Amor viajero
AMOR VIAJERO
Ahí estaba ella después de salir de un trabajo de varios años y recibir la noticia del fallecimiento de su abuela. Melania volvió a su ciudad al sur del país en la que nació, y se encontraba sin ilusión, sin ganas de nada, como desgarrada por dentro.
Una noche frente al ordenador buscando repuestas, se encontró con una persona muy especial, se sentía reacia nunca le había gustado ese medio para conocer a nadie, pero aun así se dejó llevar y quiso quedar con él.
Era una persona especial, lo sabía en cuanto le conoció, tenía una forma de ser diferente, cercana, cariñosa, y muy sincera.
Un día decidieron quedar y se conocieron, fue un 3 de marzo al atardecer ,el sol se escondía tímidamente por el horizonte y los nervios se le agolpaban en la garganta.
Allí estaba él …era un hombre alto , delgado ,su rostro era serio pero tenía unos ojillos que desprendían ternura, su mirada fija se clavó en ella, y no pudo mediar palabra al encontrarse uno frente al otro, tanto que al empezar a hablar desprendió un ligero tartamudeo.
Fueron conociéndose cada vez más y su amistad se convirtió en algo tan profundo que a día de hoy le sigue recordando y añorándole como el primer día.
Alfredo era del norte pero aun así, cada vez que podía, hacia una escapada para ir a verla …
Ella estaba pasando por un mal momento , y estar al lado de él, la ayudó mucho a poder llevar esa depresión y ese sentimiento tan angustioso dentro de su alma.
Sentía en el pecho algo que le oprimía el corazón, una pena muy grande, estaba vacía por dentro completamente, es muy duro perder a un ser querido, para ella su abuela era más que eso… era una gran amiga, siempre la llevaba en su corazón, no olvidaba su ojos penetrantes y su mirada cariñosa, su pelo blanco como el azúcar, venía a la memoria su tez invadida de arrugas por la edad… estas eran preciosas, jugaban en su cara y se desdibujaban deslizándose despacio para acabar de minarle el rostro. Su abuela era muy especial para ella, siempre buscaba su atención contándole alguna vivencia de su niñez, se sentaba en el sofá y se llevaba horas y horas contándole como era su vida cuando era mocita como ella decía, tenía mucho sentido del humor y nunca se enfadaba por nada, siempre estaba alegre.
Melania no pudo aceptar que se fuera, era una mujer tan vital y un ser con tanta fuerza que no se hacia la idea de que se hubiera apagado.
Entonces apareció Alfredo, fue como un ángel que su abuela le había enviado para poder llevar esos momentos lo mejor posible, él le ayudó mucho y le animó en todo momento.
Vivieron veranos e inviernos juntos y se quisieron mucho, él la cuidaba, la mimaba, la hizo sentir una reina a su lado, cosa que ningún hombre le había hecho sentir jamás…
Para ella fue un cuento de hadas, como si Romeo hubiese ido en busca de su Julieta.
Nunca supo realmente cual era el sentimiento que a ella le invadía estando a su lado, no supo distinguir si era amor o una amistad muy especial.
Un día él la quiso sorprender, apareció de nuevo para verla. Era una tarde de julio, solo hizo dos días que se había ido a Granada a llevar a su madre a casa de unos tíos, y él sabía que ella deseaba volver a verle, no se lo pensó dos veces y se presentó en su casa sin más.
Melania bajó la escalera y el estaba allí mirándola con su cara llena de ilusión, lo único que pudo hacer es llorar, se le saltaron las lágrimas al volverle a ver, se dirigió hacia él y le dio un gran abrazo, lo apretó tan fuerte contra su pecho, que no podía ni respirar, no quería separarse de él, hay veces que quieres tanto a una persona que cuando la abrazas es como si quisieras meterla dentro de ti.
