DIVERSOS VERSOS DISPERSOS
“LADRAN, SANCHO”
– Ladran, Sancho…
– ¡Es que son perros!
Y en verdad, señor, prefiero
que así lo sigan haciendo:
si continúan ladrando,
no habrán de andarnos mordiendo
¡mientras vamos cabalgando!
SALVE DULCINEA
Dulcinea fue
tu mote,
aunque Aldonza
era tu nombre,
por obra y
gracia de un hombre:
el inmortal
Don Quijote.
Te dio belleza
por dote.
Te dio por
feudo el Toboso,
lugar que se
hizo famoso
en tierras
propias y extrañas,
y te ofrendó
sus hazañas
dignas todas de
un coloso.
¡Infelices!
Paniaguado
y el otro
argamasillesco,
su verso zafio
y burlesco
ha quedado
desairado.
El Orbe te ha
consagrado,
entre todas,
soberana;
te homenajeó
Doña Oriana,
dama del gran
Amadís,
dando un
rotundo mentís
a tanta
cháchara vana.
Ora pro nobis,
señora
de La Mancha y todo el Mundo,
con
sentimiento profundo
cantamos en
esta hora.
Tu presencia
bienhechora,
que es más que
Literatura,
en esta época
oscura
aligera
nuestras cargas
y las penas
más amargas
sublimas con
su dulzura.
EL RAYO DE LUNA
Cruzó Manrique el Puente sobre el Duero
en pos de la mujer de sus ensueños.
No le dieron razón los lugareños
si bien les preguntó con gran esmero.
Le estrujó el corazón garra de acero
al frustrarse el mayor de sus empeños.
Atento a los indicios más pequeños
desanduvo sus pasos, tesonero.
Fue inútil desengaño, siempre el mismo,
pues le tornó su espalda la Fortuna.
Entregado al marasmo y al mutismo
no encuentra ya la paz ni alegría alguna,
sumido en lo profundo de un abismo,
porque el amor… ¡es un rayo de luna!
PUENTE DE LOS SUSPIROS
¡Ay, viejo puente de piedra!
Los
romanos te tendieron,
hace centurias de años,
sobre el cauce del Ucero
que con su hoz va segando,
campo tras campo, hasta el Duero.
Los de Roma te cruzaron
muchas veces mas se fueron,
marchando por su calzada,
y ya nunca más volvieron.
Quizás algunos suspiros
de tus piedras desprendieron.
Ya en tiempos de visigodos,
allá por el Medioevo,
tú mismo fuiste testigo
de que el Burgo iba creciendo
hasta acariciar la gloria
de tener su propia Seo.
Muchos otros pies te hollaron
cuando los moros vinieron
y burgenses jubilosos
miraron desde el otero
cómo Almanzor se marchaba
derrotado y muy enfermo.
Tiempo después contemplaste
cómo el Campeador de hierro
con escasos fieles iba
camino del cruel destierro.
Gemiste tú que, en sus labios,
jamás se escapó un lamento.
Y también Santa Teresa,
tras fundar otro convento,
transitó sobre tus arcos,
sus pasos te estremecieron:
llevaba extasiada el alma
pero muy doliente el cuerpo…
No lograron los franceses
destruirte aunque quisieron,
como tampoco las Guerras
Carlistas te destruyeron,
puente del Burgo de Osma,
aunque sí te conmovieron.
¡Ay, puente de los suspiros!
¡Ay, puente de los lamentos!
Piedras que son más que piedras,
viejo puente del Ucero:
tú también te irás un día,
como el río, como el tiempo…
¿O será que, paso a paso,
yo mismo ya me estoy yendo?
RETRATO EN SEPIA Y CASTAÑO
De
Ceuta soy el Castaño
y
lo que mis ojos vieron
bien
profundo se sumerge
en
la noche de los tiempos.
Cuando
el Quejigo Moruno
de
la Fuente de los Perros
ni
siquiera retoñaba
mis
años ya eran doscientos…
¡Si
serán altas las olas
en
la mar de mis recuerdos!
Vi
llegar al Rey Don Juan
de
Portugal, el Primero,
a
conquistar las murallas,
fiero
con sus hijos fieros,
para
convertir a Ceuta
en
la cuna de un Imperio
que,
a partir del Monte Hacho,
llegaría
al Orbe entero.
¡No
en vano tantos bezantes
para
su escudo le dieron!
Vi
a Don Pedro de Meneses
enarbolando
el Aleo
orgulloso
y proclamando:
“¡Con él a Ceuta defiendo!”
