Lo inevitable
Ese profundo temor que nos hace notar que nuestros órganos penden en el vacío y se sostienen de nuestras tripas, músculos o cualquier cosa que se asemeje a una cuerda es consecuencia de una práctica que atraviesa distintas etapas históricas y pueblos de diversos puntos del globo terráqueo. Curiosamente, no se presenta la primera sesión, sino las siguientes, todas las siguientes. Las mentiras que nos llevan obnubilados a la primera cita se desvanecen cuando esta empieza y, generalmente con lágrimas en los ojos, terminamos entregándonos sometidos, para siempre estigmatizados.
Había sido una larga noche y ahora, sentados en el mismo lobby de sus inquietos sueños, rodeados de personas que comparten un silencio fúnebre y que de tanto en tanto se miran, esperamos juntos el momento de poder tomarnos fuertemente de las manos para darnos un poco de paz, en complicidad. En una tabilla de acilla cocida perteneciente al rey Assurbanipal, en Nínive (Babilonia), refiere que quien nos somete a entregarnos casi voluntariamente a esta experiencia es la encarnación del demonio Tiamet y especifica los variados utensilios con que se llevaba a cabo: cervezas, aceites, plantas especiales, etc.
¾
No.
El silencio abrumador ante una respuesta irrefutable se apoderó del ambiente que nos encerraba. ¿Cuánto tiempo habría practicado esa mirada para utilizarla ahora conmigo? Y esa voz que no parecía suya tenía tanto de una adultez que no le conocía. La observo ya con los hombros caídos, con una rendición anticipada, intentando firmar una tregua con mi mirada porque ahora solo quiero reconocer a ese ser que, parador enfrente de mí, se consolida.
¾
Vamos.
Había preparado todo para que este momento sea una reivindicación, el inicio de una nueva percepción del mundo, una huida silenciosa de ese oscuro recuerdo que la encerraba y me tenía obligado a falsas sonrisas, diálogos vacíos, muchos silencios y pobreza, la peor pobreza que puede tener el alma. En Israel, según el libro talmúdico de Babilonia, una mujer fue rechazada en matrimonio por su novio luego de que ella mostrara indicios de su próxima entrega al sometimiento, y vuelta a aceptar luego de la intervención del rabino Ismael. Caminando por estas calles llenas de centros médicos especializados en diversas áreas del cuerpo (puerta marrón, oftalmología; puerta de vidrio, odontología; puerta blanca, otorrinolaringología; rejas levantadas sin puerta, dermatología); hoteles, donde se tratan de especial manera áreas similares; y algunas ferreterías, me pregunto si necesitaremos de alguna intervención similar para podernos ayudar.
Ella camina como siempre, pequeña, delgada, pero sin jugar ni reír como otras veces. ¿Todo lo anterior habría en realidad sucedido como lo percibí o habrá sido un despertad de la conciencia que me juzga por tantos prejuicios que de la sociedad percibe? De repente, no pasó nada. Tal vez me equivoqué…
¾
Semáforo.
La luz roja se reflejaba en sus ojos ansiosos como si un láser los apuntara desde lejos y no dejaba de mirarlo y yo no dejaba de maravillarme con el ser que ahora corría hacia el otro extremo de la acera, se paraba delante de una puerta transparente, la última de ese tipo en nuestro recorrido, y espiaba a través de ella.
Yo me iba acercando y mi sombra la iba cubriendo, su pelo dejaba de brillar, la piel se le erizaba, volteaba a mirarme con indiferencia y señalaba el interior. Saco la tarjeta de crédito del bolsillo, me siento sobre los talones, a su lado y veo de reojo a algunas mujeres vestidas de blanco con mallas que les cubren parte del cabello sujetado, solo dos personas esperando, colores claros en las paredes, luz blanca.
¾
¿Aquí te parece mejor?
Un rostro travieso, matizado de resignación, me sonreía con las encías desnudas, brillantes, y el asomo de sus pequeños dientes que, sin que ella lo notara, ahora sangraban.