Hubo otro día que tampoco se le borraba de su memoria, hacía mucho calor, típico de la época en la que estaban, soplaba un viento veraniego, estaban los dos en el porche de su casa, y a ella se le erizó la piel al sentir sus manos tocando su cintura delicadamente casi sin rozarle. Estaban apoyados en la pared y se miraron tan cerca que el tiempo se detuvo por unos instantes, las pupilas de ambos desprendían mucha pasión. Los ojos de Alfredo color castaño, se fijaron sin parpadear en los de ella, cuales llamas de fuego incesante. Ella no pudo contener la mirada demasiado tiempo, aún sabiendo que él la respetaba, como si de una Diosa se tratara.
Alfredo no se atrevió a darle ese beso que ansiaba con todas sus fuerzas, le miró los labios y no tuvo ni siquiera valor para acercarse a ellos. A veces pensaba que hubiera sido bonito si se hubiera lanzado a dárselo, seguro que la historia hubiera cambiado.
Melania se sentía la mujer más querida y amada del universo, pero aun así no se dejó llevar por el momento, no sabía la razón pero se vio obligada a retomar aquella relación que tenía con otra persona de mala manera, sin valorar lo que estaba viviendo al lado de él, a ese hombre que se lo estaba dando todo sin pedir nunca nada a cambio. El hubiera sido capaz de dar la vida por ella si se lo hubiese pedido.
Ella tuvo una relación con otro chico y era algo complicada, los dos se habían acostumbrado a estar el uno al lado del otro sin más, ya no había amor entre ellos dos, la relación era fría y distante, no tenía sentido pero seguían juntos, quizá el motivo fue la presión de ambas familias, había planes de boda para ellos y no sabían que el amor murió hacía bastante tiempo.
Ella añoraba a su ángel del norte, a su Alfredo…
Ese hombre que le había llenado de alegría, el que le había devuelto la vida y le daba un motivo para sonreír cada mañana.
Un buen día, Alfredo la llamó por teléfono y le propuso quedar en un parque cercano a su casa. Ese día esperó tenerla cerca, la cogió por la cintura y no tardó en decirle con media voz y casi temblando que estaba enamorado de ella y que era la mujer de su vida con la que quería envejecer. Melania no se lo esperaba y no supo cómo reaccionar, se soltó suavemente de la mano que tenía entrelazada con la de él y le besó la mejilla. Alfredo no pudo aguantar la desilusión más tiempo, así que cogió su equipaje y se marchó de regreso a casa.
Pasó el tiempo, tres años o así pudieron ser, nunca lo pudo olvidar…se acordaba de él muchas veces, aun teniendo otra parejas, no se le iba de la cabeza, y tenía que volver a saber de él, quería recuperarlo de nuevo. Todo ese tiempo estuvo enamorada de él y el sentimiento no se apagó nunca, tenía que decírselo, sentía que estaba preparada, pero sabía que quizás ya el tiempo había pasado muy deprisa y no había oportunidad de volver a recuperarlo.
El hizo su vida y conoció a otra mujer de la cual se enamoró, era lógico no la iba a esperar eternamente después de tanto tiempo.
El se quedó muy sorprendido de volver a saber de ella, y no podía ni imaginar que aquella mujer de la que estuvo tanto tiempo tan enamorado, se decidiera a confesarle su amor al cabo de tantos años.
Alfredo a pesar de nunca haberla olvidado y de seguir amándola, no pudo aceptarla, ya que otra mujer había ocupado su corazón.
Hoy en día su relación es nula ni siquiera de amistad, cosa que a ella le apenaba mucho, aprendió a ver las cosas de otra manera y entender que para algunas personas el tren pasa sólo una vez en la vida.
El fue el único hombre que le enseñó a amar de verdad, con el corazón y el alma, pero cuando quiso darse cuenta ya fue demasiado tarde.
Ahora Melania lucha por arrancar de sus entrañas ese amor tan puro e infinito que pudo ser y no fue.