¡Zoquete!
Después de una hora esperando en
la cola…
–¿Cómo se llama usted?, me preguntó aquel hombre con pinta de
ignorante (para ser funcionario no parecía muy espabilado, así que supuse que
la plaza no se la había ganado en una oposición, seguro que era un enchufado de tantos), que se hallaba al
otro lado de la ventanilla.
–Mi nombre es Fernando Francisco, y antes de darle mis apellidos, va el tío y me
dice:
–Un nombre demasiado largo.
Es el que tengo, imbécil, pensé yo.
-¡No había
caído!, le respondí haciéndome el
sorprendido.
Y la conversación siguió:
–Vamos por partes, primero un nombre y luego el
otro, dijo el de la ventanilla, como
si escribir los dos nombres, uno a continuación del otro, le supusiera un
desmesurado esfuerzo de memoria y concentración, y eso que todavía no le había
dicho mis apellidos, Basobilbaso Sagarminaga, ¡menuda la que puede liar el muy
zopenco! (imaginé), y no me equivoqué, pues solo con los nombres ya se
indigestó.
Mientras, comenzó escribiendo la
fecha correspondiente, machacando las teclas de su ordenador, y lo digo, porque
tenía unos dedos como morcillas, así que supuse, que a duras penas el aparato
iba a resistir el trámite completo, sin acabar totalmente destrozado.
–De
acuerdo, respondí, idiota, pensé de
nuevo.
-El primero es Fernando, le digo yo.
-Bien,
Frenando, me dice él.
-¡No,
Frenando no, Fernando! Le
respondo mientras comienzo a ponerme de mala hostia.
–¡Perdone, un error lo tiene cualquiera Fernandor! Y
el muy gilipollas, vuelve a equivocarse. Y me pregunto, si me está tomando el
pelo, si es tonto del culo, o si está imitando a Chiquito de la Calzada, (¡cómor!)
Por fin consigue escribir correctamente mi nombre completo y correcto en el
documento que está rellenando
-¡Bien Fernando, sigamos pues!,
me dice el memo.
–¡Si por favor, a ver si terminamos rápido que
tengo un poco de prisa!, le
respondo mirando preocupado el reloj, siendo consciente de que en breve tengo
una reunión, a la que voy a llegar tarde por culpa de un funcionario subnormal.
-Me dijo que su segundo nombre era Farcinsco,
¿verdad?
¡Anda la hostia, con el tío tarado que me
tocó!, sigo pensando y no hablo,
haciendo un gran esfuerzo para poder controlarme y “no perder los papeles”.
-¡Noooooo…, es Francisco,
joder!, le contesto visiblemente enfadado y ya, con cara de pocos amigos.
-¡Bueno
hombre, no se ponga así, y tranquilo Farcisco!
-¿Pero cómo que tranquilo Farcisco?
-¡F R A N C I S C O! ¿ES
TAN DIFÍCIL?
Y me disparo.
-¡Es usted
un inepto, un mongol y un zoquete, tres en uno para que se entere bien!, le dije, mientras un ataque incontrolable de
ira, se apoderaba de mí, al mismo tiempo que mi cara se ponía completamente
colorada.
Y va el tío, y no se le ocurre otra cosa que llamarme maleducado, y me hace
una peineta cerrando la ventanilla de
golpe.
–¡Oiga, oooigaaaaa…!
“Pierdo los papeles” definitivamente, ya está el lío armado, ¡este zoquete
se va a reír de su hermana, le va a tomar el pelo a su padre y se va a cagar en
toda su familia, pero conmigo no se juega!, pienso completamente ofuscado,
mientras mi furia desatada amenaza con ser más peligrosa que la nitroglicerina,
y comienzo a descargar mi rabia aporreando el cristal con la palma de la mano,
porque si lo hago con el puño, lo mando a tomar por culo, y lo que me faltaba
para completar la mañana, que me estaba dando aquel carapijo, era tener que pagarlo.
Al final un segurata (tamaño armario de tres cuerpos y con las puertas
abiertas), me agarra del brazo y sin ningún tipo de explicaciones ni
miramientos, me pone de patitas en la
calle.
Y mientras que yo, protesto inútilmente por
el trato recibido, e intento explicar lo que me ha sucedido con el incompetente
empleado, y levanto la voz, y grito, pero de nada me sirve, el gorila no me hace ni puto caso.
Al final trato de tranquilizarme, y hago lo
más sensato volver para mi casa (¡la reunión a la mierda!, ya no llego, ni
aunque fuese Usain Bolt), aunque, eso sí, arrastrando mi cabreo y cagándome en
la puta madre del funcionario zote y
del segurata zafio, primero en la de
uno y luego en la de otro, para no atragantarme.
Y mientras, camino a paso ligero (que es algo
que hago siempre que se me cruza el cable
cuando me sacan de mis casillas, y me tocan los cojones en exceso), voy
pensando si lo que me acaba de suceder, es una pesadilla, una absurda jugada
del destino poniendo a un “Zoquete Integral” en mi vida, o incluso una cámara
oculta, para cualquier programa cutre de televisión, de una de esas cadenas de
tercera división, que no tienen presupuesto para hacer programas medio decentes
y se dedican a provocar a ciudadanos incautos como yo.
Y no puedo evitar que mis nombres tuneados con el barniz de la necedad, por
un torpe (por no añadirle más adjetivos descalificativos) funcionario, se
repitan en mi cabeza como una especie de mantra surrealista.
¡Frenando!
¡Farcinsco! ¡Frenando! ¡Farcinsco! ¡Frenando! ¡Farcinsco!…