Amorcidio.
Amorcidio. Dícese del acto de intentar salvar un corazón roto, sabiendo que el propio se romperá en el intento.
Pero sentí que esta vez tenía que quedarme,
que a aquel corazón aún le quedaba vida,
conmigo.
Supongo que es lo que piensan todos antes de lanzarse al vacío.
Sentí que aquel corazón en pedazos era el puzzle de mi vida
y que por primera vez,
sabía dónde iba cada pieza.
Le puse pegamento a cada uno de mis besos,
me llené de paciencia
y le pedí que no dijera ‘te quiero’ hasta que realmente lo sintiera.
Ni siquiera abrí el paracaídas,
lo asumí,
era el cielo o el suelo
y yo ya lo había besado otras veces,
y el suelo también.
Cada día que no leía un ‘te quiero’ en su boca pensaba que uno de esos trozos volvía a su sitio,
sólo esperaba que quedaran más días que trozos.
Sabía que tras aquel cristal en pedazos,
ya casi sin brillo,
se escondía el diamante que nadie supo ver,
porque ya nadie sabe mirar.
Supongo que eso también es una sensación propia del amorcidio.
Era de esperar que yo fuera la próxima víctima.
Pero salté,
y desde entonces no toco suelo.
Pensé que quizá si me quedaba,
podría hacerla ver el bonito diamante que era,
y que su corazón era una puta maravilla.
Y joder, mira ahora como brilla.