No se puede olvidar
“Cualquiera diría que es fácil olvidar. ¿Quién no se ha olvidado de dónde ha dejado el teléfono móvil, las llaves o la lista de la compra, en algún momento? ¿Quién no ha vivido la típica situación de reencontrarse con algún conocido y no ser capaz de llamarle por su nombre porque éste parece querer jugar al escondite y no se digna a hacer acto de presencia? Y dime ¿Cuántos momentos de tu vida recuerdas? Y más aún, ¿cuál crees que puede ser el porcentaje de éstos respecto a todos los años, meses, días y horas que has estado despierto? Sí, porque los sueños ya son un mundo aparte, ellos forman su propia categoría. No sé tú, pero en mi caso, es muchísimo menos de lo que me pensaba y también de lo que me gustaría. Intentaré no alargarme demasiado, que ya empieza a ser un poco tarde.
Me pregunto si olvidaré que en el día de hoy estuve sentada junto a ti explicándote lo que viene a continuación. Sí, algunos momentos parecen fáciles de olvidar y otros, que sí que nos gustaría hacerlo, parecen quedarse grabados a fuego en la memoria.
Fue un instante que no podré olvidar nunca. En él mis sentidos se agudizaron para no perder ningún tipo de detalle. El recuerdo de éste empieza siempre por la audición, un sentido importante que nos acompaña desde nuestros primeros minutos de vida, y aquellas palabras: -… empezamos a salir hace 3 días-
Encogida por el frío, Leanne se cubría la máxima superficie corporal posible con aquel largo abrigo negro. Su nariz se encontraba del mismo color que el del pintalabios que lucía aquella tarde, un tono rojizo, debido al frío de la noche. Sólo de pensar en él, una sonrisa se dibujaba en su rostro y parte del frío desaparecía. Por suerte o por desgracia, pronto descubriría qué ciega estaba y qué poco correspondido era su sentimiento. Trayvon, puntual como siempre, ya la estaba esperando. Lucía un traje bien planchado y colocado hasta el más mínimo detalle, todo perfecto. Al verla entrar, cual caballero bien educado, se levantó y, esbozando una tenue sonrisa, la invitó a sentarse en el lugar frente al suyo.
– ¿Qué desearán beber los señores?- preguntó la empleada, cuyo nombre no se lograba distinguir en su gastada etiqueta.
– Yo…- comentó ella tomando la carta de batidos mientras miraba de reojo a su acompañante. Le había llamado la atención un batido de nombre “Surprise”. –Hoy mejor… algo nuevo… un “Surprise” gracias-
Después de acabar su anotación, la camarera posó la mirada en el hombre. -¿Y usted?-
Tray parecía no tener prisa en decidir o quizás no le apeteciera tener que dejar de hacer algo tan banal y poco importante como era escoger una bebida.
–Yo… iré a lo seguro, una caña-
Ambos se quedaron observando como la camarera se iba alejando con los pedidos y les dejaba por primera vez solos, el uno frente al otro después de varios meses. Él parecía querer aparentar más tranquilidad de la real mientras que ella… simplemente se alegraba de poder estar allí y compartir un poco de su tiempo con él.
– Antes de nada… quería que supieras que lo que te voy a contar no lo planeé, simplemente surgió y… ella cree que lo deberías de saber por mí antes que por cualquier otra persona.-
Los ojos de Leanne se abrieron como platos, aquel inicio de conversación no era para nada lo que ella había pensado y parecía captar solamente algunas de esas palabras “ella”, “planeé”, “surgió”, “lo deberías saber”, “ella”, “ella”… Su corazón empezó a palpitar con fuerza en su pecho como queriéndole indicar que para menos sufrimiento salieran de allí, que se olvidara de todo antes de que fuera demasiado tarde. Pero no dijo nada. Hizo un gesto con la cabeza para que Tray continuara hablando.
-¿Recuerdas a Roxanne? Aquella chica rubia pues… empezamos a salir hace 3 días-
Hasta aquí dicho sentido, porque al parecer lo que continúa a esa frase fue omitido, desapareciendo cualquier tipo de sonido y dando paso a otro… la vista.
