Una vida de perros
Harto de correr con el aliento de aquel ovejero tras su cola, el gato trepó al pino y allí se dispuso a esperar. Lejos de darse por vencido, el perro se echó a los pies de la planta, también a esperar.
La noche los atrapó en igual posición y ambos se durmieron.
Esa noche, el gato soñó que era un perro.
Y amaneció llorando.