Simulación
El joven abrió los ojos. Había abandonado su habitación, y ahora se encontraba en un pequeño oasis.
Aquello era tan real que podía sentir el calor abrasador del desierto, la suave brisa haciendo ondear las hojas de las palmeras, el olor de los camellos. También podía escuchar las voces de los caravaneros que descansaban en la sombra.
Aquél era uno de sus escenarios favoritos del juego.
Se dirigió a una pequeña posada que quedaba prácticamente oculta entre las palmeras. El edificio estaba prácticamente vacío a esas horas; solo un pequeño grupo bebía en una esquina. El chico distinguió un par de magos, tres guerreros, dos cazadores y otro par de vigilantes, todos de distintas razas; seguramente formaban una corporación.
No entendía cómo la gente podía trabajar en gremios o corporaciones. Si bien era cierto que te ayudaban a subir de nivel en el juego, no todos participaban por igual a la hora de luchar o donar oro.
Pidió un vaso de ginebra a una camarera pequeña y curvilínea que se encontraba detrás de la barra. Su piel era de color azul y llevaba el pelo negro recogido en rastas. Ella le guiñó uno de sus ojos completamente verdes, sin nada de blanco, y le sirvió.
-Supongo que tú también querrás información ¿no?
Lo bueno de visitar siempre los mismos establecimientos era que la gente que le conocía estaba dispuesta a informarle de todo lo que ocurría en la red completamente gratis.
-¿Información?
-Sobre los Instrumentos.
El joven se inclinó sobre la barra.
-¿Instrumentos? ¿Cómo es eso?
-Vaya, veo que no te has conectado últimamente.
Era cierto; en los últimos días había estado demasiado ocupado como para jugar.
-Es el nuevo Objetivo. Al parecer, muchos jugadores han conseguido derrotar al dragón, y han decidido complicar más las cosas.
Él sonrió; el Objetivo del dragón había sido muy fácil. Demasiado.
-Ahora hay que encontrar tres instrumentos que sirvan para eliminar a un djiin.
Abrió los ojos, sorprendido. Los djiins eran los espíritus del desierto. ¿Cómo narices se elimina a un espíritu?
Apuró su vaso y, devolviéndoselo a la camarera, dijo:
-Gracias.
Ella hizo un puchero y se apoyó seductoramente en la barra.
-¿Ya te vas?
Él rio; Zahara, o por lo menos ese era su nombre en el juego, llevaba intentando seducirle desde que se había creado el avatar en el juego. Pero no lo había conseguido.
El chico deslizó una mano por el cuerpo de ella para terminar dándole una palmada en el trasero.
-Sí, me tengo que ir. Quizás otra vez.
Dicho eso, abandonó la posada. Tenía un Objetivo que lograr.