Veía como sus labios se movían intentando explicar muy superficialmente y de forma lo menos comprometedora posible la situación. Como si aquello pudiera cambiar algo. No podía ser. Lo había sabido desde el minuto uno. No quería perder su amistad, la valoraba demasiado como para arriesgarse a dar cualquier tipo de paso y en aquel momento… ya nada importaba. Todo se había venido abajo.
Su mirada cual cámara de video profesional recopilaba cada ínfimo detalle del lugar: la zona de la barra con preciosos mármoles sobre madera oscura; los asientos parecidos a los que se encontraban en las tabernas del viejo Oeste (o al menos en sus películas); un niño pequeño, vestido con unos shorts de cuadros y con un precioso polo negro a juego con sus zapatos, que tiraba de la mano de su madre señalando a los helados; la camarera acercándose con las bebidas cuidadosamente colocadas en la bandeja… Pero había algo de lo que no era capaz, algo que hasta ese momento no le había importado pero que le resultaba doloroso e imposible: mirarle a los ojos. Tenía segundos para encontrar la manera de reponerse de la situación y evitar que, si por alguna (no deseada) razón sus miradas se cruzaban, él no leyera nada nuevo en la de ella. Por suerte, Tray no lo hizo, ni se molestó. Hablaba mirando a la etiqueta de su cerveza.
Ahora quizás no parece tan grave, pero puedo asegurarte que en aquel momento pensé que no me podía haber pasado nada peor. Un cambio, un hecho, hace que nada vuelva a ser como antes.
Los sentidos ya mencionados (audición y vista) no son los únicos que forman nuestros recuerdos. Parece mentira como uno que pocas veces tenemos en cuenta, el olfato, no sólo nos permite discriminar olores sin más sino que despierta en nosotros diferentes sentimientos. ¿Te habías parado a pensar alguna vez en que serías capaz de reconocer a una persona por el olor de su ropa, de su casa o de su perfume? Seguro que algunos ejemplos te vienen a la cabeza. Esas conexiones pueden ser agradables, en ocasiones, pero no en todas. Otras veces hace que nos invada la nostalgia y, como es de suponer, es capaz de desempolvar viejos recuerdos.
Tocaba cambio de ropa, de un armario a otro, como cada año. Lo de invierno debía dejar paso a lo de primavera-verano, al no disponer de espacio suficiente para tener a fácil disposición todo el vestuario. Tocaba guardar abrigos, pantalones largos y gruesos, jerséis de varios estilos, estampados y colores, guantes y… bufandas. Una de esas, de color turquesa había retenido la atención de Leanne más que las demás. Se la había encontrado en el fondo del armario, no recordaba haberla visto el invierno anterior, posiblemente por un descuido, que más daba. Sin saber bien bien por qué, se descubrió a sí misma con aquella prenda pegada a su rostro, maravillándose del delicado tacto de ésta y de su peculiar olor. Enseguida los recuerdos que se le agolpaban en torno a él se abrieron camino. El día del regalo, las palabras que se dijeron y finalmente… la pronunciación interior de aquel nombre que tantos meses llevaba intentando olvidar: Trayvor.
Eso ha sido solo un ejemplo igual que será el que voy a describirte a continuación. El otro gran olvidado pero imprescindible para acabar de perfilar esos detalles que hacen diferenciar un recuerdo realmente entrañable de uno más sencillo y común es.. ¿Lo adivinas?
