¿Y TU CASA NO ES ASÍ?

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¿Y TU CASA NO ES ASÍ?

Me compré una vivienda de dos dormitorios, con un baño, terraza y fantasma. Sí. Y no se trataba de un antiguo caserón, con torreones y armaduras; ni de una urbanización edificada sobre un cementerio. No. Venía ya incluido en la memoria de calidades. Al menos eso creía yo. Y me enteré de que existía, después de siete años conviviendo con él.

Una tarde le dije a un amigo,… bueno,… al único amigo que tenía, que le invitaba a cenar.

El primer indicio de que algo no iba bien lo tuve al ver su reacción.

-Pero…¿en tu casa? -me preguntó.

-Claro. No querrás que te lleve a un restaurante ¿no? Nuestra relación aún no ha llegado a ese punto.

-¡Hombre! Lo digo porque es la primera vez…

-¿Que irías a un restaurante?

-No. Que invitas a alguien a tu casa.

-Pues…lo normal ¿no? Ya han pasado siete años.

-¡¿Has estado siete años de luto?!

-Yo no. ¿Por qué? ¿Quién se ha muerto?

-¡Yo que sé! Eres tú el que ha estado siete años…aislado del mundo.

-No, hombre. Pero eso ha sido por el piso.

-¿Por el piso? ¿Estaba sin arreglar, o qué?

-¿Cómo va a estar sin arreglar? Si es nuevo.

-Mira, déjalo, porque no entiendo nada. Al menos tendrás cena ¿no?

-¡Qué preguntas más raras me haces! Pues claro. Siempre “hay” cena.

-¿Cómo que siempre “hay” cena?… ¡Ah, vale! Que tienes a alguien que te la hace ¿no?

-¡No!. Simplemente la cena está y punto.

-Sí, pero estará porque “alguien” hará que esté.

-Pero… ¿tú en qué mundo vives? Está igual que está el aire para que respiremos,…o….la ropa limpia y planchada cada mañana,…o…la lluvia para que crezcan las plantas,…

-…¡Venga, hombre! No me vaciles. Confiesa: te lo hace tu madre, ¿a que sí?

-¡Que no! Que mi madre vive en Asturias. Además, lleva años intentando cruzarse con “La Güestia” para ver si la reclutan.

-¿Qué es eso?

-¡Ah! Nada. Una procesión nocturna de almas en pena que vagan por el purgatorio.

Cuentan que salen del cementerio con cirios y velas y que, a quien tiene la mala suerte de cruzarse con ellos, les depara la muerte.

-¿Y tu madre quiere encontrarse con ellos?

-Sí. Dice que ha llegado a un punto de su vida en el que necesita un cambio.

-Sí. De estado. Mira que sois raritos en tu familia. Vale. Pues…yo qué sé… tu hermana o tu novia.

-Soy hijo único y…ya quisiera yo tener novia. Y deja ya de decir tonterías. Ya sabes que todo esto venía con la casa, como la cocina amueblada.

-¡¿Cómo?!

-Pues como todas las casas: la comida en la mesa; la cama hecha; el baño limpio; a veces, incluso, me encuentro un bocadillo envuelto en papel de aluminio como el que llevábamos al cole. Tu casa ¿no es así?

-¡No! Ninguna casa es así….Mira, creo que lo que está pasando en tu casa tiene una explicación mucho más lógica que las chorradas que me estás contando.

-¿Ah sí? A ver, listillo….

-Pues…que en tu casa hay un fantasma.

-¡Que te vayas, chaval! ¡Un fantasma! ¿Y eso es una explicación lógica? Todo el mundo sabe que, debido a la dependencia que los hijos generaron de sus padres, que les obligaba a permanecer en sus hogares hasta…siempre (ya que no sabían ni freir un huevo), se creó un sistema para que se independizasen sin que echasen en falta las atenciones de sus progenitores.

-¡¿Tú que te has fumado?! ¿Quién te ha contado esa chorrada?

-Es que no me lo tiene que contar nadie. Ha sido así siempre. De toda la vida.

-Pues tú dirás lo que quieras, pero yo no entro ahí. Mira,…mejor….¿por qué no nos metemos en ese bar de enfrente? Yo te invito.

-Bueno, si te empeñas….

-¿Y si buscamos un médium que contacte con el fantasma y nos diga qué es lo que quiere?

Seguramente, se ha dejado algo pendiente en este mundo y no se puede ir hasta que lo solucione.

-¡Uy sí! Se le ha olvidado despedirse de tí. Anda que…Pero mira, si te hace ilusión, busca uno. Que, por lo menos, nos reiremos un rato.

-Mira éste. Creo que nos podría servir.

“Si tu amigo se empeña en creer que lo que ocurre en su casa es normal y tú intentas convencerle de que lo que tiene, en realidad es un fantasma, y no te hace caso, llámame. Yo le haré entrar en razón”

-…Uhmmm, no sé. ¿Tú crees que entenderá de imágenes de muertos que aparecen incorpóreamente ante los vivos?

-¡¿Qué?!

-¡De fantasmas!

-…No sé. Podemos probar.

Dos horas más tarde, se presentó ante nosotros un señor regordete, bajito, calvo y con bigote.

-Buenas. Soy…”El gran Cusado”-dijo haciendo muchos aspavientos y, como poníamos caras de no enterarnos, añadió- el médium.

