COSAS QUE PASAN.
No sé qué hora eran, quizás las seis o seis y pico, apenas se ocultaba la tarde, pero se antojó un corte de luz que la oscura noche se encargó de evidenciar. Subí a la placa, la planta superior, con un libro curioso y linterna en mano, creí era suficiente. Metido de cabeza de entre las paginas no percibí el silencio que me arropaba hasta tanto un crujir de pasos mullidos me causó escozor y escalofríos. Se movieron las telas de las cuerdas, la palmera cantaba al roce de la brisa, la perra se ocultó tras el matero… pasó un mato serpenteando la cola y reptando las paredes en un hueco del bloque desapareció. Mis ojos brillaban apartados del libro, la linterna titilaba pues las pilas se descargaban y algo en mi oído susurró como el sonar del cigarrón. ¡Imposible! Las piernas tullidas, impactadas…el miedo.
La linterna agotó su último hilo de luz y golpeando su culo tratando de sacarle algo más de provecho, aparté del frente mi vista, sólo para encontrar en el piso los pies descalzos de quien en mullidas pisadas había subido con una taza de café entre manos para acompañarme en la espesa oscuridad.