En esa esquina lo parió la suerte
“En esa esquina lo parió la suerte”
Manuel Scorza
En esa esquina lo parió la suerte.
Unos metros más adelante hubiera tropezado con otro destino. Pero una música lo reclamaba. Entonces, cambió el rumbo.
Esa noche, en esa esquina oscura y desnuda, a Bertone lo parió la suerte.
El horror y el amor. Derecha o izquierda según se escoja. Siguió la musiquita. Supuso que era una mujer quien la ejecutaba. ¿Por la cadencia? Se detuvo frente a una casa de techo a dos aguas y fachada roja. Espió por una ventana que, comedidamente y, a través de reflejos azules y anaranjados, dejaba ver dos siluetas: una mujer y un violín.
A cincuenta metros, con menos armonía y ritmo, una bala iniciaba su carrera letal para terminar en la sien de un transeúnte (nunca sabremos quién).
El azar o el destino – nadie lo sabe- hicieron que no fuera Bertone quien se desplomara en Justo 334. Era evidente: para él estaban reservados otros planes.
El disparo lo perturbó porque no tenía melodía. El sonido seco y rotundo y la mujer que lo ve y se estremece. Lo ve y palidece. Hace una llamada. Bertone está allí todavía, envuelto en un misterio. Podría estar observando su cuerpo, si acaso hubiera sido él a quien la bala lo alcanzara. Podría estar observando su cuerpo muerto, con mirada etérea, desde fuera, tres metros hacia lo alto, sin reconocerse y olvidarlo todo para no perderse el último viaje y entonces ingresar en un túnel (que dicen, eso es lo que se ve cuando uno muere). Pero no. Está observando a esa mujer en penumbras. Podría haber ido a socorrer a aquel cristiano o haber huido, medroso, hacia otra esquina oscura y muda. Pero está allí, el olor a sangre y pólvora no lo distrae. Sigue allí esperando que esa puerta, ninguna otra, se abra, esta noche, para él.