Al amanecer
Las luces estaban apagadas
cuando se despertó, serían las cinco de la mañana; un hálito de luz se colaba
por la rendija del cuarto de hotel en donde se estaba hospedando por lo que un
hilo de polvo gris flotaba en el aire. Cuando salió del letargo miró al otro
lado de la cama y no había nadie, estiró un poco su mano y estaba frío. En la
mesa de noche había una nota con letra cursiva. Estiro sus brazos hacía el
cielo y dejó escapar un bostezo al tiempo que su espalda y trasero crujían. Su
cuerpo estaba desnudo cuando se levantó al baño, viendo por primera vez lo
austero del lugar en donde se había hospedado. Al salir del baño sirvió un
trago de la botella de vino que había al lado de la carta, la escurrió toda en
la copa y tiró la botella en el tapete rojo que adornaba todo el cuarto. Bebió
el contenido de la copa de golpe y se sentó en la cama, sintió la textura
rugosa del papel mientras se acomodaba para leer. Leyó atentamente cada una de
las líneas suspirando cada cierto tiempo; al final de un largo suspiro repitió
las últimas palabras que había leído en un susurro, como intentando convencerse
de que aquello que había leído era verdad; entre más repetía las palabras su
voz subía de tono, muchas gracias… muchas gracias… muchas gracias… MUCHAS
GRACIAS, gritó y su rostro se deformaba mientras seguía gritando y sus lágrimas
se confundían con una especie de esputo color tinto que empezó a salir de su
boca y que no lo dejaba respirar bien. Jadeando cayó pesadamente al suelo,
recogió la botella y la estrelló contra el borde de la cama en la que tiempo
atrás había dormido y gozado plácidamente. No sintió el corte. Antes de perder
el conocimiento, susurró de nuevo muchas gracias.