Canto a la vida.
Acabo de saber que serás una niña y me he alegrado mucho, no creas que si fueses un niño me habría alegrado menos, pues eres esa “personita” que llega a mi vida, que va a nacer de esa otra “personita” que yo llevé dentro de mí, y el miagro de la vida se repite. Dios los hace posibles a través del amor entre un hombre y una mujer. No te conozco y ya te quiero, no sé como eres y no me importa, mi corazón late con fuerza sólo con pensar en el día que vengas a este mundo y veas la luz por primera vez.
Verás, mi niña, yo voy a contarte lo que vas a encontrarte aquí, en lo que llamamos “mundo”, a donde viene. No será facil, nunca lo es, pero no quiero que tengas miedo. Yo te enseñaré a mirar siempre adelante.
Por la mañana, mi pequeña, sale el sol, y se hace de día. Si es invierno, el cielo está lleno de nnubes preciosas que parecen grandes algodones blancos y negros y a veces sueltan agua y riegan los campos, y llenan los ríos y los mares. Cuando estés aquí te llevaré a verlos. Son unos charcos grandes de agua, que tiene peces de todos los tamaños que el Padre Dios ha puesto para que vivan contentos.
Los campos son verdes y amarillos, y, sobre todo en primavera todo su suelo se llena de flores. Bueno, no todo, porque donde el hombre pone la mano… ¿Sabes? A veces hay que hacer casas para vivir y grandes centros. Entonces se estropea un poco la obra de Dios, pero eso no debe preocuparte porque nosotros buscaremos la otra parte, la bonita, la que queda sin tocar.
Verás, mi niña, hay quien te dirá que las flores son cosa de la naturaleza y que Dios no tiene nada que ver con ellas. Pero yo, que soy tu abuela y nunca voy a engañarte, te voy a contar la verdad. Verás.
Si las flores crecieran solas serían todas iguales, serían todas verdes o todas amarillas, o rojas. Todas altas, todas redondas o cuadradas. Todas apétalas o todas asépalas. En fin, sería todas iguales. Y lo mismo pasaría con los árboles. Todos serían manzanos, o todos serían naranjos, o encinas, abetos, o abedules, pero ya verás, mi pequeña, toda la grandeza que tenemos.
!Es tan hermoso el mundo! Pues el Creador es un Padre que nos ama y no no podía ser de otra manera y lo ha hecho precioso para que gocemos de él.
Las flores son: blancas, rosas, verdes, violetas, de lindos y alegres colores. A unas las llamamos claveles, a otras margaritas, tulipanes, lirios… Y ¿Sabes cuáles son las que más me gustan a mí? Unas que nacen silvestres en el campo y son rojas, se llaman amapolas. ¿ Ves, mí pequeña cómo es el mundo? Un mundo al que tú tienes derecho; un mundo en el que puedas disfrutar del cariño de una familia, de unos amigos, del amor de tus padres y de una vida que nada ni nadie tiene derecho frenar, pues eres una bendición. Algo que no se puede comprar con todo el oro del mundo. ¿Quién dice que va a ser fácil? Pero siempre serás tú quien lo compruebe y quien decida, y no los demás.
No todo es bueno, por desgracia, en este mundo al que vienes. No puedo engañarte, pero sabes, mi pequeña, ! A cuántos niños ni siquiera les han dado la oportunidad! Y les han “robado” hasta el derecho de nacer. No les han permitido contemplar con sus propios ojos la belleza de la creación, no les han permitido saber como es una flor, un pez, una estrella, o cómo sabe el beso de una madre o la caricia de una abuela.
Por eso, mi niña, no tengas miedo, no va a ser facil, nunca lo es, pero estamos esperandote con muchos kilos de amor y promesas de cariño.
No tengas miedo, mi niña
a este mundo llegas,
pues tenemos tantas cosas
para poder disfrutar.
Te colmaremos de besos,
de abrazos y de caricias,
y velaremos tu sueño,
contemplando tu sonrisa.
Por eso, pequeña mía,
ven tranquila, sin temor,
pues el mundo que te ofrezco
estará lleno de amor.
Yo no te daré la luna,
ni brillantes, ni cruceros,
pero te diré al oído,
lo mucho que a tí te quiero.
Te diré quién es Jesús,
y te enseñaré a amarlo,
que fué niño como tu,
y caminará a tu lado,
el será tu gran amigo,
en lo bueno y en lo malo.
¿Quién tiene derecho a privarte de contemplar tanta belleza?
Ven, mi pequeña al mundo, y ven sin miedo que la vida es un don de Dios.
Pilar Ortega