Réquiem para un amigo
Los aviones de combate también cuentan cuentos. Y estas son historias de guerra, cuentos de hangar narrados desde un punto de vista totalmente diferente: el del avión.
Inspirado en hechos reales…
Era un día gris, y Tom, quien todavía se encontraba en el edificio de la planta #7, escuchaba la lluvia ir y venir. Se sentía inquieto, mal humorado por momentos y definitivamente preocupado de que ninguno de sus amigos se hubiera presentado a saludarlo durante los casi tres días que llevaba en Calverton.
—¿Lo dice en serio?… ¿No ha venido nadie a visitarme?… —volvió a preguntar ostensiblemente molesto.
—No, no han venido a preguntar por ti Tom… —respondió uno de los técnicos, ya con cierta incomodidad.
Si las miradas mataran, el pobre técnico indudablemente estaría a 3 metros bajo tierra.
—¿Falta mucho?…
—Algo…
—Podri…
—¡Tom!!… —le interrumpió el técnico, ya de manera nada amigable y mirándole directamente a los ojos—. ¿Podrías dejarnos hacer nuestro trabajo?
—Si…Eehhh… Disculpa… Es que no he visto a mis amigos en más de dos años y me extraña que ninguno haya venido… —respondió Tom en tono conciliador.
—Tranquilo Tom —dijo el técnico, dándole una palmada en el ala—. Lo más seguro es que no sepan que llegaste. Así que… ¿Por qué no les das una sorpresa cuando salgas de aquí? ¿No te parece?… Total, no te vas hoy… O ¿sí?…
—No, no me voy hoy… Y si… Me parece bien… Les daré una sorpresa… Gracias amigo…
—De nada Tom. ¿Seguimos?…
—Eehhh… Si… Sigamos…
El ambiente se inundó de un murmullo monótono, causado por las gotas de lluvia que volvían a caer sobre el suelo de la rampa de vuelo, en una tarde que apenas estaba comenzando y que, para Tom, prometía durar toda una eternidad.
A las 9 de la noche de ese mismo día, mientras caía una llovizna persistente, Tom se encontraba preparado para abandonar el Edificio de la Planta #7.
—Ok. Tom, todo listo —le indicó el Ingeniero—. Ahora vamos a la rampa para hacer las últimas pruebas de calibración y luego podrás irte con tus amigos.
—Bien. —respondió Tom, lacónicamente.
Pequeñas gotas, parecidas al rocío matutino, inundaron el parabrisas del F-14, al momento en que éste cruzaba el umbral del hangar hacia la rampa, haciendo borrosa su visión.
Una pequeña unidad APU, la cual se encontraba en la línea de vuelo, fue conectada rápidamente al avión para realizar el encendido de motores y así dar inicio al último chequeo de sistemas antes de partir a NAS Miramar.
—Todo bien Tom… Estás listo para salir en cuanto lo desees… —le sugirió el ingeniero.
—Ok… Gracias por todo. —respondió rápidamente el F-14. Y acto seguido, le hizo una seña a la APU para que se desconectara.
Tom rodaba por el taxiway sólo con sus luces de taxeo encendidas ya que la visibilidad era limitada por la lluvia. Al final del mismo, logró divisar un pequeño avión al cual no pudo identificar.
—Tío Cougar… ¿Eres tú?… —pregunto Tom a cierta distancia, a la vez que encendía sus luces de aproximación para poder ver mejor.
—Ehh… Si… —dijo el pequeño avión, tapándose los ojos con una de sus alas—. ¿Qui… Quién eres?
—Soy yo… ¡Tom!!!
—¡Tom…!!! —exclamó el viejo Cougar visiblemente emocionado—. ¿Cómo estás hijo?… ¿Cuándo llegaste?… ¿Qué has hecho?…
—Bien. Llegué hace 3 días y me voy mañana a primera hora… —no pudo evitar notar lo deteriorado que se encontraba su Tío.
En efecto, Cougar tenía la pintura desvencijada, quemada y en algunos lugares había grandes desconchones. Para completar el cuadro, el caucho del tren de aterrizaje del ala derecha estaba totalmente vacío, dándole una apariencia de abandono total.
—Si… —se dio cuenta el veterano avión—. Te fijaste ehh?… Bueno… Los Marines decidieron que estaba muy viejo para volver al servicio activo y me desincorporaron del registro; ordenaron se me retirara el motor y algunos equipos “sensibles” y me consiguieron una plaza en El Museo Nacional de Aviación Naval en Pensacola…
—Era lo menos que podían hacer. —dijo el F-14, a la vez que miraba a sus alrededores.
