LOS OJOS DE DIOS
Antes de la escritura proferían gritos, murmullos y sonido gutural con altisonantes que alertaban del peligro. Antes de la escritura, dibujaba en las cavernarias paredes cada cosa que les acontecía o veían, nacieron las señas de figuras representativas. Una varita en la mano y dibujaban en la tierra hasta que rayaron piedras con otras piedras. Animales y valles y montañas pero nunca dioses o dios, ellos, los dioses, llegaron con la escritura cuando nacieron las guerras, por afán de dominación.
Y se fueron sumando los siglos a los de hoy, con imperios sobre los imperios. Ciudades en cenizas donde sobre ellas se erigieron otras ciudades, y nacimos. Bajaron Ángeles y arcángeles, y del Olimpo dice que también bajaron dioses y pelearon guerras de hombre hasta que un sólo dios de hombre quedó. Éste que mandó profetas y emisarios, y su hijo, que luego maltratado, vilipendiado, traicionado sepultaron. Según, dejó a los apóstoles para que nos evangelizaran y dieran testimonios de la palabra. Libros y más libros que maravillan y encantan, y pocos entienden ante su teológica forma escrita y en lengua muerta, pero hablan de esperanza y justicia divina según las traducciones de algunos sin saber quiénes son, debemos confiar. Después de todo, ese dios se echó dormir mil años con la mentira del hombre a cuesta. Y surgieron más guerras y vicios por el desahuciado del cielo que se hizo de la tierra. Pero los que escucharon las palabras bienaventuradas, esperaron y esperan, mientras los tiempos los consumen entre brasas viscerales de un mundo al revés. Siguen esperanzados en su utopía, acariciando esos sueños celestiales en los tiempos de barbaries. Y los ojos de dios no se abren, creo, todavía duerme su siesta.