-¡Ah! Menos mal. Creí que venía a vendernos una enciclopedia.

-¡Sí. Es verdad! ¡Fíjate qué traje lleva!

-¿Y la corbata? Es de los setenta, por lo menos.

-Oigan…que…sigo aquí.

-Sí, sí. Si lo sabemos.

-Bueno, pues o me dicen qué es lo que quieren, o me voy que tengo que seguir…

-¡Vendiendo enciclopedias!

-¡Pues sí! ¿Qué pasa? De algún modo me tendré que ganar la vida. Lo de los fantasmas no da para mucho, la verdad.

-Perdone. Tiene razón. A ver,…aquí mi amigo, que se ha empeñado en que en mi casa hay un fantasma.

-Necesito entrar en la vivienda para… notar las vibraciones…si hubiese algún ente, claro está.

-Y ¿ha traído usted algún aparatito de esos, como los de las películas, para cazar fantasmas?

-¡No!-contestó en seco, medio enfadado.

Y entramos en mi casa. Mi amigo detrás de mí, pegado a las paredes.

-Y bien, señor Cusado… ¿le vibra a usted algo?

-Pues…aún no. Pero… llámeme Alex.

-Está bien, Alex…

-Perdone… ¿en serio se llama usted Alex Cusado?-a mi amigo empezó a entrarle la risa.

-¿Algo que objetar?-Y al Señor Cusado, el cabreo.

-No, no. Excúseme, por favor.

-Bien, entonces, cuénteme-dirigiéndose a mí- ¿qué ha ocurrido para que piense que hay algo paranormal en su casa?

-No. Si en mi casa todo es muy normal. El paranormal es éste, que se ha empeñado en lo del fantasma. Como mi madre persigue a la Santa Compañía…-y mirando a mi amigo-¡Ah, claro! Lo mismo se han equivocado de dirección y han venido a mi casa buscando a mi madre.

-No tiene gracia.

-Pero ¿su madre vive con usted?

-¡Claro! Y todas las noches se monta en su escoba y se va a Asturias, a perseguir espectros.

-A ver, señores…céntrense. Necesito toda la información posible. Usted-a mi amigo-que es el denunciante ¿qué le hace creer que puede haber un fantasma?

-Verá: mi amigo dice que todas las mañanas se encuentra las tareas de la casa hechas, la ropa planchada, que siempre tiene la comida lista,…

-¿No será usted sonámbulo y se levantará por la noche para hacer todo eso?

-Hombre, eso no se me había ocurrido, pero…. ¡no! De vez en cuando me ausento durante algunos días para estar con mi madre en Asturias y, cuando vuelvo,…ahí está…todo… como debe ser.

-Vale, vale. Es que no siento nada.

-¡Ay, pobre!-dijo mi amigo-¿y por qué no va al médico para que se lo revisen?

-¿Revisarme el qué?

-Lo de los sentimientos.

-Ya le dije que es paranormal.

-Déjeme que investigue un poco más. Y… ¿ha visto si las cosas se mueven?

-Algunas veces sí. Sobre todo cuando las cojo yo.

-¡Me refería a solas!

-¡Ah! Perdone. No. Cuando estoy yo, están muy quietecitas.

Y fuimos hacia la cocina. Alex delante, andando de puntillas, intentando parecer sigiloso.

Yo detrás, imitándole y mi amigo cerrando la comitiva, enganchado a mi chaqueta y cubriendo la retaguardia.

-Y… ¿no ha notado ninguna presencia?

-No.

-Ya. Y ¿tampoco ha visto ninguna nota o aviso?

-No.

-Ajá. Ni pasa mucho por la cocina ¿verdad?

-Pues…la verdad que no mucho. Además, hace unos meses que me enteré de que existía.-Y, ante la cara de extrañeza que ponían, continué-No he tenido que utilizarla nunca. Creí que era un acceso al garaje, y como yo no tengo coche…Pero hace unos meses, subió mi vecino de abajo porque dijo que le estaba calando el techo y…descubrí que eso era la cocina.

-Bien. Pues…entonces ya está todo resuelto.

-¡¿El fantasma es el vecino de abajo?!-mi amigo con la cara blanca.

-¡Que los fantasmas no existen! ¡A ver si se entera de una vez!-gritó a mi amigo y luego, dirigiéndose a mí- Son ciento veinte Euros.

-Pues… ¡menos mal que lo de los fantasmas no daban para mucho!

-Pero es que aquí no hay fantasmas.

-¿Entonces…?

-¿Ve ese aparato blanco y grande? Es un frigorífico. Acérquese a él y hallará la respuesta.

Y ahora, si me abona los ciento cincuenta euros, me iré a seguir vendiendo enciclopedias.

-Pero ¿no eran ciento veinte euros?

-Si, pero se me había olvidado cobrarles el HPT.

-¿Eso es un impuesto nuevo?

-Sí. El de “hacerme perder el tiempo”.

Mi amigo y yo entramos en la cocina y nos dirigimos lentamente hacia el frigorífico. Estaba repleto de papelitos amarillos.

“Se ha acabado el suavizante”

“Tienes la ropa planchada en tu cuarto”

“¡Recoge los platos cuando termines de comer!”

“Dile a tu madre que este mes no me ha pagado”

“Dile a tu madre que no me paga lo suficiente”

“Dile a tu madre que siete años son muchos años”

“Dile a tu madre ¡que me voy! Que se busque otra asistenta.”




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