Nada.
Todo pasa, todo llega.
Y en realidad ni pasas, ni te acercas, ni me curas las heridas.
Y yo… Yo te sigo esperando.
Tantas casualidades en mi vida y ninguna es la correcta.
He llegado a pensar que sólo sirvo para estar sola. Que nadie quiere aguantar mis desvaríos, mis cambios de humor, mis miedos… Toda esa mierda es la mejor herencia que me dejaste. Hundida hasta el punto de odiarme a mí misma. Tú y tus palabras retumbando en mi cabeza como martillazos. Creo que nunca podré superar esos golpes. Y si algo he aprendido en estos años es que nada pasa, nada desaparece. Simplemente va quedando atrás, va perdiendo fuerza pero nunca se va. Y nada nuevo llega porque todo te hace recordar la misma mierda que viviste. Y en cada nueva oportunidad que me regala la vida, yo espero que sea la que me la devuelva, pero nada…
Y ahora sé que nada fue por mi mala cabeza. Nunca quise esta historia, ese final que sólo fue el principio de una pesadilla constante. Que alguien que maltrata lo mismo que llama amor no es persona. Y no puedo llamarlo error porque de los errores se aprende, y yo de ti no he aprendido nada. Quizás a odiar con todas mis fuerzas el maldito momento en que apareciste en mi vida. Intentaste anularme como persona y como mujer y lo conseguiste. Conseguiste culpabilizarme de todo, hacerme la más insegura del mundo, sentir miedo simplemente por hablar.
Gracias a ti me he convertido en lo que soy, una cobarde luchadora. La que por miedo al fracaso aun así arriesga. Dejaste tu huella marcada en mí, pero todo algún día acaba borrándose, créeme. Y llegará el día en que podré vivir sin miedo aunque aparezcas de nuevo por mi cabeza. Y sé que en ese momento, esa persona que tanto busco estará a mi lado. Y eso, eso es lo único que importa.
Que aunque nada pase y nada llegue, será la nada más bonita de mi historia.