—Y… ¿Los demás…? —preguntó con extrañeza, al no ver al resto de sus amigos en las inmediaciones.
—Eehhh… Intruder está en una asignación temporal en Bethpage… —titubeó—. Albatros regresó al servicio activo y está asignado a una unidad de la Fuerza Aérea en Clark AFB, en las Filipinas… —Cougar no miraba a Tom directamente a sus ojos. Resultaba evidente que el viejo avión se sentía incómodo al responder.
A todas estas, Tom seguía buscando con la mirada, alumbrando con sus potentes faros cualquier recoveco desde donde pudieran salir Dash o Mr. Tug. Sentía que en cualquier instante escucharía la risa su amigo Dash o la voz ronca de Mr. Tug diciéndole: “… ¿Que tal hijo?…”.
—¿Y Dash?… ¿Dónde está ese pequeño bribón? —preguntó con una sonrisa nerviosa.
—Dash… —dijo esquivando la mirada de Tom—. Dash fue… Fue vendido a un operador civil… —terminó por decir resignadamente.
Tom calló. Ahora temía que lo mismo le hubiese pasado a Mr. Tug.
Los segundos fueron pasando y ninguno de los dos se atrevía a proferir palabra alguna.
El caza rompió el silencio.
—Mr. Tug debe estar en su cobertizo… Voy a buscarlo… Espérame aquí, no tardo…
Justo en ese momento empezó a caer una llovizna intermitente, traída desde el océano por una brisa cada vez más fuerte.
—¡No Tom…!!! —exclamó el viejo, estirando lo más que podía su ala izquierda para evitar que su sobrino rodara hacia la rampa de acceso al pequeño hangar que servía de hogar al viejo remolcador.
Tom se detuvo de espaldas a su Tío, dándole a entender que esperaba una respuesta. Y la quería de inmediato.
—¿Algo más que debas contarme?… —preguntó Tom con evidente molestia.
Cougar respiró profundamente.
—Tom… Mr. Tug… Falleció… —dijo en voz baja.
El F-14 cerró sus ojos. Un silencio sepulcral, sólo perturbado por las gotas de lluvia que seguían cayendo sobre el pavimento, cubrió con su manto de soledad a nuestro amigo.
—¿Cuando?… ¿Cómo…?
—Hace casi tres meses —respondió Cougar con marcada tristeza—. Su carburador falló. Y al final no se encontraron los repuestos. Y… Bueno… No aguantó mucho más…
Con cada momento que pasaba, la lluvia iba en aumento y Tom decidió, de todas maneras, dirigirse al cobertizo.
La puerta estaba entre abierta; así que, no le fue difícil acceder al interior del lugar. Tal y como lo recordaba por sus anteriores visitas, la estancia mantenía ese aire acogedor que tanto le agradaba.
Una tormenta se había desencadenado a juzgar por el sonido ensordecedor de las gotas de agua al chocar contra el techo y del ulular del viento al colarse a través de las viejas paredes del recinto.
Tom rodó lentamente hasta situarse frente a la pared en la cual estaban colgadas esas fotos que tanto le gustaban.
“Mr. Tug en Rabaul, buscando refugio durante un bombardeo… Mr. Tug jugando al Póker durante un break en Tokorina…”
—Hey… ¿Y que tenemos aquí? —murmuro para sí mismo.
Una leve sonrisa iluminó el rostro del F-14. La foto en cuestión, mostraba a un sereno Mr. Tug, a un sonriente Dash y a un tímido Tomcat durante la ceremonia previa a su primer vuelo.
—Al final si la colgaste, ¿no?…
Tom siguió rodando lentamente, tratando de recorrer el lugar, evocando recuerdos, sintiendo con nostalgia la partida de su amigo.
De repente el sonido de una puerta, movida quizá por el viento, llamó la atención del F-14.
Tom no recordaba haber entrado en esa habitación. Entonces pudo más la curiosidad que el deseo de retirarse del lugar.
En un largo mesón, se encontraban algunas carpetas con gran cantidad de fotos, aparentemente sin clasificar; Tom resolvió dejarlas tal y como estaban para no perturbar el orden en el cual las había dejado el viejo remolcador. Sin embargo, una carpeta en especial con una foto a medio salir, llamó fuertemente su atención.