Promesa
que sería honrada
por
cuantos le sucedieron,
rechazando
a los ingleses
y
soportando un asedio
que
duró treinta y tres años
¡digno
de un poema homérico!
“Noble”. “Leal”.
“Fidelísima”.
los
títulos con que ungieron
a
mi Ceuta tan querida
que
yo pude ver creciendo
cual
se contempla una hija:
ya
gozando, ya sufriendo.
Viendo
hermanos contra hermanos
mis
ramas se estremecieron,
la
Playa del Tarajal
de
roja sangre tiñeron…
Vi
florecer los espinos.
Vi
aves migrantes en vuelo.
Vi
levantarse la Valla,
también
construir el Puerto
y
además vi, con asombro,
caballas
sobre el desierto…
Libros
podrían llenarse
con
lo que estos ojos vieron
¡me
puedo sentir dichoso
de
seguir contando el cuento!
loca IDEA…
Qué
loco que sería
Yo
Onetti
Y
vos
IDEA
Quiero
poder creerlo
Crearlo
Y
que lo creas
Quemándonos
los brazos
Que
todo el mundo vea
Qué
loco, loco Onetti
Qué
hermosa y loca IDEA…
CIMARRONES DE ALTAMAR
Son
las palabras el mar
en
que intento izar la vela
de
esta mi barca espinela
que
un buen viento ha de impulsar.
Necesario
es navegar
yo
te invito a que me sigas
y
encontrar voces amigas,
buceando
en aguas extrañas,
para
cantar las hazañas
de
los Corsarios de Artigas.
En
alados bergantines
llevaron
el vendaval
del
Pabellón Oriental
hasta
oceánicos confines.
Cual míticos paladines,
en esa contienda dura,
demostraron su bravura
coloreando con arrojo
de azul, de blanco y de rojo
a la líquida llanura
La “Nereyda” era la presa
(nave de guerra española)
entre una y otra ola
servida estaba la mesa:
se presentó por sorpresa
el veloz “Irresistible”
que realizó lo imposible
con el fin de capturarla
y que, después de alcanzarla,
le lanzó un fuego terrible…
Carronadas y pedreros
la obra muerta destrozaron
y el buque desarbolaron
con disparos bien certeros.
Muertos cuatro marineros,
otros dieciocho heridos
gemían estremecidos,
la escena dantesca era:
al fin, arriaron bandera
los españoles vencidos.
Mientras tanto, sobre el puente
del navío vencedor
podía escucharse el clamor
de victoria entre la gente.
Su capitán, muy valiente
pero también ilustrado,
al olvido no había echado
la enseñanza recibida
y así perdonó la vida
y el honor al derrotado.
El comandante español,
intactas su honra y su espada,
fue libre con su mesnada
apenas despuntó el sol.
Empapado de arrebol
todo el velamen vio izar
y a los corsarios zarpar
para continuar luchando
sin saber bien hasta cuándo…
¡cimarrones de altamar!
NOSTALGIA
Recuerdo agridulce de los viejos trenes
que antaño partían de Estación Central,
con gente que andaba entre esos andenes
igual a un enjambre rondando el panal.
Apenas entorno mis ojos los veo
y mi cuerpo entero se pone a vibrar
como estremecido en aquel traqueteo
sobre unos durmientes que hacían soñar
con playas del Este de arena dorada
por un sol radiante, mar, olas y espuma;
la ciudad de Minas, por cerros rodeada,
o un pueblo pequeño y perdido en la bruma…
Hoy que nos pasamos, salto y sobresalto,
al trote, al galope ¡vivimos a mil!
cautivos con cintas cubiertas de asfalto,
yo siento nostalgia del ferrocarril.
COLORÍN, COLOREJOS…
Cuando en candombes me alegro: soy negro.
Cuando escribiendo me estanco… ¡en blanco!
Cuando algo enciende mi enojo: voy rojo.
Con profundo sentimiento
libre mi idea yo arrojo.
Buceo en un fuerte viento
negro, blanco y también rojo.
Es la vida más hermosa: en rosa.
Me cueste lo que me cueste… ¡Celeste!
La farola y la cometa: violeta.
Así pues la noche fría,
alcanzada al fin su meta,
va cediendo paso al día
rosa, celeste y violeta.
La esperanza no se pierde, si hay verde.
De oro y sol reluce el brillo: amarillo.
Como frutos de una granja: naranja.
En el fulgor de las flores
esta cuestión ya se zanja,
ostentando sus colores:
verde, amarillo y naranja.
