SEMILLAS
SEMILLAS
Antes de nacer fui como una semilla con dos brotes, pero yo no lo sabía… Por cierto me llamo África.
Era semilla en la tripa de mi mamá pero al nacer no podía cuidarme y me dejo en un sitio muy grande con mucha gente y donde me querían mucho desde que llegué, no recuerdo la despedida ni siquiera si lloré.
En mi nueva casa yo era muy feliz, éramos muchas niñas y niños y nos cuidaban mucha gente buena, mi favorita era Lucía, no estaba todo el rato pero yo sabía que en cuanto la viera podía ir a abrazarla muy fuerte y tocarle el pelo, me relajaba mucho, sobre todo si estaba triste o asustada.
Cuando tenía cuatro años y medio y ya sabía correr como un coyote, trepar árboles como una ardilla y sólo usaba el pañal para dormir me dijeron que una familia querían cuidarme y quererme… Yo no sabía que desde hacía mucho tiempo también era semilla en los corazones de mis papás.
El día que me fui con ellos, si recuerdo que lloré, estaba triste y asustada y no tenía el pelo de Lucía que también la vi llorar… ¡No entendía nada!
Mi nueva casa era bonita y calentita y había muchos juguetes y ropa ¿qué raro, si allí no había más niños ni niñas? De los ojos de mis papás parecía que salía nubes de azúcar y cada día que pasaba siempre estaban los mismos, por la mañana, por la tarde, para cenar y dormir, en el baño o si me caía, ¡siempre ellos dos!
Yo echaba mucho de menos a Lucía y jugar con Martina, Pablo, Noa, Celia, Marcos y a todas las personas de mi antigua casa pero cada vez estaba menos triste y nada asustada. Me sentía muy a gusto con mi nueva familia y en mi nuevo hogar. Una noche no podía dormir y me fui al sofá con ellos donde me abrazaron envolviéndome con su nube de azúcar y de un suspiro broto de mi corazón un: “papá y papá os quiero mucho”.