MARRUTXA
Funambulista sobre la cuerda
floja de la pobreza,
se viste con el traje
de la desilusión,
calzándose los zapatos de la entereza,
y como broche, un corazón.
Fría se instala la mañana,
mientras los largos dedos de la miseria
aprietan en un ahogo que no acaba,
el menor susurro de clemencia.
Se rebela Marrutxa en su sentencia,
por esa condena sin cadenas,
por barrotes la penuria,
y de la caridad prisionera.
En su palacio de cartón
refugia en el alcohol su queja,
alzando la mellada copa del dolor
por esa pena que no cesa.