Cual sutil velo de tul, azul.
En abril las aguas mil, añil.
De tierra es el corazón, marrón.
De esta manera mi canto
entrego con emoción,
envuelto en humilde manto
azul, añil y marrón.
DESPUÉS DE NERUDA
Por más esfuerzos siempre habrá una duda
y cualquier verso sonará incompleto.
¿No sería una falta de respeto
hacer poesía después de Neruda?
Pablo pobló con cantos las mañanas
y las tardes con uvas y con vino
y anduvo en el camino, peregrino,
con mujeres de pan y de avellanas.
Pablo pobló con rosas el jardín
con lirios, pensamientos y amapolas
y encendió con colores las corolas
mas todo en esta Tierra tiene un fin…
y al Jardín del Edén llegó la plaga
emponzoñando el agua clara y pura,
donde hubo luz fue todo sombra oscura,
sonó roto el reloj en la hora aciaga
y un feroz golpe dio luctuoso broche
al sueño hermoso que se desintegra
con azules añicos de Isla Negra…
“Puedo escribir los versos más tristes esta noche.”
LOS DÍAS DE ERMELINDA
Ermelinda nació en el Norte Grande
donde el cielo y la tierra se confunden,
donde el salitre y el cobre se funden
en las entrañas mismas de los Andes.
Siguiendo de un Espejo los reflejos
habitó en más boreales latitudes
mas no se disolvió en las multitudes:
a la Patria cantó desde allá lejos.
De sus raíces no cabían dudas,
más bien había una certeza plena:
únicamente podía ser chilena
quien florecía en versos por Neruda.
Ermelinda era lucero, era brasero,
era flauta, era charango, era guitarra,
violeta, espiga y frutos de la parra,
era paloma, gacela, albo cordero…
Añorando del cielo andino el manto
sacó a la luz palabras del profundo
y redobló poesía por el mundo
que es un tambor redondo cual su canto.
Tras treinta años bajo otras estrellas
de firmamentos europeos y africanos,
derramando poemas de sus manos,
no volvió a Chile… ¡siempre él fue con ella!
Poema Menor para GERARDO DIEGO
A Debussy con su “Claro de Luna”
se escuchaba del Duero en la ribera;
liras busqué pero no hallé ninguna:
tan sólo el canto de la brisa era
que traía, fragante como un nardo,
desde el recuerdo el nombre de Gerardo.
Cuando Gerardo digo, digo Diego
que al Ángelus cantó son su abanico
de colores que van del hielo al fuego,
sin igual ruiseñor con áureo pico
que romances brindó al Júcar y al Duero
y a aquel mozo que en Triana fue torero…
Bardo santanderino, peregrino
de Compostela y sus torres de altura
que indicaban un preclaro destino
en las cumbres de la Literatura,
con un algo de hormiga y de cigarra
que se desgarra en viento de guitarra.
Amante de la música y los toros,
de lo Divino, también de lo humano,
las verdes aguas y los ojos moros
y de tender su solidaria mano,
buscando de la vida el lado amable,
haciendo de ella un verso interminable…
Verso de amor que, pese a ser profundo,
también halla placer en lo sencillo.
Gracias a él aún en este mundo
sigue alumbrando con su canto el grillo
y redondo está el cielo a toda vela
donde la piedra, si hay estrellas, vuela.
Ese jardín del cielo, con anhelo,
de azucenas y rosas fue sembrando
pájaros, mariposas que en su vuelo
se tornaban palabras preguntando,
en Poemas Menores y Mayores:
“¿De quién los pies piadosos redentores?”
Con ese amor que viaja y diafaniza
se sublimaba en cuerdas de violines,
a su embrujo marchaba hacia la liza
como los legendarios paladines,
jugándose a sí mismo a cara o cruz,
retratando las sombras y la luz.
Todo nuevo nacía a cada día
con un mismo temblor en los cabellos:
poesía tras poesía estremecía
los siete cielos y los siete sellos,
jinete del famoso Clavileño
en cuyos hombros se posaba el sueño.
En su labor docente fue constante,
yendo desde un Machado a otro Machado
y descalzando el día como un guante
podía el ocaso encontrarlo sentado
bajo el Ciprés de Silos, taciturno,
oyendo de Chopin algún Nocturno.
Octubre sobre octubre se hizo viejo
mas continuó a las Artes consagrado
y cuando se marchó al Valle Vallejo
dejó para nosotros su legado
porque, más que pedir, mejor es dar:
Amar, amar, amar y siempre amar…