que alguien nos mira y que nos hace mirar automáticamente en dirección a la atención recibida.

—Oh… me vio — mencionó para sí mismo el castaño curioso. Pero en lugar de quitar la vista de la acusatoria e interrogativa del contrario, se quedó mirándolo mucho más interesado. Tal vez se debía a que la mirada del chico a metros de él tenía tatuado en el semblante las palabras “No estoy bien” — ¿Debería acercarme? — volvió a hablar interrogándose a sí mismo. Hablando sólo como siempre. Él otro chico gritaba “necesito ayuda”, por todos lados. Y era una verdadera lástima. Porque ese niño tenía la carita más bonita que Jamie había visto en su vida.

Jamie se levantó del banquito donde había estado sentado y abrazando su peluche se dirigió hasta el chico del gorro, que ni por un segundo dejó de mirarlo acercarse a él.

—Hola, soy Jamie… ¿Eres nuevo aquí?

El chico solo miró a Jamie sin responder. Diablos, si Jamie pensó que ese niño era lindo de lejos; De cerca le parecía increíblemente hermoso.

Parecía irreal… Sin embargo, la belleza de éste era proporcional a la desesperanza en sus ojos.

—Soy Tony.

Jamie sonrió.

—Lindo gorro  —convino. Aunque en realidad, él quería halagar los enormes ojos ámbar de Tony tras esas pestañas. ¿Cómo era posible que unos ojos fuesen tan claros como el sol? Le causó curiosidad, pero no preguntó.

—Gracias…

—¿Me lo prestas?

Tony frunció el ceño y puso ambas manos sobre su cabeza.

—No puedo. Lo uso para ocultar… algo…

—¿Ocultar qué?

Tony miró a todas las direcciones en busca de alguna mirada sobre ellos, o al menos sobre él. Pero todos los demás jovencitos estaban ocupados en sus propios problemas como para fijarse en él.

Fue entonces cuando alzó un poco el gorro de un lado: Mostrando una piel totalmente rapada.

—¿Por qué te has rapado el cabello?

Tony negó con la cabeza.

—No lo he rapado yo. Han sido mis padres…

Jamie frunció el ceño.

—¿Por qué tus padres raparían tu cabello? ¿Tenías piojos?

Tony negó rápidamente con la cabeza.

—Para que no me lo arrancara cuando sufra un ataque de pánico.

A partir de ese momento, Jamie se mantuvo al lado del chico rapado. Se ahorró contarle que él estaba allí porque no podía controlar su bulimia, y se ahorró el comentarle que no tenía padres, que estaba totalmente abandonado en aquella institución mental mantenida por el gobierno.

Sólo se dedicó a sentarse al lado de Tony, en silencio, con cuidado de no hacer un movimiento brusco y a veces, cuando Tony estaba de humor para hablar: Escuchaba atentamente su historia.

Era reconfortante saber que algunas personas no tenían finales tan tristes, aun cuando la tenían horrible…

Como él.

Pero él tenía algo a su favor: Tenía una linda y angelical voz que era alabada por todos. Una voz que le ayudó cuando Tony tenía días difíciles.

Jamie cantaba para Tony, mientras éste joven chico de solo trece años lloraba sobre sus piernas en silencio y sin razón alguna.

Uno de los contras de padecer TDM…

—Cuando me llamaste me convertí en tu flor. Como si hubiéramos estado esperando; florecemos hasta que nos duele… —Cantaba Jamie. Tony esbozó una pequeña sonrisa mientras Jamie acariciaba su cabello. Aunque el que había terminado de tener un ataque había sido Jamie, era éste quien consolaba a Tony cuando entró en desesperación por verlo en aquellas condiciones. —Quizá sea una providencia del universo, simplemente tenía que serlo. Tú lo sabes, yo lo sé. Tú eres yo, yo soy tú…

—Que bonita voz…

Jamie sonrió sin dejar de cantar. Si dejaba de cantar seguro y pensaba en voz alta.

                              “Que bonito eres tú” 

Pero si algo bueno pudo sacar Jamie antes de morir por una peritonitis provocada por tantos vómitos inducidos: Fueron los momentos en lo que su voz le hizo los días más claros a Tony.

Sí, algunas personas lo tenían más difíciles que otras. Era solo una cuestión de perspectiva. Pero si él podía ser un pequeño rayito de sol en mitad de la tempestad. Entonces lo sería. Lo fue al menos, hasta que pudo…




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