Abrazos compasivos.
No sentía la necesidad de abrazar, pero me han enseñado a dar y recibir el abrazo como una cura que disuelve mis temores, mis miedos. Son aquellos abrazos que sanan al contacto con tu pecho, como si algo se liberara, que no dicen nada, o si: ¡cuánto te quiero “joder”!
Son aquellos abrazos que se escriben en un papel, que te seducen, sintiendo la necesidad de perdonar. Son aquellos momentos de silencio en que te gustaría abrazar con el cuerpo roto entregando todo ese abrazo a tu madre que se fue … ella, se fue y nunca te pidió nada.
Son aquellos abrazos susurrados al oído en el silencio de una habitación en penumbra, que te gustaría abrazar la luna que trae los recuerdos más hermosos… por los que tantas veces has muerto y has vuelto a la vida.
Que te gustaría abrazar aquel que te enseñó lo que eres y reconoces hoy en tu silencios, en tu soledad, aunque ya no esté entre nosotros, pero lo sentimos. Sentimos ese abrazo, para abandonar la soberbia, la vanidad, la rigidez y el miedo que tanto nos han paralizado, que tantas veces perdí la belleza del abrazo compasivo.
Aprendí abrazar sin poner muros, dando todo lo que soy.
El abrazo de una mirada hechizada, compasiva, son aquellos abrazos rotos de Amor que recomponen los pedazos de tu corazón, que te devuelven a la fraternidad, a la complicidad, que da lo mejor de ti, sabes… así, nunca te sentirás solo/a.
Abrazar en la distancia, en el mensaje que te inspiró con los ojos vidriosos, en el llanto que abraza la lágrima del mundo, que deja partir, soltando el abrazo que te dio la vida.