El avión se deslizó con sumo cuidado ya que el espacio era muy pequeño para su tamaño.
Tom tardó en salir de su asombro al ver la fotografía donde aparecía un sonriente Mr. Tug con un avión muy parecido a él.
—¡Mi papá!!! —dijo, apenas ahogando un grito de sorpresa.
Una lágrima corrió por el morro del poderoso caza. Probablemente, Mr. Tug había estado buscando esa foto para mostrársela a Tom durante alguna visita casual a Calverton pero la muerte lo sorprendió antes de que eso sucediera.
El F-14 tomó la foto y se dispuso a salir ya que, para ese momento, la lluvia había amainado y por lo tanto era hora de buscar a Osh para el asunto del combustible.
Tom se dirigió con cuidado a la puerta del cobertizo. De repente, sin causa aparente, se detuvo. Sostenía el retrato con su ala derecha pero sin verlo.
Respiró profundo y se devolvió.
El F-14 se dirigió al escritorio ubicado frente a la pared donde estaban las demás fotografías y mirando una en particular, en la cual aparecía solo Mr. Tug, deposito la foto de su padre con sumo cuidado para no dejarla caer.
—¡Tu si supiste vivir bien!!! ¡Gracias por esos buenos momentos y por creer en mí! ¡Vuela alto viejo amigo!… Vuela alto…
Y acto seguido, abandonó la estancia para nunca más regresar.
Apenas dejó el umbral del hangar, Tom observo un par de luces que se acercaban y que, además, le parecían conocidas.
—¡Tom!… ¡Amigo!… ¿Desde cuando estás aquí? —preguntó el recién llegado.
—Hola Osh. ¡Todo bien!!!… Eehhh… Llegué hace casi tres días.
—¡Qué bien!!! Me acabo de enterar por tu Tío.
Los dos amigos iban rodando por la corta rampa de acceso hacia el área de estacionamiento donde se encontraba el viejo Cougar.
—Hazme un favor Osh…
—Tú dirás Tom…
—Mañana salgo a primera hora para Miramar y necesito que me cargues con 20.000 lbs de combustible.
—¡No faltaba más Tom!!! Por supuesto…
Ambos se detuvieron frente a Cougar. Luego, Osh procedió a cargarle combustible a Tom mientras éste, emocionado, les relataba sus vivencias en Pax River y en Point Mugu; la rivalidad con Jake, el F-4 Phantom; lo electrizante que resultaron ser los lanzamientos de misiles, en especial, el AIM-54 Phoenix; pero, y sobre todo, lo excitante que eran las operaciones a bordo de portaaviones.
—El Independence; el Forrestal y el portaaviones nuclear Enterprise… —dijo un exultante F-14 Tomcat.
Cougar se sentía orgulloso de su sobrino. Por fin, después de tanto tiempo, otro Gato de Grumman iba a contribuir con la historia de la aviación Naval en su país.
Ya había terminado la operación de carga de combustible cuando algunos aviones más se habían unido a la conversación. Un Prowler, un Tracker, un viejo C-121 y uno de los nuevos Tomcat dieron vida en ese momento a una noche que, poco a poco, se transformaba en madrugada y cuyo cielo, todavía encapotado, prometía hacerle el viaje difícil a Tom.
El tiempo pasó rápidamente y Tom se dio cuenta de que era el momento de partir. Sigilosamente y aprovechándose de que todos estaban atentos a la intervención del veterano C-121, se fue deslizando sin hacer ruido hacia el taxiway que lo llevaría a la pista 5/23.
Como era su costumbre, prefirió no despedirse.
—Y a todas estas… ¿Dónde está Tom? —pregunto Osh, volteando a ambos lados.
En ese preciso instante escucharon el sonido de los motores de un avión que despegaba por la pista 05/23. Y a lo lejos, al borde del bosque, nuestros amigos en la línea de vuelo observaron con sorpresa la partida del gran F-14 Tomcat, quien realizó un viraje por la izquierda en casi los 360º que lo llevó a situarse en el eje de la pista 14/32 para ejecutar un Fly-by en vuelo lento y bajo en homenaje a sus amigos y colegas que vivían y laboraban diariamente en Calverton, antes de poner rumbo definitivo hacia NAS Glenview, Illinois, primera escala en la búsqueda de nuevos rumbos, nuevos cielos, nuevas aventuras.