Sus brazos rodearon fuertemente a su amiga, nadie como ella con la que hablar de ciertos temas, más delicados, más personales. No solía querer hablar de ello pero sentía que si no lo hacía reventaría, explotaría. Había llegado la hora de abrir la caja de pandora y que de allí saliera lo que fuera, como una surprise. A Eryn le costaba creer lo que estaba oyendo ¿cómo podía haber guardado aquel sentimiento tanto tiempo para sus adentros sin compartirlo? ¿Tan poca confianza había tenido en ella o en cualquiera de su alrededor, o es que… o es que no había querido revelarlo porque era muy consciente de lo que podría suceder a partir de entonces? Al no compartirlo, Leanne sólo había sido capaz de verlo en una dimensión y ahora que su amiga exponía su punto de vista, daba su interpretación, esa única dimensión adquiría fondo, adquiría profundidad. El distanciamiento le estaba permitiendo valorar la situación de una manera completamente distinta. –…Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites- finalizó Eryn poniendo su mano en el hombro de ella. Aquél diminuto gesto, su tacto, la reconfortó. –Creo que es el momento…- le respondió ella secándose las lágrimas que habían estado deslizándose por su rostro durante la confesión -…seguramente el fin de una etapa-
Al despedirse, se desnudó notando como la ropa se deslizaba por su cuerpo antes de acabar arrugada en el suelo. Una vez en la ducha dejó que el agua cayera sobre su cabeza y con los ojos cerrados, centró toda su atención en las sensaciones que ello le provocaba. El masaje sobre su cabello con aquel champú con olor a hierbabuena mantuvo aquella sensación de relax y de alivio que había empezado unas horas antes con Eryn. Agua-Renovación… relación típica en muchas culturas. ¿Huir o afrontarlo y seguir adelante? ¿Avanzar o quedarse estancado? Así como el inicio del cambio apareció en segundos, la decisión de aceptarlo y adaptarse a él no iba a ser tan rápida ni mucho menos. Leanne sabía que tenía que ser realista pero, se había decidido, era hora de modificar su actitud personal.
Y así fue como empezó el inicio del cambio de una parte de mi vida. ¿Para bien o para mal? Típica pregunta ante situaciones como ésa pero careciente de sentido, en mi opinión, ni blanco ni negro, sencillamente en una nueva tonalidad de gris. Al principio recuerdo pensar en cómo iba a hacer las cosas a partir de aquel momento y cómo se había complicado todo. Adentrarme en una situación nueva y desconocida, incierta seguramente, no me apetecía, me daba miedo. Me moría de ganas de retroceder en el tiempo y detenerlo y que, aquellas primeras palabras, nunca hubieran sido pronunciadas. No obstante, cómo aquello no era ni remotamente posible, tomé la determinación de empezar a valorar las partes positivas que ello conllevó porque, aunque cueste creerlo, siempre existe algún trazo luminoso en medio de la oscuridad y las neg…”
– ¡¡A cenar, cariño!!- se escuchó desde la cocina haciendo levantar la punta de aquella delicada y personalizada pluma de la textura rugosa del blanco papel en el que la joven pelirroja escribía. -¡Enseguida voy!- contestó al momento mientras revisaba lo último que había escrito para poder terminar cuanto antes. Se apartó el flequillo de la cara mientras buscaba las palabras adecuadas.
“…y las negativas me sirvieron a modo de aprendizaje personal, descubriendo una parte de mí misma que desconocía. Sin lugar a dudas, valió la pena.
No me alargo más, si acaso mañana o pasado volveré a escribirte querido diario.
Leanne Thaegan 21 Marzo 2006”
Respiró profundamente mientras firmaba aquellas palabras teniendo como testigo el tenue haz de luz que entraba por la pequeña ventana de la estancia. La luna llena brillaba hermosa. Cerró con delicadeza aquel libro acariciando con cariño la suave tapa como si de un ritual se tratara y ese fuera el broche final. Colocó su diario de nuevo en el hueco de lo alto de la estantería, con una sonrisa satisfecha en el rostro. En su mente resonaron las palabras finales <<Los sentidos nos proporcionan recuerdos y éstos nos hacen avanzar por distintos caminos haciéndonos únicos, haciéndonos nosotros mismos. Y eso es algo que no debemos ni podemos olvidar.>> Echó un último vistazo a la habitación percibiendo el aroma de su plato preferido. Se recogió el cabello en una coleta y cerró la puerta.